Homilía para el Tercer Domingo del  ciclo litúrgico C
24 Enero 2016
Evangelio: Lc 1,1-4, 14-21
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Ya en el primer día laborable del nuevo ciclo litúrgico
hemos escuchado en el Evangelio de qué trata Jesús en Su mensaje:
“El tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca.
¡Convertíos y creed el Evangelio! (Mc 1,15)
Por tanto, Jesús vuelve continuamente en palabra y vida al tema del Reino de Dios que despunta y
a nuestra fe en la llegada de este ‘Reino’,
de este futuro de Dios ya en nuestra época.

Marcos ha hecho de este tema como una especie
de ‘titular’, por así llamarlo, al comienzo de su Evangelio.
Únicamente de esto trata Jesús en Su vida pública, que comienza después de Su Bautismo.

Los Evangelios de los dos primeros domingos del ciclo litúrgico reflejaban totalmente la Epifanía de Dios en este mundo,
la fiesta de la Epifanía del Señor:
En primer lugar en el mensaje del Bautismo de Jesús
y después en el relato sobe Su primer ‘signo’
en las Bodas de Caná.

Hoy – en el tercer Domingo del ciclo litúrgico-
comenzamos también en los Evangelios dominicales los relatos sobre la vida pública de Jesús –
y en este año ‘C’ con los textos del Evangelio de Lucas.
También Lucas sitúa en el principio el ‘tema’ de Jesús y la intención de todo lo que él dice y hace:
“El Espíritu del Señor descansa sobre mí;
pues el Señor me ha ungido y me ha enviado
para que traiga a los pobres una buena noticia;
para que anuncie la liberación a los presos
y a los ciegos la vista;
para que ponga en libertad a los oprimidos
y proclame un año de gracia del Señor.”

Por tanto en Lucas esto es algo más detallado y más concreto que en Marcos, pero se trata de lo mismo:
¡del comienzo del Reino de Dios!
Pero esta idea no aparece en Lucas.
Según Lucas, Jesús enumera cinco palabras
que para Él son signos muy concretos del Reino de Dios que está comenzando:
•    se anuncia a los pobres una Buena Noticia;
•    se proclama a los presos su liberación;
•    los ciegos pueden ver de nuevo;
•    las víctimas de la violencia humana y demoníaca pueden respirar liberados;
•    comienza un ‘año de gracia del Señor’.

Jesús retoma con esto que dice vaticinios de Isaías sobre el tiempo de salvación venidero
Entonces resulta totalmente decisivo:
Lo que Isaías prometió se ha hecho realidad aquí y ahora:
“Hoy se ha hecho realidad lo que habéis escuchado”
*¡Se ha hecho realidad en Su propia Persona!
* Él mismo es el portador de la salvación de Dios.
* El Espíritu de Dios descansa sobre Él.
* Él mismo es el ‘ungido de Dios’, el Mesías, el Cristo.
En el lenguaje del tiempo festivo que nos queda atrás:
En Él ha aparecido la gloria de Dios en medio de nosotros.

Si contemplamos de forma más cercana y de uno en uno los signos del Reino de Dios, también podemos decir:
En Jesucristo se ha manifestado la misericordia de Dios.
Con ello retomaríamos un término,
que en la actualidad es especialmente importante para nuestro Papa Francisco.
Totalmente en la línea del mensaje del Reino de Dios de Jesús tiene continuamente ante la vista
sobre todo a los pobres.
Él desea, no sólo en Roma, sino también en sus viajes alrededor del mundo visitar a los presos y darles ánimo.
También los enfermos, impedidos y débiles son muy importantes para Él.
E insistentemente se vuelve de forma continua
contra la violencia que se practica entre los seres humanos y los pueblos.
Tomado en sentido exacto, incluso el denominado por él Año de la Misericordia tiene una referencia interna al ‘Año de Gracia del Señor’ bíblico.

Pero el mensaje de Jesús del Reino de Dios no se puede reducir a nuestra idea generalmente aceptada de la ‘misericordia’
Ya en la comprensión de Jesús y tanto más en la visión actual el Reino de Dios es no solamente el
‘Reino de la Misericordia’ sino como mínimo el
‘Reino de la Justicia’.
En el propio Dios misericordia y justicia forman una unidad indisoluble;
la misericordia de Dios es en sí justa
la justicia de Dios es precisamente misericordiosa.
Pero en nuestra limitación humana durante mucho tiempo éste no fue al caso.

La espeluznante discrepancia entre pobre y rico en nuestra época no se puede superar por medio de la misericordia;
Además se necesita una radical conversión a la justicia.
Concretamente para esto son precisas normas legales a todos los niveles,
y normas, que también sean impuestas de forma consecuente tanto a los humildes como a los importantes, en las comunidades, en los estados
y a nivel mundial.

Entre los presos no tiene Jesús en primear línea
a los penados, sino  sobre todo a personas que son arrojadas a la prisión hasta que hayan pagado
sus deudas. (cf. por ejemplo Mt 18,30).
Por tanto, en último término aquí también está 
el problema de la pobreza y de la riqueza
en primer plano.
¡Esto también sucede con frecuencia hoy!
Una mirada a la estadística señala:
Los pobres aterrizan más rápidamente en prisión que los ricos.

Incluso el ‘año de gracia del Señor’ es una institución bíblica que debe reproducir la justicia original entre ricos y pobres:
Se trata especialmente de los bienes raíces
que en el ‘año de gracia’ vuelven al propietario original.
En el ordenamiento jurídico de la Torá dice el Señor:
“La tierra no puede venderse definitivamente;
porque la tierra me pertenece.” (Lv 25,23)
El propio Dios ha dado en feudo la tierra a las tribus de Israel y a sus familias.
Hoy debiéramos abandonar nuestra idea de la tierra,
así, por ejemplo, una ‘burbuja inmobiliaria’ con todas sus desastrosas consecuencias (sobre todo para los pobres) sería imposible.

Aunque el Papa Francisco con el actual Año de la Misericordia ponga la mirada en la actitud interior de los seres humanos,
sin embargo, actúa correctamente en el sentido de Jesús, cuando al mismo tiempo por medio de este Año de la Misericordia ve un desafío político:
Finalmente es tarea de la política crear un orden justo, pero esto
sin la misericordia sólo sería exigir demasiado.
Por tanto, a nosotros nos corresponde no sólo esforzarnos personalmente por la misericordia
sino al mismo tiempo como cristianos responsables políticamente luchar por la misericordia y la justicia
en nuestra sociedad y en general en todo el mundo.

Amén.