Homilía para el Domingo de la Trinidad
29 Mayo 2010
Acercamiento al misterio del Dios trinitario y uno y trino mediante cuatro imágenes.
Autor: P. Heribert Graab S.J.
La fiesta de Pentecostés del domingo pasado
ya nos ha confrontado con el misterio de Dios:
No se trata de un relato imaginable,
como el de Navidad o, en cierto modo, el de Pascua.
Sólo dos símbolos para ser finalmente inimaginable:
El estruendo “como de una tormenta” y el fuego.

Hoy este desafío llega al “tope” otra vez en la fiesta de la Santísima Trinidad.
Introduciéndonos en el misterio de la fiesta de hoy,
nos sumergimos en la más íntima esencia de Dios
y, sin embargo, en sentido estricto
no “comprendemos” nada;
esta falta de comprensión la podemos interpretar como una impenetrable obscuridad o también como una luz cegadora.
O nos apartamos de forma in-creyente
o caemos de rodillas en adoración.

La Teología tartamudea,
continuamente intenta nuevos enfoques con
muchas palabras,
que casi no encuentran ningún camino
en nuestro corazón y
que parecen estar muy lejos de nuestra fe.

Aquí ayudan más a nuestra fe las imágenes,
que fueron acuñadas por la fe orante de los artistas,
aproximadamente como algunos iconos.
O también imágenes, cuyo fondo espiritual
es la mística.

Para mí son personalmente importantes en esta fiesta cuatro imágenes,
porque comunican un presentimiento reverencial
de lo que nosotros celebramos hoy
y porque constituyen una referencia a nuestra realidad existencial:
•    el famoso icono de la Trinidad de Andrej Rubljow,
•    igualmente la significativa imagen de la Trinidad  del Códice Sci-Vias de Hildegard von Bingen,
•    un sorprendente fresco del siglo XIV de la Iglesia de St. Jakobus de Urschalling en la Alta Baviera,
•    y finalmente un moderno relieve de la “Trinidad de la misericordia”.

1. El icono de Rubljow se remonta a una misteriosa aparición de Dios en el Antiguo Testamento, en el que se promete a Abraham ya viejo el nacimiento de un hijo (Gn 18,1 ss)
 

Se habla de tres hombres y, sin embargo, son
“el Señor” en singular (¡!)
Rubljow sabe del misterio de Dios:
Ningún ser humano puede acercarse a Él;
pero Él se aproxima al ser humano en forma
de un ángel, del “ángel del Señor”.
Por eso, pinta Rubljow a los invitados de Abraham como tres ángeles.
Y, sin embargo, forman –volviéndose unos hacia otros– una misteriosa unidad en un círculo,
que se vislumbra,
símbolo de la perfección divina.

Rubljow describe la eterna esencia de Dios como unidad en la multiplicidad.
Con ello roza al mismo tiempo un problema de candente actualidad, que los seres humanos tuvieron que proponerse en todos los tiempos:
¿Cómo llevamos en nosotros mismos y en nuestra sociedad la experimentable multiplicidad en una armónica unidad?

Como seres humanos, nosotros somos creados
a imagen y semejanza del Dios trinitario.
Cuando medimos todo por el mismo rasero
por amor a la uniformidad,
nos alejamos de la primigenia imagen divina
tanto como cuando hablamos de un pluralismo,
en el que todo queda mezclado.

2. Quizás la representación de la Trinidad de Dios
con mayor sentimiento profundo se encuentre
en el Códice Scivias (“conoce los caminos”)
de la gran mística Hildegard von Bingen.


 
Un anillo de plateado, que genera luz,
rodea a un círculo áureo, en el que giran
llamas rojas.
Pero en el centro está un ser humano.
No está en el fuego del círculo áureo.
Más bien se traza un estrecho borde
del anillo de luz plateada alrededor de la
figura humana azul zafiro, que la protege de entrar en contacto con el fuego.
•    Dios: la luz.
•    El Espíritu: el fuego.
•    El Hijo: la figura humana.
Así está Dios en Sí mismo, significa la imagen.

Pero la figura humana no tiene nada que ver
con la imagen convencional de Cristo.
Parece que se trata más bien de una mujer.
Evidentemente es la imagen del Dios trinitario
para Hildegard al mismo tiempo que la imagen
del ser humano, y de todo ser humano,
aunque como ella misma, sea una mujer.
Entonces el ser humano es:
•    Aquel que Cristo lleva escondido en Sí mismo,
•    que es rodeado por el fuego del Espíritu Santo
•    y que está seguro en el gran anillo plateado de la Luz divina.

Entonces en el ser humano reconozco a Dios,
así como reconozco en el Dios uno y trino
quien es el ser humano y quien soy yo mismo.

El ser humano como hombre y mujer,
imagen del Dios uno y trino.
O a la inversa: El misterioso ser de Dios envuelve todo lo que es humano- rasgos característicos masculinos y femeninos de igual modo.

3. Este parece ser el mensaje de un fresco del siglo XIV del techo de la Iglesia gótica de Urschalling en la Alta Baviera:

 

Una imagen del Dios trinitario y al mismo tiempo uno y trino, pintado en la pechina entre dos arcos de bóveda.
Se tiene la impresión –visto desde abajo– de que
se desdobla una única figura humana hacia arriba
en tres Personas.
Como una hoja de trébol desdoblada desde un punto en tres hojas:
Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Muy tradicional el Padre de blancos cabellos y
el Hijo rubio como cortado según el rostro del Padre.
Pero en el centro el Espíritu Santo está representado de forma inequívoca como una mujer joven.
Los tres reunidos entre ellos en unidad,
no sólo por medio de la auto-donación mutua,
sino además por medio de las tres gloriolas entrelazadas, formando entre ellas una sola cruz.

En nuestra época, sobre todo la teología feminista
ha descubierto la esencia “femenina” de Dios,
por completo en referencia a la Sagrada Escritura:
mediante una traducción precisa del relato de Creación:
“El Espíritu de Dios aleteaba sobre el agua.” (Gn 1,2).
La palabra hebrea “ruach” para Espíritu es femenina.
Y la palabra que se traduce comúnmente por “aleteaba” también se puede interpretar como “incubaba”.
Por consiguiente, el segundo versículo de la Biblia sería así:
“El Espíritu (femenino) de Dios incubaba sobre el agua.”

Recuérdese en conexión con esto, una frase de Jesús, con la cual Él se hace como portavoz del Padre:
“Cuantas veces he querido reunir a tus hijos, como una gallina reúne a sus polluelos bajos sus alas.”
(Mt 23,37)
También aquí hay rasgos femeninos de la imagen bíblica de Dios.

Finalmente una última imagen –un relieve moderno de la iglesia monástica de Cacis en Suiza:
“La Trinidad misericordiosa”:

 

Vemos los tres anillos enlazados entre sí de forma tradicional.
Pero en el centro el mísero ser humano –
un ser “para la conmiseración”.
De tres formas Dios se dirige hacia él amorosamente:
•    Abrazándole suavemente y siendo para él totalmente Padre (o también madre);
•    lavándole los pies, convirtiéndose en hermano para él;
•    cubriéndole con el fuego de Su amoroso Espíritu y colmándole así de vida y de sentido existencial.

Finalmente estas imágenes son las que se acercan palpando el misterio de Dios,
pero verdaderamente sin descifrarlo,
sólo posible porque Dios mismo se manifiesta
en uno de nosotros, en Jesús de Nazareth.
En Él reconocemos quien es Dios para nosotros.
La Primera Carta de Juan sobre todo reflexiona sobre nuestro conocimiento de Dios en Jesucristo:
“El Hijo de Dios ha venido
y nos ha dado inteligencia
para que conozcamos al (Dios) Verdadero.
Nosotros estamos en este Verdadero,
en Su Hijo Jesucristo.
Él es el Dios verdadero y la Vida eterna.” (1Jn 5,20).

Amén.