Homilía para el Domingo Vigésimo Sexto
del ciclo litúrgico C

29 Septiembre 2019
Lectura: Am 6,1a.4-7
Evangelio: Lc 16,19-31
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Literatura utilizada: Luise Schottroff y Wolfgang Stegemann “Jesús de Nazareth – Esperanza de los pobres”, Editorial W. Kohlhammer y Heinz Geist en “Pueblo de Dios” 7/2016; Kath. Bibelwerk.
El Evangelio aprovecha la crítica social de la Lectura de Amós
y la expresa en un relato ejemplar concreto.
Este relato se puede entender también como una parábola, como una parábola del Reino de Dios,
tan frecuente en Jesús.

Entonces el mensaje de esta parábola suena así:
En el perfecto Reino de Dios las destrezas sociales, que se reflejan en las mañas de este hombre rico y del pobre Lázaro, se volverán radicalmente del revés.
No se trata de una advertencia o amenaza a los ricos.
Más bien se trata del afilado contraste
entre el lujo del rico y sus inevitables consecuencias dolorosas por una parte
y de la espantosa necesidad del pobre
y de su inigualable dicha por la otra parte.

Esta parábola de contraste llega al quid de la esperanza de los pobres –también y ciertamente ante el sufrimiento por la inutilidad de no poder atravesar nunca el profundo abismo entre rico y pobre

Lucas transmite la parábola de Jesús años más tarde
en el nuevo contexto de su comunidad cristiana primitiva.
Y aquí, a pesar del mensaje de Jesús, hay confrontación con notables diferencias entre pobres y ricos, como Pablo ya antes había experimentado en Corinto.
Este reto le motivó posiblemente para configurar de forma pedagógica la parábola de Jesús.
Lázaro debía al menos advertir a sus hermanos,
para que no fuesen también “al lugar del tormento”.

Tampoco para Lucas es el problema la riqueza en sí misma.
Para él se trata más bien del modo de relacionarse con ella porque la riqueza incluso ciega
ante la indecible necesidad de un Lázaro.
Con este deslumbramiento no cambiaría nada
incluso si alguien volviese de la muerte
y le hablase al vivo en conciencia.
Contra este deslumbramiento por la riqueza
y contra esta dureza de corazón e insensibilidad
sólo ayuda la disposición a abrirse a la Palabra de Dios sin impedimentos,
por tanto, a escuchar el mensaje de la Torá y de los profetas,
desde el punto de vista de Lucas naturalmente
sobre todo el mensaje de Jesús.

Naturalmente también nosotros somos interpelados por este Evangelio del hombre rico y del pobre Lázaro y yo pienso que debiéramos dejarnos interpelar aunque a nosotros –independientemente de este relato- nos pongan furiosos las finanzas y los millonarios.

Llama la atención que el pobre tenga un nombre: Lázaro, es decir, Dios ayuda.
Con él se expresa de qué parte está Dios.
El rico, por el contrario, no tiene nombre,
Quizás esto le dé una función de comodín:
El nombre del rico de la parábola podría sustituirse…
Probablemente se les ocurran a ustedes muchos nombres, con los que podrían sustituir el del hombre rico, pero ¿quizás también con el nombre propio?

P.e. yo podría emplear mi nombre.
Seguramente no me cuento entre los ricos de nuestra sociedad hoy, pero ¿no soy como parte de esta sociedad del bienestar rico e incluso influyente?

En todo caso yacen delante de mi puerta y alrededor del nuevo mercado muchas personas como este Lázaro:
Personas que en nuestra sociedad del bienestar no tienen ningún sitio,
por ejemplo los sin techo o los drogodependientes.
Detrás de nuestro coche en el aparcamiento de Sankt Peter, p.e. se esconden para pincharse la heroína.
Al menos intento mediante un amistoso “por favor” y “gracias” respetar su dignidad humana.
Pero verdaderamente esto ¿es todo lo que yo puedo hacer?
En la mayoría de los casos el dinero no es una auténtica ayuda.
Pero ¿qué pasaría con un diálogo con algo de tiempo que les pudiese dedicar?

Y ¿no yace también delante de su puerta o en su camino hacia el trabajo un Lázaro, al que o a la que casi diariamente ven o no ven?

Finalmente se necesita en nuestro mundo globalizado también una mirada globalizada hacia Lázaro en muchas configuraciones alrededor del mundo.
La solidaridad con él no se puede restringir a los donativos de Adviento y Cuaresma.
Exige nuestro interés humano y político
y nuestro compromiso de abogar por él de múltiples modos.

Éste es verdaderamente el significado cuando no sólo el Papa Francisco habla continuamente de una opción por los pobres.

Amén.
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