Homilía para el Cuarto Domingo del  ciclo litúrgico C
31 Enero 2016
Lectura: 1Cor 12,31-13, 13
Evangelio: Lc 4,21-30
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Probablemente ya hemos experimentado alguna vez una negativa:
* Una oferta bien intencionada, una propuesta, una idea… ¡Rechazada!
* Solicitud de un trabajo, un puesto de trabajo fijo…¡Rechazado!
* El deseo sencillamente de pertenecer a una pandilla, a un círculo de amigos… ¡Rechazado!
* La petición de una amistad personal o de una solicitud de matrimonio…¡Rechazada!

Generalmente una negativa así nos hiere:
Nos sentimos rechazados nosotros mismos,
quizás incluso en el núcleo de nuestra persona,
por tanto, en el núcleo de lo que somos o
de lo que creemos ser.

Según el relato del Evangelio de hoy, Jesús hace esta experiencia impactante:
“Precisamente las gentes de mi ciudad natal, Nazareth, rechazan mi misión, mi envío y finalmente me rechazan a mí mismo.
Los conozco a todos ellos desde pequeño.
Sábado tras sábado los encontraba en la sinagoga.
Con varios de ellos estoy emparentado o nos hemos hecho amigos, de niño ya jugaba con ellos.
Por tanto, estas personas que están cerca de mí,
desestiman ahora el mensaje de salvación de Dios,
que, en Su Nombre, les anuncio.
Más aún: A mí mismo me empujan fuera de la ciudad e incluso quieren matarme.”
¿Qué es lo que impulsa a las personas en Nazareth a un rechazo, en último término, incluso a un rechazo asesino?

Para unos es seguro que en la pretensión de Jesús en Él y mediante Él se cumple la promesa de Jeremías:
“El Espíritu del Señor está sobre mí; pues el Señor me ha ungido.
Él me ha enviado para que traiga a los pobres una buena noticia;
para que anuncie la liberación a los cautivos y
a los ciegos la vista;
para que ponga en libertad a los oprimidos
y anuncie el año de gracia del Señor.” (Lc 4,18s)
Estos versículos preceden inmediatamente al Evangelio de hoy.
Los hemos escuchado el domingo pasado.

Las gentes que están en la sinagoga interpretan esta pretensión de Jesús sencillamente como un delirio de grandeza:
¿De qué presume éste?
¡Pero si nosotros le conocemos!

Aún hay más motivos para que el entusiasmo inicial por el mensaje de Jesús zozobre en un rechazo radical:

En Nazareth, Jesús remite al destino de todos los profetas en la historia de Israel:
El mensaje de ellos también fue siempre crítico
con la conducta diaria y concreta del pueblo.
Por este motivo, exigieron consecuencias muy prácticas y concretas y, en todo caso, decisivas.
Por eso los rechazaban con decisiva oposición
e incluso no era raro que los matasen.
Jesús sólo dice en la sinagoga de Nazareth:
“Nadie es profeta en su tierra”.
Pero más tarde Él fue esencialmente más extremo
en Su crítica a Israel y a sus gobernantes:
“Vosotros erigís monumentos para los profetas,
que fueron asesinados por vuestros antepasados.
Con ello confirmáis y aprobáis lo que hicieron vuestros antepasados.” (Lc 11,47)
El rechazo a Jesús de Nazareth da de nuevo un vuelco y se convierte en cólera llena de rabia
por dos ejemplo bíblicos que Jesús menciona
y que es entendido por sus oyentes como
una provocación:

Jesús recuerda a Elías,
que precisamente salva a una viuda pagana
de una muerte por hambre,
aunque en la misma época en Israel muchas viudas murieron de hambre.
Y también recuerda al profeta Eliseo,
que curó de la lepra a Naamán, un general pagano,
aunque al mismo tiempo también muchos israelitas
fueron golpeados por el azote de esta enfermedad.

Con esto Jesús toca a otros muy profundamente
en el temor sedentario y en la consiguiente negativa
a causa de este temor sobre todo por los extranjeros
y de ello se sigue el rechazo de todos los extranjeros.

En este punto el Evangelio es hoy de rabiosa actualidad:
Casi diariamente sabemos de ataques a los refugiados,
de manifestaciones y también violencia contra
los extranjeros, de incendios contra albergues
de refugiados.

Jesús desde el principio se posiciona contra todo temor y contra todo rechazo también de los extranjeros y durante toda Su vida pública
hasta Su muerte en cruz, Su mensaje de amor es:
“Debes amar a tu prójimo como a ti mismo” (Mt 19,19 y paralelos)
Más aún:
“Amad a vuestros enemigos, amad a los que os persiguen, para que seáis hijos (e hijas) de vuestro Padre celestial;
que hace salir el sol sobre malos y buenos
y hace llover sobre justos e injustos.” (Mt 5,44)

Con el relato del “Samaritano Misericordioso”
Jesús deja claro además que:
Cuando Él habla de amor, no se trata de sentimientos;
se trata más bien de abordar el asunto de forma muy práctica y palpable cuando alguien está en necesidad
y esto independientemente de dónde venga y de qué religión tenga.
Lo único decisivo es que ¡una persona está en necesidad y precisa ayuda!

Ciertamente por esta comprensión práctica y de hacerse cargo del amor, Pablo escribió el texto fascinante de la Lectura de hoy,
que con frecuencia denominamos como el ‘canto del amor’:
“El amor es paciente, el amor es servicial.
No es envidioso, no es jactancioso, no se engríe.
Es decoroso, no busca su interés,
no se irrita, no toma en cuenta el mal.
No se alegra de la injusticia, sino que se alegra con la verdad.
Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
El amor no cesa nunca.”

Este texto se dirige a la comunidad de Corinto,
a los ‘hermanos y hermanas’ en la fe,
por tanto, en absoluto a extranjeros.
Y, sin embargo, también está aquí en el fondo
el rechazo a otros,
el rechazo a aquellos que creen de un modo percibido como ‘extranjero’,
el rechazo a los ‘dirigentes de la comunidad’ concretos y a los ‘funcionarios’,
que actúan de forma diferente a Pablo,
cuyo estilo nuevo actúa de forma desacostumbrada y ‘extranjera’
y que por ello son rechazados en la comunidad.

También este modo de actuar ‘extranjero’ y ‘desacostumbrado’, es para nosotros hoy completamente familiar, no sólo en la Iglesia.
En esto no nos diferenciamos esencialmente de los que acudían a la sinagoga de Nazareth:
Jesús deduce para ellos el auténtico sentido de la tradición bíblica.
Los confronta con las consecuencias prácticas de su fe.
Los libera de las cadenas de las antiguas costumbres familiares.
Les dice:
No es suficiente recitar en la sinagoga antiguos textos, pronunciar las oraciones usuales o también cantar.
Creer es más bien un verbo para la vida diaria.
Creer requiere ser vivido de forma práctica,
sobre todo en el trato con las personas, sobre todo con personas en necesidad.

Todo esto era entonces y es también hoy un reto.
El mensaje de Jesús era entonces extraño y desacostumbrado;
También lo es hoy, después de más de dos mil años.
Provoca y empuja al rechazo.

Por favor, quédense con algunas preguntas para esta semana:
* ¿Cómo me encuentro con extranjeros?
* ¿Cómo pienso y hablo sobre extranjeros?
* ¿Contradigo cuando otros expresan rechazo contra los extranjeros o p.e. se agitan contra los refugiados?
* En general ¿cómo trato con lo que es para mí desacostumbrado y extraño?
* ¿A quién o qué rechazo en mi entorno? Y ¿por qué?
* ¿Podría ser que yo haya reducido mi fe como  cristiana o cristiano a aquello que ha sido para mí familiar y querido?

Amén.