Homilía para el Segundo Domingo de Adviento C: Contemplación con imagen sobre
“El gran camino” de Friedensreich Hundertwasser, 6 Diciembre 2009
Lectura: Bar 5,19
Evangelio: Lc 3,1-6
Autor: P. Heribert Graab S.J.
La imagen del “camino” une la Lectura del profeta y el Evangelio de este domingo.
Sobre todo la voz del que clama en el desierto
ha marcado nuestras ideas del Adviento:
“¡Preparad el camino del Señor!”

Él está en camino hacia nosotros.
Para Él debe “rellenarse todo barranco
y toda montaña y colina bajarse.
Lo tortuoso se hará recto
y las asperezas se convertirán en caminos llanos.
Y todos verán la salvación
que viene de Dios.”

De la salvación que viene de Dios
se trata en la visión profética.
Allí está el Dios mismo,
que acompaña a Su pueblo a Su ciudad.
Dios mismo prepara el camino a Su pueblo,
de modo que “pueda cobijarse seguro
bajo la gloria de Dios.”

También así podemos entender el Adviento
lleno de sentido:
Nosotros mismos podemos llegar a la gloria de Dios;
pues Él nos prepara el camino.
Contemplemos, bajo esta consideración,
el “gran camino” de Friedensreich Hundertwasser.
 


Hundertwasser ha pintado nuestro camino existencial como una espiral,
como una espiral, que desde fuera nos conduce
hacia dentro.
Espiral y laberinto son símbolos antiguos,
para las posibilidades vitales del ser humano.
Corresponden al misterio de la vida y de la muerte.

Reflexionen un momento
sobre cómo ven este camino
desde fuera hacia dentro:
¿Cómo un camino hacia lo profundo?
O ¿cómo un camino hacia la cumbre de una montaña?

Ambos modos de mirar son posibles:
El camino hacia abajo –como a un cráter-
descendiendo hacia la profundidad de mi alma,
en cuyo fondo azul, que da seguridad,
yo encuentro a Dios mismo,
a cuya imagen y semejanza soy creado.

Partiendo de la visión de Baruc
se sugiere el otro modo de mirar:
Dios “sube” a Su pueblo a Jerusalem,
la ciudad de Dios,
hacia Sión, la montaña del Templo.
Sí, Él “lleva” a Su pueblo arriba-
“glorioso como en una litera real”.

El camino comienza abajo a la izquierda.
El comienzo de este óvalo gris obscuro –
¿quizás como una matriz,
o – como una fortaleza,
en la que el pueblo está “prisionero”
e incluso está bloqueada la esperanza?

Después se dibuja el “gran camino”:
con muchas sinuosidades,
que continuamente se hace más estrecho,
a veces incluso se estrecha tanto que apenas
se puede pasar.
Y continuamente también piedras,
obstáculos en el camino.
Observen luego el rojo-violeta amenazador
de los anillos exteriores,
que se transforma progresivamente más y más
en el rojo cálido y vivo del núcleo.

Y descubran la Cruz ya casi pascual de un amarillo dorado, que continuamente resplandece en el camino
y mantiene unido todo el camino de espiral.
Si yo contemplo en el Adviento esta imagen
del camino,
entonces se me ocurren las muchas representaciones de pesebres,
en los que -a veces escondida-, la Cruz ya está presente.

De un modo sorprendente, Dios prepara el camino
a Su nuevo pueblo – a nosotros.
Él mismo se hace uno de nosotros.
¡Anda con nosotros!
Anda nuestro camino a través de todas las alturas y profundidades.
Él hace suyos nuestra pobreza y necesidad en el camino.
Él anda nuestro camino - también en la muerte,
incluso en la cruel muerte en la Cruz.
Pero Él continúa este camino-
Él lo anda hasta en la clara mañana pascual,
en la Resurrección,
en la vida consumada en plenitud y seguridad.

Él nos llama a seguirle por este camino.
En Su seguimiento nos “captaremos” a nosotros mismos en nuestro centro,
a Él en la luz de Su gloria.

Naturalmente, Hundertwasser conocía
la antigua saga griega del minotauro
y su laberíntica y su mortífera cueva de Creta.
Anualmente el toro-hombre-monstruo devoraba una vida.
Anualmente era entregada la vida de un ser humano
a la succión laberíntica sin vuelta.
Pero Teseo, el hijo del Rey de Grecia venció la espiral mortal.
Ariadna, que le amaba, le dio a Teseo hilo y luz,
indicador e iluminador para el camino.
En el antiguo mito la fuerza del amor derrocó a la muerte.
Los primeros cristianos reconocieron:
¡Esta imagen de esperanza se ha hecho realidad
en Cristo!

El gran camino de Friedensreich Hundertwasser
nos puede enseñar a comprender de nuevo la palabra de Jesús:
“Yo soy el camino, la verdad y la vida.
¡Nadie llega al Padre si no es por Mí!” (Jn 14,6)

Nuestro camino a través de este Adviento hacia Navidad podría convertirse en la parábola de todo nuestro camino existencial:
Nuestro camino con todas las cuevas y profundidades,
con todas sus estrecheces e impedimentos;
un camino, que se abre también continuamente
y alumbra nuevas perspectivas;
un camino, que finalmente alcanza el centro
como meta-
para la plenitud de la vida.
Descubran ustedes con la ayuda del “gran camino”
su propio camino.

Amén.