Homilía para el Segundo Domingo del ciclo litúrgico C
17 Enero 2016
Lectura: Is 62,1-5
Evangelio: Jn 2,1-11
Autor: P. Heribert Graab, S.J.
La antigua tradición de la Epifanía, la Manifestación del Señor, continúa actuando antes como ahora
y resplandece en lo cotidiano del ciclo litúrgico.
Tras el Evangelio del Bautismo de Jesús (hace una semana) se halla el Evangelio de hoy de las Bodas de Caná, un texto central del alegre mensaje de la Epifanía.

El domingo pasado se anunció:
“Se abrieron los cielos y el Espíritu Santo descendió en forma de Paloma sobre Él,
mientras una voz en el cielo decía:
“Tú eres mi Hijo amado, en quien tengo puestas mis complacencias.”
En Jesús ‘se manifiesta’ el propio Dios, la gloria de Dios.
Hoy se dice:
“Jesús hizo así su primer signo en Caná de Galilea,
y se manifestó Su gloria y Sus discípulos creyeron en Él.”
En Jesús ‘se manifiesta’ el propio Dios, la gloria de Dios.

La imagen de la ‘boda’ ya es una imagen antigua
de la relación amorosa de Dios con Su pueblo.
Por ejemplo, ahora mismo hemos escuchado en la Lectura de hoy:
“Como el novio se alegra por la novia,
así se alegra Dios por ti.”
Ese amoroso afecto de Dios recibe un nuevo brillo,
resplandece de una forma perfectamente nueva en el tiempo mesiánico.
Y ciertamente esto ha despuntado con la manifestación de Dios en Su Encarnación,
en este Jesús de Nazareth.
Con Él comienza la realización de la salvación,
con Él comienza el futuro de Dios para este mundo viejo, caduco.

Juan no habla de un ‘milagro’.
Juan habla de un ‘signo’.
¡Y esto hay que considerarlo e interpretarlo como tal!
Un elemento muy importante de este primer ‘signo’
es la profusa abundancia de la donación de vino.
Dios ‘se manifiesta’ en Jesús como el Dios que obsequia con profusión.
Con ello Dios responde no sólo a la necesidad concreta de entonces en Caná:
“Ellos ya no tienen vino.”
Con esto Jesús pone más bien un signo de contraste
con todas nuestras situaciones humanas de carencia.

Toda nuestra vida está marcada por la carencia:
Empezando por la carencia de tiempo,
de la que nos quejamos personalmente de forma continua,
por los límites que se ponen a nuestra salud con demasiada frecuencia, hasta por el sufrimiento
que nos causan las posibilidades limitadas
para realizarnos nosotros mismos.

Nuestros déficits humanos se hacen aún más claros
cuando en la convivencia de nuestra sociedad
miramos a la humanidad en general y también a la Iglesia:
Falta solidaridad y justicia social,
falta sobre todo paz y visiones de futuro firmes.
Nuestra Iglesia y nosotros mismos estamos muy alejados de lo que esta Iglesia como Iglesia de Jesucristo hace
y de lo que la Iglesia y también nosotros mismos anunciamos.

El mensaje de la Epifanía de Dios,
el mensaje del Evangelio hoy suena contra esto:
El Dios, que se manifiesta en Jesucristo
nos obsequia con Su abundancia:
Donde nosotros sólo ‘concinamos con agua’
Él nos regala vino costoso.
Él equilibra profusamente nuestra carencia en la vida
mediante una vida en alegría y abundancia.

El texto del Evangelio elegido para hoy,
comienza, como lo hace con frecuencia, con las palabras “En aquel tiempo…”
Pero en el texto original del Evangelio de Juan se dice:
“Al tercer día tuvo lugar en Caná una boda…”
Naturalmente Juan no elige esta expresión temporal por casualidad!
Ya en el ‘Antiguo Testamento’ el ‘tercer día’ es un día de teofanía, por tanto, un día de manifestación de Dios.
Por ejemplo, el Señor promete a Moisés ya en el Sinaí:
“Al tercer día el Señor bajará a la montaña del Sinaí ante la vista de todo el pueblo.” (Ex 19,11)
Y ciertamente esto sucedió también entonces:
“El amanecer del tercer día comenzó con truenos
y relámpagos.
Nubes pesadas cubrían la montaña y se oía un sonido creciente de trompetas.
Todo el pueblo comenzó a temblar en el campamento.
Y Moisés condujo al pueblo fuera del campamento
al encuentro con Dios.” (Ex 19,16-17).

Pero Juan va más allá porque en su descripción de la Boda de Caná tiene ante la vista ‘aquel tercer día’, en el que tuvo lugar la Epifanía de Dios en la Resurrección de Jesús. Él es fuente y Señor de toda vida.
En la Resurrección de Jesús se concluye,
lo que la Boda de Caná esboza en forma de signo:
El regalo de una vida en alegría y abundancia.
Por tanto, ¡el mensaje vital de nuestro Evangelio hoy
refleja ya algo de la clara luz de la mañana de Pascua!

Jerónimo, Padre de la Iglesia, que vivió en el siglo V, se preguntaba sobre el Evangelio de la Boda de Caná:
“¿Apuraron ellos todo el vino?”
La respuesta de Jerónimo rezaba así:
“¡No! ¡Todavía hoy bebemos de ese vino!”

¡La respuesta de Jerónimo da en el quid no sólo de esta parte del Evangelio sino de todo el alegre mensaje de Jesucristo!
¡Sólo por ello se trata del alegre mensaje también para nosotros hoy!
Todo lo que se nos ha anunciado, sucede hasta el día de hoy y es de esencial significado para cada uno de nosotros.
Esto es válido no en último caso para la Epifanía de Dios:
La gloria de Dios ‘se manifiesta’ también en nuestros días.
El afecto de Dios hacia nosotros es absolutamente concreto, sucede aquí y hoy.
Pero tenemos que reconocer los ‘signos’ e interpretarlos correctamente.

Ya entonces no era aparentemente muy sencillo:
Por ejemplo, así lo dice expresamente aquel que era responsable del convite:
“¡No sabía de dónde había llegado el vino!”
Los criados, que habían traído el agua,
lo sabían, pero tampoco lo comprendieron para poder interpretarlo.
Sólo de los discípulos de Jesús se dice:
“Así hizo Jesús Su primer ‘signo’ en Caná de Galilea y manifestó Su gloria y Sus discípulos creyeron en Él.”

Por tanto, para nosotros se trata de descubrir hoy
los ‘signos’ y de interpretarlos también desde la fe.
por ejemplo, ‘signos’ de abundancia hay en la naturaleza a montones:
Tan pronto como llega de nuevo la primavera
apenas podemos abarcarlos.
Observemos que nadie entre nosotros puede decir:
“¡Él (o ella) no sabía de dónde venía esta abundancia!”
También muchas otras cosas en la vida diaria 
- a veces nimiedades – pueden ser ‘signos’:
Algunos encuentros o experiencias,
incluso noticias del periódico
tienen carácter de ‘signos’ para mí.
Pienso, por ejemplo, en el enorme y espontáneo compromiso con los refugiados.
¡Miremos, por tanto, con ojos abiertos y creyentes
lo que sucede a nuestro alrededor!

Y no en último caso preguntémonos:
¿Qué referencia nos dan los ‘signos’ en la liturgia,
cuando los percibimos conscientemente y nos esforzamos lo más posible porque no sea del modo acostumbrado y superficial?
Jesús nos invita esta noche a tomar parte en la mesa de Su convite y a gustar el vino exquisito,
y a ver que Él realiza ‘milagros’ verdaderos:
¡En Él, el propio Dios nos sale al encuentro!
¡Epifanía!
¡La gloria de Dios se manifiesta en medio de nosotros!

Amén.
www.heribert-graab.de
www.vacarparacon-siderar.es