Homilía para el Domingo Vigésimo Cuarto
del ciclo litúrgico C

15 Septiembre 2019
Lectura: Ex 32.7-11.13-14
Evangelio: Lc 15,1-32
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Algunas propuestas son de “Pueblo de Dios” 7/2019
(Helga Kohler-Spiegel)
Dios es y permanece para nosotros los seres humanos como el gran Misterio.
Todas nuestras ideas de Él no se corresponden con la realidad del misterio divino.
Así se comprende que nosotros los seres humanos en diferentes situaciones pintemos imágenes muy diferentes de Dios.
Esto también es válido para la Sagrada Escritura que fue redactada durante milenios en condiciones muy diferentes de los seres humanos.
Dos tales imágenes de Dios nos encontramos hoy en la Lectura veterotestamentaria y en el Evangelio.

La Lectura del Éxodo presenta de forma muy humana, incluso de un modo demasiado humano la imagen de un Dios irritado y colérico sobremanera.
Dios guarda rencor a Su pueblo,
que, en una fase de desorientación y duda,
 se ha apartado de Él, su Dios, que es el que le ha conducido a la libertad.
y ahora adora el “becerro de oro” de la fecundidad,
como también lo hacen otros pueblos del Próximo Oriente.

Pregunta: Ciertamente se dice que en nuestra época muchas personas están desorientadas.
También ellas buscan orientación y seguridad
en nuestro mundo con frecuencia tan complicado.
¿Dónde y en quien buscamos hoy seguridad y orientación?

Silencio

En la Lectura me fascina sobre todo la entrada de Moisés, que, como caudillo del pueblo de Dios,
se espanta más que Dios, de lo que estas personas realizan en su ausencia.
Pero Moisés no se embarca en la seductora promesa de Dios, ahora a él, a Moisés, le quiere convertir en padre de un nuevo pueblo.

Moisés entra en un enfrentamiento con Dios,
manifiestamente comprometido con su pueblo apóstata.
Ciertamente este compromiso también para grupos sociales que no responden a las esperanzas individuales o también generales,
echo de menos hoy incluso demasiado a menudo
en los responsables políticos, económicos y desgraciadamente también eclesiales.
Naturalmente un compromiso así no puede implicar:
“¡Yo rezo por vosotros!”
Más bien se trata como en Moisés de una “oración” con el corazón, con todo lo que soy y también con “manos y pies”.

Pregunta: ¿Nosotros en nuestro entorno diario estamos comprometidos con las personas,
incluso si no encajamos de ningún modo
en sus planes?

Silencio

Según el relato del Éxodo, el Dios colérico se deja apaciguar por la intercesión de Moisés:
“El Señor se arrepintió de la amenaza
que había pronunciado contra Su pueblo”
Así termina la Lectura:
Dios muestra su lado misericordioso.

En el Evangelio, Jesús bosqueja al “Padre”
desde un principio como Padre misericordioso.
Dicho más exactamente: Jesús, en este capítulo del Evangelio, se vuelve contra la falta de misericordia de los escribas y fariseos.
Éstos se habían alterado
porque Él aceptaba incluso a los “pecadores”
y comía con ellos.
Ellos entienden por “pecadores” a todos aquellos,
que por cualquier razón, no se atienen a lo que, en su opinión, está prescrito por la ley y por la tradición.

Jesús, por el contrario, se acerca a todas las personas,
se toma tiempo para ellas, las consuela y las cura,
sigue también a los “perdidos”
y quisiera ganarlos para Su mensaje.
Ciertamente Sus oponentes Le hacen reproches.
Jesús se opone a estos exaltados reproches
con ambas parábolas y el relato del Padre misericordioso.

Él dice: Yo soy aquel Pastor, que deja a las 99 ovejas para encontrar a la única “perdida”,
lo cual puede parecer una locura.
Jesús también dice: Yo soy aquella mujer
que barre toda la casa de arriba abajo
hasta el último rincón
sólo para hallar el único dracma “perdido”.
Y finalmente Jesús dice: Yo soy este Padre,
que espera desde hace mucho tiempo
al hijo, que ha renegado de la familia,
al que diariamente busca con la mirada;
el que interrumpe la confesión de culpabilidad
del hijo que vuelve al hogar,
le estrecha en los brazos
e incluso organiza una gran fiesta para él.

Pregunta: ¿Qué significa concretamente esto para nuestro seguimiento de Jesús:
También tener en gran estima a los “perdidos”,
a los dados por perdidos,
incluso a los “inútiles”, no abandonarlos,
interceder por ellos y comprometerse por ellos?

Silencio

Sobre todo entremos en el momento de alegría.
con que terminan los tres relatos del Evangelio:
•    El Pastor dice: “alegraos conmigo;
he hallado de nuevo a mi oveja, que estaba perdida”.
•    La mujer reúne a sus amigas y vecinas: “alegraos conmigo; yo he hallado el dracma, que había perdido.”
•    Y finalmente el Padre: “Él da una gran fiesta; “queremos comer y estar alegres, pues mi hijo estaba muerto y vive de nuevo; estaba perdido y ha sido hallado de nuevo.”

Silencio

El Evangelio relata como conclusión la reacción del hijo mayor:
¡Él no ha comprendido!
Él no tiene el más mínimo sentido de la misericordia del Padre.
Me parece: Por ejemplo que él está hoy con todos los oponentes del interior de la Iglesia de nuestro Papa Francisco, a cuyo Evangelio de la misericordia  hacen oídos sordos.

Pero ¿este hijo mayor  en su incomprensión no nos representa también a muchos de nosotros y quizás incluso a mí mismo?

Amén
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