Homilía para el Domingo Décimosexto del ciclo litúrgico C
21 Julio 2013
Lectura: Gen 18,1-10a
Evangelio: Lc 10,38-42
Autor: P. Heribert Graab, S.J.
Para cada uno de nosotros casi es familiar este Evangelio.
También conocemos más de una interpretación:
Por ejemplo a este Evangelio se recurre continuamente para discutir la relación entre la vida activa y la contemplativa.
También los ‘modelos femeninos’ de María y Marta son utilizados (o ¿mal utilizados?) para determinar los papeles de la mujer en la Iglesia.
Con frecuencia tales interpretaciones conducen a callejones sin salida.

Así, por ejemplo, se convino durante mucho tiempo
que María verdaderamente y sea como fuere
“ha elegido la mejor parte”.
En el momento, en el que Jesús está en su centro, esto puede ser válido:
una ocasión así no se repetirá en mucho tiempo.
Por tanto, ahora es válido situar las prioridades correctamente y escuchar al Señor con suma atención.

Pero Lucas cuenta la historia de María y Marta no por casualidad en inmediata conexión con el relato del Samaritano Misericordioso.
Él es más bien un tipo como Marta y sencillamente echa una mano donde se le necesite.
En su situación, en el camino de Jerusalem a Jericó,
no se le ocurriría a Jesús decir:
“¡María ha elegido la mejor parte!” - ¡todo lo contrario!
¡Cada cosa a su tiempo!
Muy en el sentido de Marta, la Iglesia trata hoy
de la atención práctica de la hospitalidad.
En todo caso, esto se señala en la Lectura veterotestamentaria.
La hospitalidad es una palabra bíblica clave.
En la Lectura presenciamos como Abraham
celebra de verdad la hospitalidad.
Para esta celebración de hospitalidad
él se toma mucho tiempo.
Hace colaborar a todos los que pertenecen a la casa.
Y para él tampoco el coste juega ningún papel.

Hasta en el Nuevo Testamento repercute esta hospitalidad ejemplar de Abraham y Sarah
“en la encina de Mambré”.
Un versículo de la Epístola a los Hebreos hace referencia inmediata a esto:
“No olvidéis la hospitalidad, pues mediante ella
algunos han hospedado ángeles sin presentirlo.” (Heb 13,2)
Las primeras comunidades cristianas vivieron y crecieron mediante el cuidado de la hospitalidad.

El propio Jesús fue aceptado hospitalariamente con mucha frecuencia y supo valorar esta hospitalidad –
así también sucedió con la hospitalidad en casa de Marta y María.
Naturalmente Él era consciente de que la hospitalidad tiene su precio,
que cuesta algunos esfuerzos.
En este sentido, no tiene intención de criticar a Marta a consecuencia de estos esfuerzos,
que ella asume por amor a la hospitalidad.

Para Jesús la hospitalidad tiene otra cara
como mínimo tan importante, aunque lo puede ser aún más:
Ante Sus ojos, María también cuida la hospitalidad.
Se toma tiempo para el huésped,
Le escucha con toda tranquilidad y muy atentamente
y cuida el diálogo –
un elemento esencial de la hospitalidad.
Jesús no enfrenta a Marta y María.
Más bien les señala a ambas y también a nosotros
lo que es verdaderamente decisivo:
En el punto central de la hospitalidad está
el ser humano, que es el huésped.
Él debe sentirse bien.
Naturalmente también se trata de la comida
y de la bebida.
Pero, sobre todo se trata del encuentro personal,
de un coloquio de atenta escucha
y de que el huésped encuentre receptividad
para lo que es importante para él.

Y ciertamente deberíamos tomar también más
en serio este aspecto muy importante de la hospitalidad, cuando celebremos en estos días
de verano algunas Grillparty y otras fiestas con huéspedes:
No se trata en primer lugar de comer y beber
y tampoco de presumir nosotros mismos con selectos alimentos y vinos caros;
más bien se trata también hoy de estima y escucha atenta para el huésped.
Se trata de que le dejemos hablar y de que nosotros,
mediante sugestivos diálogos, también nos podamos enriquecer con él.

Echemos aún una breve mirada atrás sobre aquella pregunta del escriba, que fija el tema tanto para el relato del Samaritano como también para la visita
de Jesús a casa de Marta y María.
La pregunta es ésta: “¿Qué tengo que hacer para ganar la vida eterna?”
O algo más en el lenguaje de nuestro tiempo:
‘¿Qué da sentido a mi vida y que le proporciona
una perspectiva ventajosa?’

La respuesta bíblica es concisa:
Nosotros los seres humanos estamos concebidos totalmente para un amor amplio –
para el amor a Dios, para el amor a los seres humanos y no en último término para el amor
a nosotros mismos.
¡Vivir este amor – esto es lo que importa!
Sólo este amor puede llenar nuestra vida de sentido.

Nosotros también preguntamos hoy, como hizo el escriba entonces:
Amor - ¿qué significa esto de una forma totalmente concreta en nuestro vivir cotidiano?

La historia del Samaritano Misericordioso da la respuesta:
Echa una mano sin titubear y ayuda donde te sientas confrontado de forma concreta con la necesidad.
Y probablemente está en el sentido de Jesús ver
la necesidad donde un ser humano ha sido atacado
por ladrones.
En la misma línea de Jesús, nos debiéramos preguntar:
¿Qué ser humano me mira en su necesidad y espera que yo me convierta en el prójimo para él?
¡No consintamos que espere en vano!
Por ejemplo, hoy es para no pocas personas
una gran necesidad tener a alguien
que disponga de tiempo para escucharlas!

Ciertamente de ello se trata en el Evangelio de hoy con la visita de Jesús a la casa de María y Marta:
También este Evangelio da una respuesta a la pregunta sobre el amor y cómo se concreta.
Se dice en primer lugar:
* ¡Cuidad la hospitalidad!
¡Aceptad no sólo a los que ya son vuestros amigos!
Aceptad –como Abraham- de forma hospitalaria también a extraños y naturalmente sobre todo
a extraños que, en su necesidad,  necesiten urgentemente vuestra hospitalidad-
por ejemplo, refugiados.

Pero después también dice el Evangelio:
* Tomaos tiempo unos para otros y esto naturalmente no sólo si alguien llama a vuestra puerta como huésped.
¡El tiempo es lo más importante que os podéis regalar unos a otros!
* ¡Y escuchaos atentamente!
¡Sed todo oídos para el que habla e introduciros en lo que es importante para él!

Y no en último término el Evangelio también nos dice:
* ¡No olvidéis el amor a Dios!
Sin el amor a Dios falta el fundamento de cada uno de los demás amores.
Por tanto ¡tomaos también tiempo para Dios!
Estad –como María– atentos a Él y a lo que
Él os quiera decir.

Todo el desarrollo concreto del mandamiento del amor podría ser medicina
contra las variadas perturbaciones relacionales de nuestro tiempo.
* Podrían ustedes vencer el aislamiento.
* Podrían ustedes ayudar a vivir en verdadera solidaridad, en lugar de sólo hablar de ella.
* La amistad sucedería no sólo de forma virtual en las redes sino realmente en la vida verdadera.
* La realización de aquel sueño, con el que también hoy sueñan muchos jóvenes, no tendría ya que ser algo ilusorio:
El sueño de un amor ‘hasta que la muerte os separe’

Todo esto de nuevo deja claro ante mis ojos,
la actualidad del Evangelio de Jesucristo también hoy y como podría contribuir mucho a hacer nuestra vida digna de ser vivida.

Amén