Homilía con imagen para el
Cuarto Domingo de Adviento (B)
18 Diciembre 2.005
Evangelio: Lc 1,26-38
Autor: P. Heribert Graab S.J.
El Evangelio de este domingo encierra
no sólo un mensaje central de nuestra fe,
sino también un mensaje verdaderamente grandioso:
¡Inimaginable – el inconcebible amor de Dios a nosotros los seres humanos!
¡ÉL mismo se hace ser humano!

Prácticamente ningún otro pasaje del Evangelio de Jesucristo ha sido representado con tanta frecuencia en la historia del arte
como la Anunciación del ángel Gabriel a María.
De muy distinta forma,
pero siempre fascina de nuevo
que los artistas anuncien este mensaje a través de los siglos:
“El Espíritu Santo descenderá sobre ti,
y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra.
Concebirás y darás a luz un Hijo,
cuyo Nombre será Jesús.
Se llamará Hijo de Dios.”

Les invito a contemplar conmigo este mensaje de transcendencia universal en el lenguaje gráfico del maestro escocés.

Annunciación
 
El verdadero nombre del artista es desconocido.
Se le denomina así por su lugar de trabajo:
El Monasterio escocés de Viena, que ya en el año 1155 fue fundado por monjes irlandeses-escoceses
y hoy todavía perdura como Monasterio benedictino
en el centro de la gran ciudad de Viena.
El altar, al que pertenece la “Anunciación a María”,
se originó en el tiempo entre 1469 y 1479.

En una noble habitación burguesa  pinta el maestro escocés el encuentro entre María y el ángel.
Ciertamente – por regla general nos imaginamos a la Madre de Jesús como una mujer muy sencilla –
no vestida de forma tan distinguida con brocado y terciopelo.
Y también nuestra representación de un ángel se podría diferenciar de este mensajero vestido de forma cortesana.
Pero para el pintor estos lujos exteriores y esta belleza son sólo un medio, que hace imaginar
el acontecimiento interior entre María y el ángel
en su grandiosa belleza.

En el punto central está el mensaje:
“AVE GRATIA PLENA DOMINUS TECUM –
¡Salve, llena de gracia; el Señor está contigo.”
El letrero oscilante con este mensaje
- como la orla roja del manto –
da un movimiento susurrante a la imagen.
Dios mismo trae, por medio de Su mensajero
una inesperada agitación a la vida de esta joven.
Por así decirlo, Él irrumpe en su vida:
Entre Él y María parece la pared de la habitación como abierta.
Él, el Señor, reina allá arriba en el cielo abierto.
Él tiene la figura y el rostro de Cristo,
que debe nacer primero como ser humano.
Pero evidentemente no hay ninguna otra imagen auténtica de Dios
más que precisamente esta imagen de Jesucristo,
con la que Dios pisará esta tierra.

Sobre María flota la Paloma del Espíritu,
la Paloma de la Palabra creadora de Dios.
Está pintada dentro del nimbo de oro de María:
La gloria de Dios aparece en ella –
“¡Tú eres la llena de gracia!”

La Biblia está sobre el atril.
María puede percibir en el momento decisivo
la Palabra de Dios,
porque ella está familiarizada con la revelación de Dios en la historia de su pueblo.
Sus manos se alzan y se abren
como las manos de una persona,
que se ejercita en oír la voz de Dios
entre las muchas voces.

Debajo de Cristo,
en cuya figura Dios mismo aparece distante
en el cielo,
hay una torre en una colina entre árboles.
En el lenguaje del arte simbólico cristiano,
la torre significa
para unos la vigilancia del corazón;
para otros también significa el abandono y la soledad interior,
en la que un ser humano se tiene que acrisolar,
después de que la llamada y la elección de Dios
le alcanzó.
 
Ausschnitt

El maestro escocés domina el lenguaje de los símbolos cristianos.
En la repisa de la ventana, sobre el atril
reposan tres melocotones.
Aluden al amor, que impulsa todo el acontecimiento.

La vista de la ventana da a un estanque verde obscuro rodeado de árboles –
en el antiguo lenguaje simbólico, es una imagen de la madre,
de la que viene la vida.

Y después se encuentra en la ventana,
en una pequeña jaula de varillas de madera
un jilguero, que mira el agua del estanque.
Para los pintores de aquella época,
el jilguero aparece como símbolo del Niño Jesús.
El jilguero en la jaula: es, por consiguiente, una referencia al Niño aún no nacido.
En la tabla del altar escocés con los tres Reyes Magos,
se halla este jilguero, ahora libre,
sobre el tejado del establo de Bethlehem.

Pero también podemos interpretar el jilguero cautivo como una referencia a que María misma
por la llamada de Dios experimentará en su interior un nuevo nacimiento:
“Hágase en mí según Tu Palabra.”
En estas palabras se imagina un modo de nuevo nacimiento de ella misma.

¡Contemplemos aún un poco al ángel!
Este ángel produce el efecto de ser casi un hermano de María:
Es semejante a ella – en su altura, en la expresión de su rostro,
en su aspecto y también en su edad.
El ángel parece ser uno de nosotros –
y, sin embargo, al mismo tiempo es indudablemente mensajero de Dios.
Quizás nosotros también podemos ser verdaderamente
unos para otros –mensajeros de Dios-
¡Mensajeros de Su amor!
No por casualidad decimos a veces:
“¡Tú eres un ángel!” – un mensajero del amor de Dios.

Forma parte de los modos de expresión de aquella época, representar en el fondo como el Niño Jesús
desciende - llevando la Cruz - de Dios a María.
Esta representación nos puede parecer como naiv.
Pero éste es el mensaje:
Dios se hace verdaderamente ser humano,
Un Niño en el regazo de María.
Y este Niño es verdaderamente el Salvador de la humanidad.
La Cruz ya está presente en el momento de la promesa de su Nacimiento.

Una última mirada a María:
“Mira, una joven mujer quedará encinta y le nacerá un Hijo”, se dice en Isaías.
Esto es nuevo en el mundo representativo de la Biblia.
En el Antiguo Testamento siempre se cuenta que los hombres sobresalientes, los portadores de la promesa, tienen esposas muy mayores,
que ya han nacido estériles.
Expresado de otra forma:
Es el cielo y no la tierra el que las hace fecundas.
Ahora aquí coopera la especial intervención de Dios con la fuerza y vitalidad de una joven.
Sucede algo así como una reconciliación entre cielo y tierra.
El ser humano María es verdaderamente en esta hora decisiva compañera de Dios.
Su Sí, este “Hágase en mí según Tu Palabra”
es la condición para que el Espíritu de Dios
pueda crear en ella lo Nuevo.

La imagen del maestro escocés
facilita inmediatamente el encanto,
la grandiosa belleza,
pero también el misterio de aquella historia bíblica,
cuyo mensaje hemos escuchado nosotros hoy.
Ahora sería importante
descubrirnos a nosotros mismos en esta historia.
Pues ni la historia del Evangelio de Lucas,
ni la pintura del maestro escocés
expresan sólo,
lo que entonces sucedió en aquella hora decisiva de la historia del mundo.
También se trata más bien y sobre todo de lo que en nosotros mismos pueda y deba suceder.
Pablo dice con una osadía jamás igualada:
Él pide que ahora nazca y crezca el hijo de Dios,
la hija de Dios, en nosotros;
en nosotros tendría que tomar forma el “Nuevo Ser humano”, el Cristo.

Amén