Homilía de la Misa de Gallo
2.005
Evangelio: Lc 2,1-14
Autor: P. Benedikt Lautenbacher S.J.
¿Conocen Vds. el pesebre de St. Michael de muy cerca? ¿Han subido ya al espacio del altar y han descubierto ya las pequeñas cosas que están aquí construidas amorosamente?
¿Los pájaros, serpientes, ranas y todo lo que retoza en el riachuelo murmurante?
¡Qué variedad y amor en el detalle!

Cuando los activos constructores del pesebre estaban aún trabajando, estuve delante de él con una madre y su hija de quizás cuatro años y admirábamos a José y a María en el establo. “El Niño Jesús no está aún aquí – Él nacerá en la Noche Santa y nadie sabe dónde está ahora” le aclaré a la pequeña. La niña me miró un poco de soslayo y opinó lacónicamente:
“Tú sabes con certeza donde está ahora la figura...”

Es una necesidad humana saber donde están las cosas, donde todo tiene su sitio; las cosas y también yo. Saber a qué pertenezco, donde estoy, quien soy. Hay una frase significativa de Kart Valentin: “Hoy por la noche me visito –estoy curioso por saber si estaré en casa...”

Poder estar en sí mismo. Poder decir: “¡Aquí se está bien! Aquí puedo ser como soy. Aquí soy ser humano (a mi modo).”

María y José buscaban un lugar para su Hijo, donde pudiera ser ser humano. Se les hizo difícil la búsqueda, pues en todas partes se les dice :¡No hay sitio! Nada sorprendente, pues eran ya demasiados los forasteros en Bethlehem. “¡La barca está llena!” se diría quizás hoy. Quizás algunos también estarían de fiesta  y no tendrían los nervios para la gente pobre. Tampoco se puede tener siempre el día social.

Más tarde opinó alguno: El clero hubiera podido ofrecer un sitio en la sinagoga. Pero ¿en qué piensan: en la casa de Dios un nacimiento?
Hoy sonaría bien, que se pudiera decir, el regalo de Dios a nosotros, los seres humanos, fue aceptado donde se celebra el servicio divino.
 Pero no fue así precisamente. Una posibilidad desperdiciada...

Seguramente también había aún otros espacios,
pero aquí estaban aparatos y máquinas, quizás ordenadores. No se podía ponerlos sencillamente a la intemperie, sobre todo porque tampoco eran muy baratos.

Escuchan el deje del sarcasmo (también yo quiero ahora terminar con ello): Finalmente todo sucedió por culpa del Niño. Pero probablemente esto fue siempre así: para los niños se tiene –si viene al caso-           el sitio más pequeño.

Este Niño también más tarde, en edad adulta, dio gran importancia a no ser otra cosa que niño, que Hijo del Padre celestial, nunca hubo para Él en particular mucho sitio:
De su patria Nazareth fue expulsado, excluido de los parientes e incluso de la sinagoga.

No tuvo nada donde reclinar su cabeza.
Finalmente tuvo incluso que morir fuera de la ciudad.
La historia, que había comenzado en el establo de Bethlehem terminó en el sitio de la basura, ante las murallas de Jerusalem.

Ahora se afirma que en este Niño para el que María y José buscaban un sitio, donde pudiera ser hombre, que en este Niño, Dios ha venido a nosotros.
¿Qué clase de Dios? ¿Por qué Dios se hizo algo así? ¿Por qué se aventura –sin necesidad- en esta situación de apátrida?

Porque Él es como es –porque es muy distinto a nosotros. Porque Él es Dios. Porque Él quiere estar más cerca de nosotros de lo que nosotros mismos estamos... Él acepta sobre sí la situación de apátrida, para que nosotros encontremos sitio para ser personas. Él anima de este modo a que los que tienen algo den a los que no tienen nada.
Él hace que aquellos que se encuentran en necesidad tengan ánimo para confiar que el Hombre Encarnado siempre permanece cerca de ellos...

Pero Dios ha sido siempre así: Con el pueblo de Israel fue por montes y valles; los sacó de la esclavitud al país, que mana leche y miel. Él se llama Yahweh: “Yo soy el que está con vosotros.”

Así también se ha mostrado Dios en Jesús de Nazareth. Él dio de nuevo a muchos, que fueron excluidos por los hombres, un lugar donde pudiesen vivir. Incluso fueron invitados a sentarse a la mesa con Él. Los sin patria y los decepcionados de la vida pudieron ser para Él madre, hermanos y hermanas. Algunos gritaban” “¡Aquí Contigo es bueno estar! Déjanos poner aquí tiendas y quedarnos!” Incluso presuntos muertos, con los que no se contaba para nada, encontraron de nuevo en Él un lugar, donde podían ser personas.

El Niño Jesús ha encontrado espacio en el Pesebre y ha llenado a los pastores de alegría vital y de luz. ¿En mí o en ti está libre para Él la “cámara interior”?
¿Un espacio, en el que el sentido de la vida y la paz vigorosa pueda madurar más fuertemente, pueda nacer? Una paz, que nunca se puede alcanzar por la satisfacción exterior de la nostalgia...

Este espacio está aquí en el Pesebre y donde nosotros ahora celebramos conjuntamente Navidad, puede ser durante el año un lugar disponible, evidente, experimentable – en el que suceda la Encarnación – en el que salte una chispa, como en el encuentro de los dedos en el cuadro de la Creación de Adam de Miguel Ángel.
Aquí, en este espacio, puede suceder el “llegar a ser ser humano”:
- en la silenciosa presencia en la casa de Dios vacía:
- en la participación de la celebración de la Eucaristía, en la que sucede la transubstanciación...
- en los “Ejercicios en la Vida Diaria” (cuaresma);
- en el diálogo con el arte y con otras religiones, donde hay para descubrir novedades palpitantes en los otros y en la propia tradición;
 - en el diálogo o en la confesión, donde es posible el desahogo;
- en la silenciosa presencia ante El que dice: “Yo soy El que soy”...

Hoy hay árboles en la Casa de Dios. Para mí como antiguo agricultor e ingeniero de montes, un espectáculo encantador – no sólo para el Niño. El día de alegría se señala también en forma de muchas luces en las ramas. ¿Han oído Vds. alguna vez que los árboles se regocijan? El Salmo 96 habla de ello:
“¡Griten de júbilo todos los árboles del bosque…
Exulte el campo y cuanto en él crece!
Alégrense los cielos, regocíjese la tierra
retumbe el mar y cuanto lo llena.”

El alegre mensaje de esta noche significa:
¡Dios está humanamente cerca de toda la Creación!
Hombre, aprovecha el tiempo y: di ¡sí! con tu vida.