Homilía para el Segundo Domingo de Adviento
10 Diciembre 2006

Lectura: Bar 5,1-9
Evangelio: Lc 3,1-6
Ocasión: Misa de acción de gracias por los miembros retirados de la junta eclesial y del consejo parroquial; Misa de presentación por los nuevos PGR y KV.
Autor. P. Heribert Graab, S.J.
Algo propio de la fe judeo-cristiana es:
Dios actúa en la historia;
¡Él obra Su salvación ya ahora!

El fondo histórico del anuncio de salvación
del profeta Baruc es:
La conquista y la destrucción de Jerusalem por los babilonios en el año 586 a. de C. Y la deportación del Rey, de los servidores de la Corte y de toda la clase superior de Israel.

El kairós concretamente histórico del anuncio de salvación de Juan el Bautista es:
El año 15 del gobierno del Emperador Tiberio, en tiempos del gobernador romano Poncio Pilatos, de los tetrarcas Herodes, Filipo y Lysanias,
de los Sumos Sacerdotes Anás y Caifás.

Ciertamente en tiempos de crisis las personas se preguntaban:
¿Qué pasará en le futuro con nosotros?
¿Qué nos tocará?

En tiempos de Juan preguntaban:
¿Cómo continuará esto en nuestro país ocupado?
¿Quién se quedará con la primacía?
¿Los romanos? ¿Los movimientos de resistencia?
¿Habrá guerra?
¿Podremos vivir de nuevo como personas libres?
Hoy nos preguntamos:
¿Qué será de la humanidad?
¿Permanecerá con el Señor por encima de las posibilidades de la ciencia moderna?
¿Pondrá su propio futuro en juego
por la explotación de los recursos,
por un calentamiento incontrolado de la tierra?

Mirado bíblicamente y en la fe de Dios
todas estas preguntas están mal planteadas:
Todas ellas excluyen la voluntad de salvación de Dios
y se apoyan sólo sobre las estrategias humanas.
La pregunta del Adviento reza así:
¿Quién viene a nosotros?
¿Quién viene a nosotros inspirando, quién viene perdonando, quien viene liberando?
¿Quién nos abre el futuro?

Hacia dónde conduce un falso planteamiento podemos leerlo aún hoy en el destino de Jerusalem.
Esta ciudad es aún hoy una ciudad tomada parcialmente por todos los grupos de sofistas militantes-fanáticos-religiosos.
Y no se disputa precisamente una ciudad luminosa sobre la montaña, con el nombre de “Paz de Justicia” y “Gloria del Temor de Dios”.

Baruc describe a sus compatriotas en el destierro la actuación salvadora de Dios en colores luminosos e imágenes maravillosas.
Juan anuncia el alegre mensaje:
“Todas las personas verán la salvación que procede de Dios.”
¡Ciertamente, no sin nuestra intervención!
La pregunta reza también:
¿Encontrará Dios personas, que Le preparen el camino?
¿Personas que rellenen barrancos, que derriben montañas y que allanen todo impedimento, que nosotros mismos hemos levantado contra Dios y Su acción?

Estamos ciertamente en Adviento –ante la decisión.
Queremos decir:
Hay mucho que hacer ¿desistimos de ello resignadamente?
O queremos decir:
Hay mucho que hacer, ¿lo cogemos con la fe en Dios y la confianza en Él?
¡Hay mucho que hacer!
Los que se reúnen en los próximos días en el nuevo consejo parroquial y en la junta eclesial
se han decidido por coger.
¡No lo dejemos en agua de borrajas!
La advertencia de Juan para la conversión,
para el planteamiento correcto
y para “arremangarse”
es válida no sólo para unos pocos delegados y en algunos gremios y círculos de trabajo elegidos!
¡Esta advertencia es válida para todos nosotros!

Amén.