Homilía para el Domingo Décimoquinto del ciclo litúrgico C
14 Julio 2013
Evangelio: Lc 10,25-37
Autor: P. Heribert Graab, S.J.
Todos nosotros sabemos que Jesús viste Su mensaje en muchas ocasiones con ‘historias de lo cotidiano’, con historias ilustradas y expresivas parábolas.
Hasta el día de hoy estos relatos e historias de Jesús son algo más vivo que las áridas teorías y
las verdades del catecismo.

Un ejemplo modélico es el relato de Jesús
del samaritano misericordioso.
Con este relato, Jesús da al escriba una respuesta
a su pregunta:
¿Quién es verdaderamente mi prójimo?
Naturalmente la respuesta de Jesús se puede entresacar también de la historia y ponerle
un denominador muy breve.
La respuesta suena así:
“Tu prójimo es el que necesita tu ayuda.”

Pero esto no es ni mucho menos todo lo que se halla en el relato del samaritano misericordioso.
Ciertamente en esta historia me fascina siempre
de nuevo el arte de Jesús para tratar no sólo
con imágenes sino también con el lenguaje.
Con juegos de palabras, aparentemente pequeños,
Jesús puede expresar eventualmente algo esencial,
por ejemplo en esta historia del samaritano.
Ciertamente yo ya he hablado varias veces
sobre el mensaje nuclear del Evangelio de hoy,
que se oculta tras un juego de palabras.

La pregunta del escriba sobre el mandamiento
del amor al prójimo suena de forma sencilla:
“Y ¿quién es mi prójimo?”
Para dar una respuesta a esta pregunta, Jesús cuenta la historia del samaritano misericordioso.
Al final, Jesús pregunta otra vez, como un buen maestro, si oyente lo ha entendido todo.
Por tanto, Jesús le pregunta:
“¿Quién de estos tres se ha mostrado como
el prójimo de aquel que fue atacado por los ladrones?”

Frecuentemente nos llama la atención en la segunda escucha, que Jesús en Su pregunta haya cambiado
la persona de referencia:
El escriba había preguntado:
¿Quién es mi prójimo?
Pero la contestación de Jesús suena al final:
¿Quién se ha mostrado como prójimo para
el atacado?

Aquí se halla detrás de esto una notable diferencia:
Con su pregunta el escriba se coloca a sí mismo,
por así decirlo, en el punto central:
Alrededor de este punto central él traza, por así decirlo, un círculo y así determina, quién está próximo –por tanto él mismo–, más próximo,
super próximo:
o precisamente también, quién está lejos del punto central.
Para el escriba está claro, como para todos nosotros:
Mi familia y mis amigos más estrechos son de forma totalmente natural mis prójimos.

Como judío, el escriba traza alrededor del punto central un círculo aún más amplio, que para él abarca igualmente a los ‘allegados’.
Este es el círculo de todos aquellos que pertenecen
al pueblo de Dios, por tanto, al pueblo judío.
Pero entonces el final es:
los círculos amplios señalan a los más o menos ‘extranjeros’,
en primer lugar a aquellos con los que no existen relaciones más estrechas ni de forma positiva ni negativa;
en los círculos exteriores se trata de ‘tipos’ como este samaritano:
Éste pertenece a un grupo de personas que tanto política como religiosamente están alejados del pueblo de Dios.
A éstos ya no se les puede imaginar como “prójimos”, por el contrario:
A personas ‘como éstas’ se las evita.
En el círculo más extremo están entonces sólo aquellos ‘enemigos’, con los que se está en guerra actualmente.

Quizás dibujen ustedes en una hora tranquila
su propio sistema de relaciones a modo de círculos,
alrededor de un punto central, que son ustedes mismos.
La pregunta sería si su sistema se diferenciaría esencialmente del que tenía el escriba???

Jesús, por el contrario, pone todo este sistema en cuestión.
Para Él ya es falso el planteamiento de colocarse
a sí mismo en el centro.
Ya cuando tú preguntas, ¿quién es mi prójimo? ¡estás equivocado!
Jesús dice, en primer lugar al escriba, pero también
a cada uno de nosotros:
¡Tú piensas equivocadamente!
¡Tú tienes que poner todo tu pensamiento del revés!
¡No sólo sal en tu pensamiento de ti mismo,
sino coloca en el centro desde el principio a aquel que ha caído en manos de los ladrones, es decir,
a aquel que necesita tu ayuda.

Muy en el sentido de este’centro puesto del revés’
ha partido el propio Jesús en Su pensar, hablar y actuar con los pobres y con los insignificantes,
con los enfermos y con los marginados
e incluso con los pecadores.
Muy en el sentido de este’centro puesto del revés’
piensa, habla y actúa evidentemente también
el Papa Francisco.
Totalmente en este sentido quiso saber comprenderlo recientemente en su viaje a Lampedusa,
por tanto a la isla de los refugiados.
Con el Evangelio de hoy, Jesús nos coloca a cada uno de nosotros ante la pregunta:
¿Qué hay en el punto central de tu pensamiento?
Y: ¿No debes Tú también orientar tu pensamiento en otro sentido?.
Amén