Homilía para el Domingo Séptimo
del  ciclo litúrgico (C)

24 Febrero 2019
Lectura: 1Sam 26,2.7-9.12-13.22-23
Evangelio: Lc 6,27-38
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Según el testimonio de la Sagrada Escritura
el comienzo de la humanidad ya está determinado
por la violencia mortífera.
Inmediatamente en conexión con la historia de la Creación, el libro del Génesis relata el asesinato de Caín a su hermano Abel.

Sólo pocos versículos después ya se hace evidente
cómo este hecho violento se multiplica:
Lamech, un sucesor de Caín, explica a sus mujeres
cómo para él la violencia se ha convertido en principio existencial:
“Por una herida mataré a un hombre,
a un muchacho por un golpe;
si a Caín se le venga siete veces,
a Lamec setenta y siete.” (Gn 4,23 ss.)

Con este fondo escuchamos hoy
esta historia de David de cómo dejó pasar
una única ocasión para matar a su enemigo Saúl,
renunció a la violencia y respetó a Saúl.
Ciertamente David es una figura ambigua de la historia bíblica y seguramente ningún ejemplo
de la no violencia.
Pero el respeto ante el Rey de Israel ungido
tiene para él un peso más grande
que el temor ante Saúl,
que le quería matar por celos.
Así demuestra misericordia al Rey
y se esfuerza por la reconciliación con él.

Ciertamente de esta misericordia preparada para
la reconciliación trata Jesús en el Evangelio.
Para Jesús lo que cuenta es el amor y la misericordia
incluso frente al enemigo sin ninguna excepción:
“¡Sed misericordiosos como también vuestro Padre del cielo es misericordioso!”

Esto es revolucionario y para muchos de nosotros apenas comprensible.
El Papa Francisco escribe en su mensaje de paz de 2017:
“El amor a los enemigos constituye el núcleo de la “revolución cristiana”.
Con razón se contempla el Evangelio del amor a los enemigos (Lc 6,27) como la Carta Magna del pacifismo cristiano;
no consiste en rendirse al mal […
sino en responder al mal con el bien
para así hacer saltar la cadena de injusticia.”

Este “revolucionario” mensaje de un muy extenso
amor y pacifismo cristiano lo vive el propio Jesús de forma totalmente concreta.
Un ejemplo de esto es Su encuentro con la adúltera:
Los fariseos esperan de Él un SÍ a la lapidación de esta mujer, como prescribe la ley de Moisés.
Y ciertamente para Jesús es evidente la vigencia de esta ley.
Pero en último término está la enseñanza del propio Dios.
Pero Jesús sabe también que la ley es para los hombres y no al contrario.
Se agacha y escribe con el dedo en la tierra.
Tras un instante de pensativo silencio
se endereza y les dice:
El que esté libre de pecado que tire la primera piedra.
Y después se agacha de nuevo y escribe en la tierra.
Durante el silencio siguiente desaparecen de forma lo más discretamente posible uno tras otro.
Cuando finalmente Jesús se quedó solo con la mujer, le dijo:
“Mujer ¡dónde se han ido? ¿No te ha condenado ninguno?”
Ella respondió: ninguno Señor.
Entonces Jesús le dijo: Tampoco yo te condeno.
¡Vete y desde ahora no peques más! (cf Jn 8,1-11)

Amor y pacifismo frente a todos y, por tanto, también frente a los enemigos y frente a los “pecadores” e incluso frente a los criminales-
pero no se trata de deshincharse y de capitular.
Más bien depende de ganar a las personas
con fantasía y creatividad,
hacer posible la reconciliación
y hacer lo más posible para convertir en amigos a los enemigos.

Según el Papa Francisco este proceso de aprendizaje comienza en la familia:
“La familia es el crisol indispensable
mediante el matrimonio, padres e hijos, hermanos y hermanas para aprender a entenderse y a preocuparse unos de otros de forma desinteresada;
En ella tienen que darse tensiones o incluso conflictos con fuerza, pero por medio del diálogo,
la atención, la búsqueda del bien del otro,
son superados con misericordia y perdón.
Desde el interior de la familia se extiende la alegría del amor y resplandece en toda la sociedad.

Y gracias a Dios hay también ejemplos impresionantes de pacifismo decidido y practicado de forma consecuente en conflictos políticos y sociales aparentemente irresolubles.
Son inolvidables los éxitos alcanzados por Mahatma Gandhi en la liberación de la India y
los éxitos de Martin Luther Kinas contra la discriminación racial.
El Papa Francisco habla de miles de mujeres liberianas que han organizado encuentros de oración y protestas pacíficas y así han contribuido esencialmente al fin de una guerra civil en Liberia.
Y nosotros mismos aquí en Alemania y Europa
nunca olvidaremos que el muro y el telón de acero
fueron superados por el compromiso no violento y pacífico de muchas personas sobre todo de la Alemania Oriental.
El domingo actual y sus Lecturas nos invitan a embarcarnos en este proceso aparentemente inútil,
a probar continuamente con  amor y no violencia,
aunque tengamos que saltar sobre nuestras propias sombras y no en último caso mantener en lo posible un pacifismo amoroso en nuestra sociedad y
en la relación de pueblos y religiones entre sí
y comprometernos en consecuencia políticamente.

Amén.
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