Homilía para el Domingo Vigésimo,
ciclo litúrgico ‘C’

18 Agosto 2019
Lectura: Jr 38,4-10
Evangelio: Lc 12,49-53
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Una mínima mirada de soslayo a la política
hace también inevitable al servicio divino en todo lugar;
pues la Sagrada Escritura de ningún modo
se mantiene al margen de la política
Por ejemplo hoy la Lectura de Jeremías no es sólo política sino también de rabiosa actualidad.
E incluso para el Evangelio, su fondo político es absolutamente significativo.

Lo que la Lectura nos presenta corresponde al reino de Judá en su decadencia en el año 587 a. de C.
El rey Sedecías era manifiestamente débil
y se dejaba manipular por personas influyentes,
que nosotros calificaríamos hoy como malos nacionalistas:
Para ellos no se trataba de personas,
ni siquiera del pueblo de Dios.
Para ellos se trataba de la independencia de Israel
del rey de Babilonia Nabucodonosor y de su propio poder.
Con el apoyo del gran poder de Egipto,
querían entrar en el juego político de los poderosos de su época.

El profeta Jeremías prevenía por encargo de Dios
de este poder político y de sus consecuencias para las personas.
Se comprende que fuera sacado del camino
y convertido en “víctima”:
Aunque el Rey contempla el juego sucio,
da para Jeremías, por así decirlo, “via libre”
y permite que le arrojen a la cisterna
para que allí se muera de hambre.

Precisamente un extranjero, el cusita Ebed-Melech,
habla claro con el Rey, aboga por Jeremías y
mueve a Sedecías para que permita sacar a Jeremías de la cisterna.
Así salva la vida del profeta,
pero en la política nada cambia,
de modo que sucede lo que Jeremías previó
y quiso impedir por encargo de Dios:
Nabucodonosor intervino, el caudillo babilónico destruyó Jerusalem
y el Reino de Judá se extinguió.

De forma paralela en nuestra época es evidente
que el denominado “Tercer Reich” se basó también en el nacionalismo y militarismo.
Entonces muchos cristianos “aullaron con los lobos”,
pero también hubo “profetas” como Jeremías
que no callaron sino que valientemente abrieron la boca.
Pensemos, por ejemplo, en el Obispo de Münster,
Clemens August von Galen,
que todavía hoy es denominado el “lobo de Münster”.

Y si ustedes entresacan de la Lectura de hoy
el reproche contra Jeremías
“él paraliza las manos del guerrero”,
entonces quizás recuerden el nombre de Franz
Jägerstätter que, a consecuencia del “desplazamiento de la fuerza militar”, fue condenado a muerte y ahorcado por los nazis.
Aún en 1946 dijo el entonces obispo de Linz:
“Yo mantengo aquellos ideales católicos de jóvenes y teólogos y sacerdotes y antepasados por los más grandes héroes, que lucharon en heroico cumplimiento del deber y cayeron”.
Hoy Franz Jägerstätter es venerado en la iglesia católica como mártir y bienaventurado.
Franz Jägerstätter rehusó el servicio militar a consecuencia de los crímenes del nacional socialismo.
Él no era un pacifista en el estricto sentido de este término.
Y, sin embargo, yo quisiera tender un puente mediante su nombre con el Evangelio de Jesucristo:
Continuamente y sobre todo en Su homilía del Sermón de la Montaña, Jesús aboga por la no violencia.
Como pasa con la palabra de Jesús
que hemos escuchado en el Evangelio de hoy:
“¿Pensáis que he venido a traer la paz a la tierra?
Yo os digo que no, sino la división.”

Lo que Jesús quiere expresar con estas palabras,
se puede aclarar en los conflictos familiares y eclesiales que Franz Jägerstätter provocó:
En su familia, sobre todo en su aldea natal
y precisamente también en la Iglesia su decisión condujo a fuertes enfrentamientos y divisiones:
Como ya hemos escuchado se distanció de él el Obispo de Linz.
En su tierra se le negó largo tiempo un lugar en el
monumento conmemorativo de la aldea.
Otros, por el contrario, indujeron  a trasladar ante su casa una “cortapisa”.
Y de nuevo otros organizaron ya en 1983 en la iglesia de su pueblo en el aniversario de su muerte un acto conmemorativo.

¡Contemplemos ahora el destino del propio Jesús!
Confesamos en la fe que Él murió por nuestros pecados y por Su Muerte en Cruz nos salvó.
Pero e independientemente de esto
Él no fue asesinado por motivos religiosos sino políticos.

Como en tiempos de Jeremías nacionalistas influyentes trataban de hacer independiente a Israel de Babilonia,
así sucedió en tiempos de Jesús con los celotas,
un grupo de nacionalistas fanáticos
por la independencia de Israel de la dominación romana.
No en último caso por Su comprometido discurso sobre el “Reino de Dios”
Jesús continuamente se movió en su cercanía.
Algunos de Sus discípulos tenían allí contactos.

Pero Jesús también provocaba a influyentes grupos políticos de Su época:
También a sus ojos se amenazaba el sensible balance de poder entre dirigentes regionales judíos y la potencia de ocupación Su mensaje del Reino de Dios.
Después Jesús había atacado duramente el centro del poder judío del Templo.
Y como Jeremías había prevenido de las catastróficas consecuencias de la política de poder, así previno Jesús también a la vista de las poderosas construcciones del Templo:
“De todo lo que vosotros veis aquí no quedará piedra sobre piedra; todo quedará demolido.” (Lc 21,6)

Además movilizó por medio de Su mensaje y por medio de Sus curaciones en muchas ocasiones
a una amenazante multitud de gente.
Así se extendió por Jerusalem cada vez más temor a los poderosos.

Para terminar un par de breves propuestas a la pregunta:
* En primer lugar: nuestra fe no es de ningún modo de naturaleza puramente privada.
¡La fe cristiana tiene también una dimensión política!
¡A esta dimensión debiéramos también hoy prestar atención de forma consciente!
* En consecuencia, lo que denominamos “pecado” no se da sólo en el ámbito privado y totalmente personal.
Más bien hay también “pecado político” de cada uno en particular y no en último caso el “pecado estructural” en la sociedad.
En éste estamos entrelazados todos los que formamos parte de esta sociedad.
¡Sería sensato y necesario en un examen de conciencia incluir también estos aspectos del pecado!
* Finalmente podríamos, en vista del populismo de derechas y del nacionalismo que se propaga a nivel europeo, reflexionar sobre la Lectura de Isaías
y considerar el ajuste crítico de la Sagrada Escritura
frente a tales tendencias políticas.

Amén.
www.heribert-graab.de
www.vacarparacon-siderar.es