Homilía para el Séptimo Domingo, ciclo C
20 Februar 2022
Lectura: 1 Sam 26, 2.7-9.12-13.22-23
Evangelio: Lc 6,27-38
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Aproximadamente mil años antes de Cristo comienza con Saúl y David el tiempo de los Reyes en la historia del pueblo de Israel.
Nuestro conocimiento de esta época temprana
afecta considerablemente a la transmisión verbal
de sagas y leyendas.
Pero como con mucha frecuencia acontecimientos y evoluciones históricas pasan a segundo plano.

Aunque, según la Sagrada Escritura de Israel, ambos reyes fueron elegidos por Dios y aunque David en la tradición de Israel se considera sencillamente como el rey ‘ideal’,
ni Saúl ni David son representados como ‘santos’
sin mancha.
Por el contrario: ambos no fueron difíciles de contentar en la selección de sus medios para la consecución y la recepción de su poder.
Ambos tuvieron “las manos manchadas de sangre” y
se entregaron en el período de transición a una dura rivalidad por la vida y la muerte.

Este es el fondo de aquel legendario acontecimiento,
que la Lectura del primer libro de Samuel cuenta de forma expresiva.
Astucia personal, pero sobre todo una casualidad favorable pone en las manos de David la vida de Saúl,
la vida de su rival, que por otra parte anhela la vida de David.
Pero esta singular ocasión
David no la aprovecha con libertad:
Aunque uno de sus más estrechos colaboradores se ofrece a matar a Saúl con su propia lanza,
David rechaza esta propuesta y con razón,
porque nadie podía extender su mano
contra el ungido de Dios .

Sin sospecharlo, David crece con esta oportunidad más allá de sí mismo y actúa alrededor de mil años antes de la venida de Jesús según Su palabra y ejemplo.
Nosotros hablaríamos hoy en día de generosidad desbordante o también de actitud ejemplar.

Naturalmente es “casualidad” que nosotros precisamente hoy escuchemos esta Lectura:
Pocos días antes del regreso proyectado del Cardenal Woelki a su cargo de Arzobispo de Colonia.
Pero a mí me parece que esta historia de David
es ante el segundo plano de los enfrentamientos
de rabiosa actualidad para el Cardenal Woelki.
Hay en Colonia muchos actores
que al Cardenal no le matasen con una espada,
pero le atacan con palabras
que actúan como puntiagudas flechas o
incluso como espadas mortíferas.

Sería quizás oportuno pensar en David,
que tenía muchos motivos para pagar a este Saúl, que le quería matar, con la misma moneda.
Pero David se condujo con respeto frente al
‘ungido de Dios’.
En la Iglesia católica un Obispo es también un ‘ungido de Dios’.
Más aún: Todo católico es por la confirmación un ‘ungido’ de Dios como cristiano responsable.
Y además toda persona es imagen de Dios
con la que debiéramos encontrarnos con respeto,
incluso con amor.

De este respeto y de este amor trata el Evangelio,
cuando Jesús exige a Sus discípulos el “amor a los enemigos”.
Ya entonces empujaba Jesús a Sus oyentes a la resistencia interior:
“¿He oído bien?” se preguntaba más de uno.
Nosotros hoy ¿hemos oído bien y comprendido correctamente que Jesús no trata de simpatía, sentimientos y afecto emocional?
Se trata sobre todo de aquel respeto, que David demuestra a Saúl.
Se trata de la actitud de “tú como yo”.
Se trata de poner término parando la espiral de odio y violencia.

El amor, que Jesús manda, es respeto, estima y existir para los demás,
incluso si este otro odia, maldice y maltrata.
De esto se sigue ayuda concreta, oración y bendición para todo el que esté en necesidad, incluso para el enemigo.

Cuando Jesús habla de “enemigos,
Él no se refiere a aquellos “que se me quieren tirar
al cuello.”
Él se refiere seguramente a aquellos que tienen otra opinión y defienden otro punto de vista.
Se trata de todos los “extranjeros”
que en algunos textos de la Biblia son equiparados con “enemigos”.
Así, por ejemplo, en el relato de Jesús del buen samaritano:
Estas personas de Samaria no eran sólo “extranjeros”,
eran también mirados y despreciados como adversarios  o incluso como enemigos.
Pero precisamente “uno así” ¡echa una mano y ayuda!

Precisamente este samaritano vive,
lo que Jesús exige de Sus discípulas y discípulos:
“Os doy un nuevo mandamiento:     
Debéis amaros entre vosotros como Yo
os he amado.”
¡Amar con el amor universal de Dios,
que no hace ninguna diferencia!

Sólo un amor así universal, respetuoso y activo (¡!),
que, dado el caso, también se compromete,
está en situación de romper la demencia del
egoísmo, venganza, odio y violencia.
Sólo un amor así, universal, respetuoso,
sin violencia y activo (¡!) está en situación de crear paz.
¡Y esto no sólo es válido en la comunidad privada de seres humanos!
¡Esto es válido en la comprensión de diferentes culturas, religiones y pueblos!
¡Y esto es también de total actualidad en el amenazador conflicto entre Rusia y Ucrania!

¡No diga ninguno que son ilusiones y fantasías!
Continuamente podemos hacer todos nosotros la experiencia de que la violencia provoca nueva violencia.
Pero también hemos hecho la experiencia
de que diálogos pacientes e intensa oración
ha creado las condiciones esenciales previas
para la reunificación de Alemania.
Y , por ejemplo, la católica comunidad de San Egidio ha contribuido a menudo concretamente
a crear paz libre de violencia por el Espíritu de Jesús.
La comunidad como moderadora y observadora ha participado en numerosas y  exitosas negociaciones de paz.
Su éxito diplomático muy significativo fue la mediación del tratado de paz para Mozambique
el 4 octubre 1992, que terminó con una guerra civil que duraba sesenta años.

Por afirmar que un amor universal, respetuoso, libre de violencia y activo (¡!) sea no realista y puede resolver los problemas de convivencia real en este mundo, Jesús fue marcado como un soñador,
al que no hay que tomar en serio.
Hagamos nosotros como el propio Jesús:
Abordemos con confianza la promesa de Dios
y Su asistencia animosamente:
¡Vivamos su amplio y respetuoso Amor
y colaboremos un poco con la venida del Reino
de Dios!
¡Rezar sólo no es suficiente!

Amén
www.heribert-graab.de
www.vacarparacon-siderar.es