Homilía para el Domingo Trigésimo Primero
del ciclo litúrgico C

30 Octubre 2016
Lectura: Sab 11,22-12,2
Evangelio: Lc 19,1-10
Autor: P. Heribert Graab, S.J.
Para ser sincero:
¡Tengo dificultades con este Evangelio!

Jesús llega hasta los márgenes de la sociedad de Su época:
* Él pone en el punto central no sólo a los niños,
sino, en general, a los ‘pequeños’ - ¡okey!
* Cura a los leprosos y toca a los que no se debe tocar - ¡okey!
* Él se vuelve hacia los mendigos y los lisiados, que están al borde de la calle, y los pone en pie - ¡okey!

Este mensaje vivido por Jesús de amor a los pequeños y a los venidos a menos lo hace suyo el Papa Francisco en el Año de la Misericordia
y pone signos para nuestra época,
* el primero de todos viajando a Lampedusa, la isla de los refugiados,
* por ejemplo, visitando continuamente hospitales infantiles,
* invitando presos al Vaticano…¡okey!

Pero ahora, por favor, imaginen ustedes la siguiente escena:
Jesús se dirige hoy en día a uno de los grandes banqueros,  un especulador inmobiliario o también a un manager de fondos de inversión y se invita a su casa: “Yo quisiera ser hoy tu invitado, comer en tu distinguida mesa y en el círculo de tus semejantes.
Como entonces, también habría hoy protestas indignadas – dentro y fuera de la iglesia de Jesucristo:
“Precisamente Él entra en casa de uno, que es corresponsable de la crisis financiera de nuestra época.
Pero Él sabe, que ‘éste que está aquí’ tiene todavía bonos sin pagar, por lo que ya cientos de víctimas de sus negocios financieros con gran desesperación se han quitado la vida.”

“Ir a los márgenes” con Jesús - ¡Sí!
Pero ¿esto también significa poder pasar los límites hasta los negociantes, que incluso no tienen escrúpulos- como aquel publicano de entonces o como más de un banquero hoy?
Yo añado:
Probablemente entonces yo hubiera pertenecido a las gentes, que protestaban indignadas
y hoy pertenecería también a estos que protestan.

Ahora cuenta el Evangelio algo asombroso
sobre la reacción de Zaqueo:
Dice así:
“Zaqueo caminó hacia el Señor y dijo:
Señor, la mitad de mi fortuna quiero dársela a los pobres y si he exigido de alguien demasiado,
le devolveré cuatro veces el importe.”

También aquí me supera de forma espontánea un escepticismo incrédulo sobre todo si me imagino en lugar del publicano, a un gestor inmobiliario moderno o a un especulador.
Por otra parte estoy absolutamente convencido de que el imponente encuentro con el propio Jesucristo
y la actuación del Espíritu de Dios también hoy realizan ‘milagros’ y pueden transformar a una persona desde dentro.
Pero para dar el paso de la fe básica a la concreta, yo sólo puedo orar con el padre del joven epiléptico en el Evangelio:
“¡Señor, yo creo; ayuda mi increencia!” (Mk 9,24)

Después comprendo esperanzadamente    
que a mí mismo me ha hablado Jesús con las siguientes palabras:

“Hoy le fue obsequiada a esta casa la salvación
porque también este hombre es hijo de Abraham.
Pues el Hijo del Hombre ha venido
para buscar y salvar lo que estaba perdido.”

Con esto Jesús me dice:
Si tú sólo miras a los seres humanos   
tu escepticismo es comprensible.
Pero tu fe es provocada a la vista de la actuación de Dios:
Su salvación no conoce límites – tampoco allí
donde se trata con los poderosos económica, financiera o políticamente.
También hoy el Dios Encarnado trata de ‘salvar, lo que está perdido’ y no sólo en los barrios pobres y en los centros de atención sociales de este mundo,
sino también en los barrios de villas y en las oficinas de los directivos de los centros de finanzas.

Jesucristo ha venido para transformar todo el mundo y a todos los seres humanos y no en último lugar a mí mismo, para que el Reino de Dios pueda hacerse realidad ¡ya hoy!
¡Todos nosotros tenemos que aprender aún y debiéramos considerarlo como posible!
“Señor, yo creo; ¡ayuda a mi increencia!”

Amén                       
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