Homilía para el Domingo Vigésimo Tercero
del ciclo litúrgico C

8 Septiembre 2019
Lectura: Sab 9,13-19
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Homilía del año 2010 –ampliada con el pasaje de la “inteligencia artificial”

La mecánica del cosmos de Flammarion
Paris 1888

Curiosamente el ser humano de los tiempos modernos explora
este mundo y todo el cosmos.
Hoy sabemos que lo hace con gran éxito:
Para bendición de la humanidad, pero también para maldición.
El saber de la humanidad hoy es admirable;
desgraciadamente su sabiduría no tiene igual medida.

Stephen Hawkin por ejemplo,
quiere ser un pozo de imponente saber.
Sin su expresa negación de un Dios Creador,
el cual es en último término sabiduría,
parece por el contrario más que dudoso.
A él y a muchos otros les puede valer el texto de la Lectura:
“¿Quien hubiera conocido tu plan,
si Tú no le hubieses dado sabiduría
y le hubieses enviado tu santo Espíritu desde lo alto?”

No debiéramos perder de vista a aquellos científicos
que contemplan su sabiduría y su fe
como fuentes del conocimiento que se complementan.

Max Planck, el creador de la teoría cuántica, dice por ejemplo:
“El ser humano necesita las ciencias naturales para conocer, la fe para actuar.
Religión y ciencias naturales no se excluyen
como hoy día algunos creen y temen,
sino que se complementan y se requieren mutuamente.
Para el ser humano creyente Dios está al principio,
para el científico al final de todas las reflexiones.”

Igualmente de Max Planck proceden estas palabras:
“En toda aspiración e investigación
busco respetuosamente detrás del misterio del rayo de luz
el misterio del Espíritu divino.”

Y Werner Heisenberg opina:
“El primer trago de la copa de las ciencias naturales hace ateo,
pero en el fondo de la copa espera Dios.”

Ahora nos confrontamos con un capítulo totalmente nuevo de la relación entre la ciencia, la técnica y la fe:
es decir, con el desarrollo de la “inteligencia artificial”.
En un ejemplo aún muy sencillo se ponen de manifiesto las difíciles preguntas que se dirigen a la teología y a la moral y a la Iglesia y a la humanidad-
por ejemplo en el caso del coche autoconducido.

Por una parte puede convertirse en bendición para la humanidad, cuando se piensa que el 90% de todos los accidentes de tráfico remiten al fallo humano.
Tales accidentes y por ellos aproximadamente 30.000 muertos al año se evitarían mediante los vehículos autónomos.

Pero, por otra parte el coche autoconducido también se puede convertir en maldición – sobre todo para los programadores:
¿Cómo puede reaccionar un coche así
cuando, por ejemplo, fallen los frenos?
El coche viaja y choca contra un muro
y mueren todos los ocupantes.
La alternativa: el coche se aparta
y arrolla a cinco sin techo,
que andaban por el paso cebra.
¿Qué decidirían ustedes?

“Con la “inteligencia artificial” invitamos al demonio”,
dice precisamente Tesla-Chef Elon Musk.
Y, sin embargo, sería  -como también antes en el avance científico y técnico-
una falta grave e incluso inmoral
que la “inteligencia artificial” se encontrase con la negación o el rechazo.

La tarea de las iglesias y la política responsable
consiste más bien en comprometer en el bien común
a sus usuarios y a los que sacan provecho.
Probablemente por eso hoy es más necesario
el diálogo entre ciencias naturales, técnica y fe,
cuando a la larga la bendición del conocimiento científico
no debe sucumbir a su maldición.
Sólo hallará aquella esperanza su plenitud,
que expresa el libro de la sabiduría:
“Sólo así se enderezaron los caminos de los moradores de la tierra,
así aprendieron los hombres lo que a ti te agrada
y mediante la sabiduría se salvaron.”

Amen.

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