Homilía para el Primer Domingo
de Adviento (B)
27 Noviembre 2.005
 
Sobre la configuración del tiempo de Adviento.
Sin referencia a las Lecturas del Domingo.
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Vivimos en un tiempo acelerado.
Aún antes de que hayamos “digerido” verdaderamente un acontecimiento
cae precipitadamente sobre nosotros el siguiente.
También en nuestra agenda personal
sigue a menudo una fecha a otra.
Raras veces queda tiempo para la preparación profunda y
tiempo para la reflexión ya ni siquiera.

Sin embargo, en el fondo sabemos
que sin una preparación profunda
nada inteligente funciona.
Un equipo de fútbol, por ejemplo,
ante un gran partido va a un campo de entrenamiento evidentemente.
E incluso una ciudad como Göttingen se esfuerza intensamente desde hace dos años en la fase de preparación del campeonato mundial de fútbol,
para motivar a una de las cadenas hoteleras de todo el mundo a instalar aquí, en Göttingen, alojamientos.

En la economía o en la arquitectura no es de forma diferente:
Grandes proyectos necesitan un largo tiempo preliminar.
Incluso para Navidad esto es ampliamente indiscutible:
Ya desde Octubre están los comercios preparados para Navidad.
Y cuanto más próxima la fiesta empuja
a poner tanto más claro opresivamente también al último ciudadano
 todo lo que aún hay que preparar:
* Regalos apropiados para fulano y zutano,
* no puede olvidarse nada para la comida del día festivo,
* se trata de rellenar aún la bodega,
* la vivienda debe ser adornada festivamente
* y finalmente el guardarropa necesita complementos.
Pero ¿¿¿es esto verdaderamente preparación para Navidad???

En las generaciones anteriores la preparación para la Navidad se componía de un correcto programa de contraste con lo que hoy es usual:
¡Tiempo de Adviento – era tiempo de ayuno!
Y esto tomado al pie de la letra – día tras día, excepto los domingos.
Este tiempo de ayuno era copiado del tiempo de ayuno pascual y, por consiguiente, duraba seis semanas completas:
El día de San Martín se mataban los gansos,
para así saciarse otra vez
- de este modo se podía aceptar esto –
y después comenzaba la estricta abstinencia.

Por la mañana, muy de madrugada, – antes de un largo día de trabajo –
se celebraba diariamente la Misa-Rorate.
Ésta confería expresión a la nostalgia de la venida del Salvador.
Y, al mismo tiempo, cimentaba también esta nostalgia en el corazón de las personas.
Naturalmente las iglesias no estaban calientes,
no había corriente eléctrica.
Por tanto se hacía el camino hasta la iglesia con luces y farolas.
Y en la iglesia más de uno querría haber puesto
las manos amoratadas alrededor de la luz para calentarlas.
¡Nada de luces románticas de Adviento!

Después, por la noche, se sentaban en el cuarto –
reunidos alrededor de una pequeña luz,
y se contaban las viejas historias de Adviento o se leían.
Entretanto en la mesa cada una (o) tenía aún su trabajo.
También se preparaban regalos de Navidad muy modestos y la mayor parte de las veces prácticos
y el pesebre de la casa era arreglado y montado ya por partes.

Todo esto – y muchas otras costumbres más –
tenían una única “meta”:
La celebración del Nacimiento de Jesús en la Noche Santa, la Noche de todas las noches del solsticio de invierno,
que, para los cristianos se convirtió en símbolo de un nuevo comienzo,
en símbolo de una nueva vida,
que se nos regala por la Encarnación de Dios.

Todo esto no es tan lejano:
Aún los mayores de entre nosotros han vivido enteramente  las estribaciones de estos viejos tiempos.
Y, sin embargo, hay un “mundo” entre entonces y hoy.
Los tiempos son otros.
No conduce a nada copiar sencillamente lo viejo
y aún menos hacer romántico lo viejo.

La pregunta reza pura y simplemente así:
Cómo podemos lograr hoy,
aprovechar este tiempo de Adviento
* ¿cómo un tiempo de preparación para la fiesta del Nacimiento de Jesús?
* ¿cómo un tiempo de silencio y de meditación?
* ¿cómo un tiempo que nos abre a lo esencial,
que hace de esta fiesta una cumbre del año?

Naturalmente partimos de viejas costumbres,
cuando invitamos este año de nuevo a la “Misa-Rorate”,
o también a las “Historias para Adviento”.
Y, sin embargo, esto es algo muy diferente a lo que fue:
Tanto la “Misa-Rorate”,
como también las “Historias para Adviento”
y además la oración vespertina bajo el lema
“a través de la obscuridad”
no apuntan en último término a un ámbito emocional,
que era tan extraño en todo caso a nuestros antepasados.
Ya sólo la “holgura”, que para nosotros está unida a ello,
estaba reservada sólo a pocos en tiempos de gran necesidad y pobreza.

Hoy para nosotros se trata de una total experiencia de fe.
Ésta era en los tiempos anteriores sencillamente evidente.
Primero por el racionalismo de un lado y, de otro lado, por una especialización impulsada hasta el exceso
se hizo claramente difícil la experiencia totalizante.
Muchas personas perciben hoy
que falta algo muy importante en su vida.
Y este déficit trae consigo también un empobrecimiento de la fe.

Luego para nosotros gentes de hoy lo que importa es
en primer lugar llegar a uno mismo
y después también unos a otros
y finalmente también a Dios en una íntima comprensión de Su Encarnación.
Nosotros estamos tan entregados a toda clase de cosas,
que necesitamos urgentemente un marco configurado
en el cual se nos haga posible reunirnos.
Nosotros queremos configurar así
tanto la Misa-Rorate
como también la oración vespertina de Adviento
para que creen un marco tal “que reúna”.

Un aspecto de nuestra “dispersión” en la multiplicidad tiene sus raíces en la profusión de sensaciones mediáticas,
que día tras día caen sobre nosotros.
Sobre todo como alternativa al casi inevitable consumo de televisión entendemos las “Historias para Adviento”.
Naturalmente tampoco se consigue mucho con una tal ronda de relatos y lecturas en voz alta una vez por semana.
Pero quizás en una tal experiencia se halle el impulso para desconectar la “caja tonta” más a menudo y también privadamente o en un pequeño círculo de familia y amigos
y en su lugar sencillamente coger un libro
para leer u hojear
y dialogar sobre él y
no sobre las banalidades diarias,
* sino por ejemplo sobre Navidad
* y sobre lo que significa
* y cómo podemos celebrar esta fiesta con sentido y plenitud
* y cómo tiene que prepararse para que no caiga en una gran desilusión.

En esto se halla el sentido más profundo de nuestra exposición de libros prenavideña.
Y si ustedes la han dejado escapar,
encontrarán todavía material de lectura adecuado
en nuestra librería de al lado.
Y también nuestro stand de publicaciones para Adviento contiene sugerencias que ayudan.

Nosotros empleamos en estos días muchísimo tiempo, creatividad y esfuerzo para configurar nuestra iglesia para las semanas de Adviento.
No lo hacemos para nuestra diversión
y aún mucho menos por causa de algunos efectos.
Nuestra iglesia debe más bien –aún mucho más que antes – ser un lugar de reunión,
que nos ayude a todos y a cada uno en particular a encontrarse consigo mismo.

Nuestra iglesia debe también “predicar” por sí misma,
quizás mejor que lo pueda hacer yo.
Debe anunciar el alegre mensaje del Adviento
haciendo lo más posible para que “llegue”.
Naturalmente aquí están en segundo plano las dos escenas de nuestro pesebre de Adviento:
Ahora al comienzo el “milagro del grano” de S. Nicolás
y después más tarde el anuncio del ángel a María.

Aquí hay imágenes para nosotros “personas con vista” – ciertamente imágenes que no pasan rápidamente para dejar sitio a nuevas imágenes.
Aquí hay más bien imágenes permanentes,
que no debiéramos percibir sólo superficialmente.
Imágenes en cuya profundidad penetramos,
cuyo verdadero contenido podemos sondear.

¡Percibamos tranquilamente la posibilidad de una tal contemplación,
percibamos la posibilidad de una confrontación meditativa con temas prenavideños!
¡Vengan siempre de nuevo!
Descubrirán siempre algo nuevo.
No es importante la variedad perseguida,
sino lo muy poco, que nos abre a la Navidad.

Quizás descubran o inventen aún otras posibilidades
para llegar a Adviento y hacer el camino hacia Navidad.
En todo caso yo les deseo de todo corazón un tiempo bendecido y feliz en la fe.

Amen.