Homilía para el Domingo de Cristo Rey,
ciclo litúrgico C

24 Noviembre 2019
Lectura: Col 1,12-20
Evangelio: Lc 23,35b-43
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Algunas sugerencias para esta homilía de “Pueblo de Dios” 8/2019 (Heio Weishaupt)
 En la fiesta de Jesucristo Rey, no debiéramos olvidar en primer lugar todo lo que sabemos sobre los reyes, ‘dirigentes’ y gobernantes de este mundo,
sean de los libros de historia o del acontecer político actual, sea de los muchos cuentos que hablan de reyes.

Jesús se denomina a sí mismo Rey en Su proceso
ante Pilatos, pero al mismo tiempo añade:
“Mi Reino no es de este mundo.
Si fuera de este mundo mis seguidores lucharían
para que no fuese entregado a los judíos.” (Jn 18,36)
Y después añade:
“Yo he venido al mundo
para dar testimonio de la Verdad.
Todo el que es de la Verdad, escucha mi voz.”
(Jn 18,37)
Por tanto ¡un Rey al servicio de la Verdad!
¿Quién entre los Reyes y gobernantes de este mundo
puede afirmar de sí mismo esto sin enrojecer?

Pero este Rey, que se sabe obligado a la Verdad
finalmente muere de muerte indigna en la Cruz.
Dostojewski aborda totalmente a este Rey
fuera de un marco familiar para nosotros,
por medio de su gran Inquisidor:
“Tú no bajaste de la Cruz
cuando se te gritaba con burla y sarcasmo:
Baja de la Cruz y creeremos que eres el Hijo de Dios.
Tú no bajaste porque no quisiste hacer esclavos a los seres humanos mediante un milagro,
porque pedías un amor más libre que forzado por un milagro…”

Entonces como hoy Jesús quiere unirse a las personas
•    no con la exigencia de un seguimiento ciego;
•    no por la promesa de riqueza y bienestar
•    y tanto más no por la fuerza,
como es predicado y practicado en todas partes por los reyes y gobernantes de este mundo.

Jesús quiere unirse a las personas más bien:
•    Con invitaciones a vivir como se presentan, a modo de ejemplo, en las Bienaventuranzas;    
•    con actitudes ante la vida como: “si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, permanece solo;
pero si muere da mucho fruto” o
quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien la pierda por amor al Evangelio, la ganará”;
•    y sobre todo con la imprescindible prioridad de
la justicia, la misericordia y el amor.

Esto es, por así decirlo, como Su “programa de gobierno”, como su visión del “Reino de Dios” venidero y lo vive Él mismo con todas las consecuencias.

Sin reserva, Él se pone al servicio del valor de la vida, curando a los enfermos, expulsando demonios,
dedicándose a los pobres más pobres y
les hace posible una vida digna.
Como pastor aboga por las “ovejas”,
tanto que le acarrea también burla y desprecio.
Incluso va tras la “oveja perdida”,
porque para Él es más importante que la propia vida.

Su “poder” como Rey está oculto
en la impotencia de Su amor crucificado.
Bajo el signo de la Cruz,
por tanto, bajo el signo de una existencia externamente fracasada, se reúnen desde hace dos mil años mujeres y hombres que se han entregado
a su poder real.
Su campo de acción entonces era totalmente nulo:
sin embargo, su efecto fue por el contrario inmenso.
Esto lo experimentó ya el ladrón que estaba a Su lado en la Cruz.
Esto lo puedo experimentar también yo
si me dejo invitar a Su seguimiento.

Pero sobre todo experimentaré ya en esta vida
tanto más la plenitud perfecta de la vida:
En el seguimiento de Jesucristo Rey finalmente también hallo la realización de mi nostalgia de aceptación y de amor.
Después me puedo abandonar
porque Dios ha conducido a Jesucristo mediante la muerte en cruz a la Resurrección y a la plenitud de la vida pascual.

En consecuencia se dice en la Lectura de la Carta a los Colosenses:”El Padre también nos ha arrancado de la obscuridad (del sufrimiento y de la muerte) y nos ha admitido en el Reino de Su hijo amado.
Por Él tenemos la salvación, el perdón de los pecados…”
Dios quiso “conducir todo en el cielo y en la tierra (y por tanto también a nosotros) a Cristo y ha fundado la paz en la Cruz por medio de Su Sangre.”

Amén
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