Homilía para el Tercer Domingo de Adviento (A)
15 y 16 Diciembre de 2007
Lectura: Is 35,1-6b y 10
Evangelio: Mt 11,2-11
Autor: P.Heribert Graab S.J.
Como siempre en estos días de Adviento,
también hoy las Lecturas emanan  en el tercer domingo de Adviento fascinantes imágenes de esperanza.

Ahora podría parecer
que nuestra ciencia, orientada hacia el progreso,
esté cerca, como mínimo de algunas de estas imágenes de esperanza,
para transformar la realidad:

Hoy es técnicamente completamente posible,
transformar una estepa o un desierto en tierra fértil.
Justamente Israel ha demostrado,
como se puede crear con la ayuda de los modernos métodos de riego, florecientes y fructíferos desiertos.

Nuestra medicina y técnica médica
realiza verdaderos “milagros”,
con los que sólo se osaría soñar en las épocas bíblicas.
En nuestra inmediata vecindad hay una empresa técnico-médica, que presenta en toda olimpiada de impedidos, los valientes esfuerzos de que son capaces incluso los “paralíticos”, cuando apuestan por el progreso de la ciencia y de la técnica.

Göttingen se denomina “una ciudad que crea saber”.
¡Tiene razón!
No por casualidad, esta ciudad ha producido con referencia a su Universidad
tantos premios Nóbel.
No por casualidad se la ha concedido recientemente el rango de una “Universidad de elite”.

Como ciudad universitaria de este rango y de esta magnitud
y con la correspondiente demografía de corte joven
Göttingen es – al menos mirado superficialmente-
una ciudad orientada hacia el futuro y optimista.

En esta ciudad y en esta Universidad juega también hoy un papel importante aquella concepción del mundo y aquella imagen del ser humano,
que han determinado la fase de fundación de la Universidad
y que han creado las condiciones previas para el enorme progreso científico.

En su Encíclica de la esperanza para Adviento de 2007, Benedicto XVI se refiere a Francis Bacon
– un pionero del pensamiento moderno –
cuando dice:
la nueva coordinación de la ciencia con la praxis
sea la señal característica de la época moderna que comienza y de su fe en el progreso.
Según esto, el progreso es sobre todo un progreso del dominio creciente de la razón.
Y bajo el dominio de la razón están la fe en el progreso y en la ciencia en situación de crear un mundo nuevo y más humano.
Incluso la “salvación”,
el restablecimiento del “paraíso” perdido,
no es esperado ya de la fe,
sino de la nueva conexión hallada de ciencia y praxis.
Así también recibe la esperanza cristiana
una forma nueva y secular.

Sin embargo, lo engañosa que es esta esperanza,
que construye en último término sobre la fe en el progreso,
lo ha demostrado la historia de la nueva época:
En primer lugar, la Revolución francesa,
después la revolución del proletariado y sus consecuencias
y finalmente las dos guerras mundiales del siglo XX
han legado una destrucción desoladora.
Bajo la presión de estas experiencias, Theodor W. Adorno ha formulado muy drásticamente la problemática de la fe en el progreso.

El progreso es, exactamente contemplado, dice él,
el progreso del arco con la piedra a la megabomba.

Desde la mirada cristiana,
se ha probado sobretodo por la historia de la
época moderna que la razón del poder y del hacer
tiene que ser completada y limitada urgentemente por la apertura de la razón a las fuerzas salvadoras de la fe.
La Encíclica de Esperanza del Papa dice muy sencillamente:
El ser humano necesita a Dios, sino está sin esperanza.

Yo pienso que muchísimas personas buscan esto.
No por casualidad crece ya desde hace años enormemente una nueva nostalgia religiosa
entre las personas.
Que esta nueva nostalgia religiosa de nuestra sociedad en gran parte pasa de largo de nuestras iglesias cristianas
es harina de otro costal y tendría que ser considerado explícitamente.

Pero ningún camino se halla por delante de aquel mensaje bíblico de esperanza
ante el Reino de Dios que despunta,
y que contiene una respuesta capaz de sostener a la larga las más profundas nostalgias del ser humano.
¡Y este mensaje de esperanza está servido en las iglesias cristianas!

Nosotros quisiéramos aquí, en el barrio Michael de Göttingen, cumplir está misión un poco más y de forma más invitadora.
Para ello en los años anteriores hemos intentado crear unas condiciones previas
-en primer lugar no por medio de medidas arquitectónicas,
sino sobre todo por una consciente apertura hacia fuera,
por medio de una retícula de muchas ofertas eclesiales en esta ciudad,
por medio de un nuevo esfuerzo y credibilidad,
por medio de la combinación de puntos esenciales
pastorales, sociales y espirituales.

Precisamente el domingo “Gaudete”
- en español: alegraos -
tuvimos ayer la gran alegría de presentar en público el renovado barrio de Michael.
Con ello hemos puesto muy conscientemente un contrapeso contra la consciente frustración también en la propia Iglesia.
Manos dormidas y rodillas vacilantes,
de las que se hablaba en las Lecturas de Isaías,
existen sin duda también en la Iglesia.
Desaliento y resignación se colocan como mildiu
sobre las comunidades cristianas.
Uno se puede preguntar:
¿Dónde se puede percibir aún algo
de la irresistible realidad de Dios
y de la esperanza sustentadora que Él regala?

Bajo estas condiciones previas universales y también internamente eclesiales,
quisiéramos poder decir con Isaías:
“¡Fortalece de nuevo las manos adormecidas
y sujeta de nuevo las rodillas vacilantes!
Decid a los desanimados: ¡Tened valor! ¡No temáis!
Ved que aquí está nuestro Dios!”

Quisiéramos fijar nuestros ojos abiertos y buenos
donde Dios también hoy actúa salvando, curando y dando alegría.
Más aún que hasta ahora, quisiéramos poner a Su servicio nuestras manos, nuestros pies y todas nuestras fuerzas.
Confiamos en que Él mismo también hoy y en esta ciudad sensibilice a personas para Su futuro
y les regale aquella esperanza,
de la que puedan vivir.

Amén.