Homilía para el Domingo Trigésimo Primero
del ciclo litúrgico “C”

30 Octubre 2022

Lectura: Sab 11,22-12,2
Evangelio: Lc 19,1-10
Autor: P. Heribert Graab S.J.
El Evangelio del fariseo y del publicano es sobre todo un mensaje alegre de la amplia misericordia de Dios, que en Jesús de Nazareth toma manos y pies.
Pero este relato del Evangelio desenmascara al mismo tiempo un mecanismo inmisericorde
con el que nosotros, de forma demasiado frecuente,
metemos a los seres humanos en un cajón y sencillamente los “marcamos”: ¡De acuerdo con nuestros prejuicios!

Los publicanos, en Israel en tiempos de Jesús, eran empleados de los romanos
para recaudar tributos, impuestos y contribuciones de la población.
Eran odiados como colaboradores de la potencia de ocupación y por esto estaban aislados socialmente.
Colaboración hubo en todas las épocas.
En todos los tiempos es válida la colaboración, pero también es una despreciable traición,
que, por ejemplo, hoy se da en Ucrania.
Jesús, por el contrario, se acerca a este colaborador Zaqueo, se deja invitar por él a su casa,
haciendo caso omiso de la indignación
“de todos los que veían esto”.

Sobre la apreciación de la colaboración se puede disputar;
los “publicanos” eran considerados además
en el entorno bíblico como estafadores totalmente banales.
“Se” estaba de acuerdo: Estos se guardaban también dinero en su propio bolsillo.
Cobraban más de lo que entregaban a los romanos.
Jesús, por el contrario, no se deja influir por tales prejuicios,
¡Él sabe diferenciar!
En el encuentro con Él queda claro:
Este Zaqueo es muy diferente a un estafador;
todo lo contrario – ¡Zaqueo pone todo lo que le corresponde personalmente a él al servicio de los pobres!
Jesús dice a los presentes y también a nosotros:
Los prejuicios son generalizaciones injustas.
¡Os dejan ciegos para las personas concretas!
Él entra en casa del publicano
para espanto de los piadosos, pero para alegría “en el cielo”,
para alegría también en el corazón del publicano, que quizás experimenta por primera vez el amor
en el encuentro con Jesús.

Por tanto, cuando Jesús en el Evangelio de hoy se coloca manifiestamente contra un prejuicio generalizado,
entonces probablemente también juegan un papel las experiencias propias:
En Su ciudad natal, Nazareth, por ejemplo, las gentes creen que Le conocen.
En realidad “se conoce” a Su familia, Su origen,
Su entorno profesional y social,
del mismo modo que nosotros creemos “conocer”
el mundo de los “gitanos”.
el origen y el entorno social de “Roma” en la Europa del este.
Pero ¡todas estas categorías no abarcan desde hace mucho tiempo a la totalidad de los seres humanos!
Por el contrario: seducen en circuitos cortos,
precipitan fijaciones y prejuicios
y al final y continuamente también pogromos,
con los que nosotros mismos y nuestros antepasados
han actuado contra millones de judíos en Alemania.

Aunque la tradición bíblica nos previene
para que no nos hagamos imágenes de Dios y tampoco de los seres humanos,
nuestra cabeza está llena de tales imágenes,
que fijamos en nuestro juicio,
y que con mucha rapidez nos conducen al rechazo,
a la sentencia o a falsas expectativas.

Todos nosotros e incluso la Iglesia podemos aprender también de Jesús el acercamiento a lo nuevo y desconocido.
Ya en la primera Iglesia “sabían” los cristianos competentes muy exactamente,
que las personas del paganismo no debían ser bautizadas.
El “Espíritu Santo” de Dios lo sabía mejor
y, por lo menos, uno de los cristianos competentes reconoció esto – Pedro:
“¿Se puede denegar a alguien el agua del Bautismo
a éstos que, como nosotros, han recibido al Espíritu Santo?”

Hoy “saben” cristianos competentes con mucha certeza, que las mujeres no pueden recibir la ordenación sacerdotal.
¡Yo pienso que el Espíritu Santo también sabe esto mejor!
Pero los cristianos, que –como Pedro entonces- han reconocido esto,
están sujetos a la Iglesia real de nuestra época.
y siempre son aquella “minoría de bloqueo”,
a la que se le hace difícil despedirse de algo,
que ayer todavía era válido como “correcto”
e incluso como “querido por Dios”
¿¿¿Cuánto tiempo falta aún???

En todo caso aprovechémonos de estas reflexiones del Evangelio para el examen en nuestra vida diaria:
Dar a cada uno la posibilidad de ser lo que ella o él es según la voluntad de Dios
y también la posibilidad de crecer, de madurar y de cambiar.
Miremos a todos los seres humanos con los “ojos buenos” de Dios.

Amén.
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