Homilía para el Domingo Trigésimo del ciclo litúrgico C
27 Octubre de 2013
Lectura: Si 35,15b-17.20-22a
Evangelio: Lc 18,9-14
Autor: P. Heribert Graab S.J.
¿Recuerdan ustedes el Evangelio del domingo pasado?
En el punto central estaba aquella viuda,
que, con terquedad impertinente,
consigue justicia de un juez injusto.
El Evangelio de hoy continúa inmediatamente
con esto.
Y también hoy se trata de justicia,
ciertamente con un acentuación algo diferente:
En el relato de la lucha de la viuda por su justicia
se trataba de una causa justa ante un tribunal humano.
Hoy, por el contrario, el tema reza así:
¿Quién es justo ante Dios?
Y ¿qué me hace justo a mí mismo ante Dios?

Una respuesta a esta pregunta la da Jesús con un contraejemplo, con el ejemplo negativo del fariseo,
cuya justicia es sencillamente una egolatría arrogante.
Por tanto, no sólo una auto-confianza inconcebible, sino una arrogancia, en la que se realza a sí mismo, dejando a otros en mal lugar.
Esta egolatría comparativa está también hoy muy extendida.
En una traducción actual de la oración del fariseo
se dice:
“Gracias porque yo no soy tan burgués como
mi vecino,
ni tan pendenciero como mi cuñada,
y tampoco tan caótico como mi colega.”

Para el fariseo del Evangelio las otras personas son sencillamente generalizando “ladrones, estafadores, adúlteros o sencillamente publicanos.”
En consecuencia, este hombre mira con ‘malos ojos’ a las personas de su entorno y las considera tan malas para así situarse él en una luz resplandeciente.
También es totalmente familiar para nosotros esta depreciación generalizada de los seres humanos.
Entre nosotros más atónitos están los gitanos
que nos llegan de Rumania como inmigrantes totalmente pobres.
Su grupo étnico sufre estos prejuicios arrogantes y egocéntricos hace siglos en Europa occidental.
Ya hace muchos años ha puesto el dedo en esta llaga Reinhard Mey con una canción:
Gentes, guardad vuestra ropa,
cerrad con llave la puerta del jardín:
¡Los músicos están en la ciudad!
Poned al gato en el escondrijo y también la cuerda de la ropa:
¡Los músicos están en la ciudad!
Y lo que no esté bien guardado
y lo que no esté bajo ningún cerrojo
en seguida es birlado y permanece eternamente desaparecido:
¡Los músicos están en la ciudad!
¡Compasión, los músicos están en la ciudad!

Esta injusticia arrogante y egocéntrica se presenta además no sólo de forma individual.
Más bien se halla también colectivamente,
por ejemplo en la comunidad de estados
de la Unión Europea.
Un ejemplo de esto es el decreto Dublín-II de la UE.
Para la realización de un procedimiento de asilo
es competente el miembro estatal
del país, en el que ha entrado el que busca asilo.
Este reglamento conduce en concreto a que a un país como Italia se le exija con mucho ser justa
hasta un cierto punto con los que buscan asilo.
La consecuencia:
Muchos de los que buscan asilo viven en condiciones infrahumanas.
Y esto, aunque ciertamente, la UE, por otra parte, reclame continuamente con palabras los derechos humanos y dignidad humana.

También, en mi opinión, hay una gran arrogancia y egolatría detrás de la campaña mediática contra el Obispo de Limburg.
Una tarea esencial de la prensa es, sin duda, sacar a la luz del día anomalías, derroches, corrupción y,
en general todo lo que “hiede bajo el cielo”.
Estoy agradecido cuando los medios realizan esta tarea sin acepción de personas ni cargos ni ‘grandes apellidos’.
Pero cuando las personas son ‘hechas migas’ y ‘derribadas’, entonces esto no tiene nada que ver
con la justicia.
Entonces todos los principios del estado de derecho
sencillamente son echados por la borda.
Visto así, la decisión del Papa Francisco de ‘otorgar un tiempo libre’ al Obispo es una decisión beneficiosa, que no es natural en la Iglesia católica:
- ninguna destitución autoritaria ‘desde arriba’
- ningún juicio sin una transparente clarificación de los hechos,
- ningún juicio sin oír al ‘acusado’
- ninguna capitulación ante la apariencia engañosa de la opinión populista.

Finalmente mucha arrogancia y egocentrismo
se expresa en un renglón de aquella canción,
que gracias a Dios ya hace décadas ha desaparecido de los libros de cánticos católicos:
“Nosotros estamos en el cristianismo verdadero”
Quien cree haber arrendado la verdad se desvía también de principios de acción universales.
Estos llegan muy fácilmente a sentencias
‘desde arriba’ muy en la línea de aquel fariseo del Evangelio de hoy.
Actualmente, por ejemplo, esto se podría aclarar con aquellos principios inmisericordes que – en todo caso de forma eclesialmente oficial– prohíben la recepción de los Sacramentos a los divorciados vueltos a casar.
Sobre esto no se pudo discutir en la Iglesia hasta ahora.
El Papa Francisco ha invitado a un diálogo abierto sobre esta cuestión pastoral urgente y para esto ha convocado un sínodo episcopal en Octubre de 2014.
Ahora, en estos días la línea dura de la Congregación para la Fe ya ha clavado, por así decirlo, estacas fronterizas en el suelo,
según el lema: “¡Hasta aquí y no más allá!”
Por tanto, se confirma en una declaración pública
la exclusión de la recepción de los sacramentos de los divorciados vueltos a casar:
Según la doctrina vigente eclesial en esta cuestión no se podría hacer ninguna excepción.
Un diálogo, al que naturalmente también la Congregación de la fe puede aportar algo,
suena a mi entender de otra forma.
Se impone la sospecha de que se trate posiblemente de negarse a unos comienzos “ablandados”.
Se podría ver también en esto un reto contra Francisco.

Detrás está naturalmente una buena conciencia
del mismo modo que también reza el fariseo en el Evangelio con buena conciencia.
Pero en contraste con esto Jesús presenta la imagen del publicano.
Éste no insiste en algunas verdades, principios o leyes y en su cumplimiento.
Más bien él fija su atención sólo en la misericordia de Dios.
Me llama la atención que Francisco hasta ahora apenas ha pronunciado la palabra justicia,
pero habla constantemente de la misericordia.
En un contexto político puede verse en esto un déficit, pero dentro de la Iglesia yo me deseo
que Francisco también de ahora en adelante
apueste por la misericordia de forma inflexible
y que consiga hacer familiar en la Iglesia una justicia misericordiosa y un misericordia justa.

Para terminar aún una muy corta mirada a la Lectura del libro de Jesús Sirach:
 Como siempre en la Biblia aquí también se trata de una justicia ante Dios, que tiene su medida en la propia justicia de Dios.
Ésta abarca mucho más de lo que nosotros entendemos por justicia.
Y nunca se puede comprender prescindiendo de la misericordia de Dios.
Sin embargo, los textos bíblicos acentúan la palabra justicia de forma diferente.
En todo caso en la Lectura de hoy, Jesús Sirach utiliza esta palabra casi con un significado similar
a lo que nosotros denominamos “justicia social”.
Este texto tiene no por casualidad una gran cercanía con el Evangelio del domingo pasado:
“Los gritos de los pobres atraviesan las nubes,
y no cesan hasta alcanzar la meta.
no cejan hasta que Dios les atiende y
el juez justo les hace justicia.”

Quizás debiéramos enviar este texto por correo electrónico, a los que en estos días y semanas desarrollan el programa de gobierno de una gran coalición.
Finalmente deseamos a la mayoría de los ciudadanos esta coalición por amor a la justicia social.

Amén.