Homilía para el Primer Domingo de Adviento C
29 Noviembre 2009
Evangelio: Lc 21,25-28.34-36
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Una contemplación con imagen según Jörg Zink,
Diapositivas de libros iluminados “Visiones”.   
Vendrá con las nubes
(Manuscrito Facundo 1447, norte de España)


 
En la Sagrada escritura más bien se describen visiones,
en las que el “Hijo del Hombre” viene “sobre las nubes”
o “en una nube”.
Ya en el último domingo, en la Fiesta de Cristo Rey,
nos encontrábamos dos veces con este motivo
en las lecturas:
En la visión de Daniel:
“Llegó con las nubes del cielo,
uno como un hijo de hombre.”
Después en la visión de Juan del Apocalipsis:
“Ved que Él viene con las nubes
y todo ojo le verá.”
Hoy vuelve el Evangelio otra vez sobre este asunto:
“Entonces se verá venir al Hijo del Hombre
sobre una nube con gran poder y majestad.”

Yo quisiera invitarles
a contemplar conmigo este asunto
según una ilustración medieval del monje Facundus: Cristo se manifiesta desde una nube.

Es importante conocer el significado simbólico
que se da a la nube en el lenguaje iconográfico
de la Sagrada Escritura.
Quizás ustedes recuerden el final de la Alianza de Dios con Israel:
“Al tercer día, al rayar el alba, hubo truenos y relámpagos.
Había densas nubes sobre el monte
y un poderoso resonar de trompetas…”
Y Dios hablaba a Moisés desde la nube y en el trueno.
(Ex 19,16 ss)

Cuando, bajo el Rey Salomón, estuvo terminado
el Templo sobre el Sión y el Arca de la Alianza del Señor era llevada al Sancta Sanctorum,
“una nube llenaba la Casa del Señor.
Los sacerdotes no pudieron continuar el servicio
a causa de la nube,
porque la gloria del Señor
llenaba la Casa del Señor.” (1 Re 8,10 s)

También el Nuevo Testamento adopta este lenguaje iconográfico:
En la Ascensión de Jesús
“Él fue elevado ante los Apóstoles y una nube Le ocultó
a sus ojos.” (Hch 1,9)
Por consiguiente, Él fue elevado a la gloria de Dios.

También en Su gloria divina Él aparece
–visible para ellos– “al final de los tiempos”.
Las visiones escatológicas del libro de Daniel,
del Apocalipsis y también del Evangelio de Lucas lo expresan.
Y ciertamente esto pone en imagen el monje Facundus:

Cristo aparece en una obscura nube,
que Le envuelve como en una mandorla.
Su túnica resplandece tan roja
que da la impresión de como si Él saliese de la nube,
como si estuviese vivo.
Pero, al mismo tiempo, Él está pintado así,
para que permanezca inherente a la nube.

Llega “con las nubes”,
que Le descubren y Le envuelven,
que Le revelan y, al mismo tiempo, Le ocultan,
que Le muestran a la tierra y, sin embargo,
Le dejan en su lugar celestial.

Cristo viene con los brazos muy abiertos.
Su derecha señala ligeramente hacia arriba,
hacia donde también se dirige Su rostro,
hacia donde miran Sus ojos.
Esta mirada respalda el movimiento
del descenso, de la aparición:
de la eternidad para la eternidad.

“Mirad, Él viene con las nubes”.
La aparición de Cristo con y en la nube
es destacada por el intenso amarillo,
que no sólo separa muy claramente al cielo de la tierra,
sino que también permite ansiar
una amplio y profundo espacio,
del que procede esta aparición,
de la eternidad de Dios.

En la parte superior, en el rojo naranja del cielo,
que concuerda cromáticamente con el color de la tierra,
se elevan cuatro figuras de ángeles alados,
con alas azul claro y azul obscuro,
en las cuales se ven ojos.
Un nimbo amarillo oro resplandece a su alrededor.
Ellos proceden del santo e inaccesible mundo de Dios,
desde el que acontece este advenimiento.
También parece que salen de la nube-
como Cristo, que pertenece totalmente a ella.
Pero inducen a error como también la nube,
a la que retirasen- como un ropaje,
para mostrar lo que si no estaría oculto.
Experimentamos la manifestación de Jesús.

Facundo pinta una simetría,
elige este medio estilístico
para un contenido imaginativo teológico.
A la esfera celestial corresponde la terrenal,
a las figuras de los ángeles alados, suspendidos,
las diez figuras humanas erguidas.

Estas diez figuras responden de “todos”,
los que Le verán, cuando Él venga.
Con los ojos muy abiertos miran la aparición.
Las manos en la posición de batir palmas
como quisieran recibir a Cristo.
Estas personas están muy abiertas para aquel que viene.
Una espera ansiosa se hace visible,
una complacencia, preparación y asombro.

La nube actúa como una resaca sobre el mundo.
Su irrupción es como una apertura de su taciturnidad.
Y estas diez personas esperan al Cristo que volverá,
para recibirle en su círculo.
Llevan el nimbo, con el que son señalados
como aquellos, cuyos nombres están escritos en el libro de la Vida.
Con ello quizás se indica ya el final del Apocalipsis de Juan:
El alegre “Maranatha”, “Ven, Señor Jesús” (Ap, 22,20).

Amén.