Homilía para el Domingo Trigésimo Tercero (C)
14 Noviembre 2010
en un resumen meditativo

Lectura: Mal 3,19-20b
Evangelio: Lc 21,5-19
Autor: P. Heribert Graab S.J.
“El fin del mundo” – “El Juicio Final”
¿Qué desencadenan estas palabras en ustedes?
¿Significan estas palabras algo para ustedes?

Vuelvan a pensar por un momento en la catástrofe del Loveparade en Duisburg.
Esta catástrofe produjo la muerte a 21 jóvenes.
El final de sus vidas –
¿quizás fue esto también para ellos el final del tiempo, el “fin del mundo”?

¿Qué viene “después” de la muerte?
¿Hay un “después”?

Está muy extendida entre nosotros la idea de una “supervivencia”, de una “vida eterna” después de la muerte:
El camino del ser humano conduce al infinito a través de la obscura puerta de la muerte a lo largo de los carriles prolongados del tiempo.
¿Esta idea es familiar para ustedes?
¿Existió quizás alguna vez antes?
¿Tiene un significado para su vida y para su pensamiento sobre la muerte?
Filósofos y teólogos dicen hoy que el espacio y el tiempo son categorías humanas que limitan nuestra vida aquí y ahora, por consiguiente en el “más acá”.
En la muerte espacio y tiempo se diluyen
“en la nada”, por consiguiente, no hay ninguna “supervivencia” en el tiempo infinito.
Ninguna vida “después” de la muerte.
Pero ¿entonces qué significa la promesa cristiana de la “vida eterna”?

Con la idea cristiana de la “eternidad”
tocamos la realidad de Dios.
Dios es el “completamente Otro” – “más allá” del espacio y del tiempo.
El “Dios eterno” se substrae totalmente a nuestra fuerza imaginativa,
porque todas nuestras ideas están unidas al espacio y al tiempo.
Entonces nuestra fe en la resurrección y en la “vida eterna” quizás signifique:
que ya en nuestra muerte personal estamos confrontados con la eternidad de Dios,
con la gloria de Dios, con su aplastante luz divina…
Esto nosotros no lo podemos imaginar;
pero déjenle ustedes espacio a este pensamiento.
¿Qué desencadena en ustedes?
¿Pueden ustedes adentrarse en este pensamiento?

Permanezcamos aún un poco en este pensamiento:
en la muerte ya no hay más tiempo.
¡El “Juicio Final” es ahora!
El encuentro con Dios en la muerte me provoca a un aplastante “SÍ”.
El “fuego” del amor divino me funde en el nuevo ser humano, que yo soy.
El amor de Dios me plenifica totalmente  y me hace justo, aunque yo sea pecador.
Con este fondo ¿aparece para ustedes la muerte con una luz nueva?
¿Tendría esto consecuencias para su vida?

A mí me ayudan estos pensamientos a comprender mejor, muerte y Juicio Final como “alegre mensaje”.
Me ayudan a confiar en que el amor de Dios,
-también por medio de la obscuridad de la muerte-
nos lleva  y nos toma en una definitiva comunión gozosa con Él.
Incluso me ayudan a confiar en que el amor de Dios puede transformar nuestra lejanía de Dios por cercanía,
nuestra falta de fe en un “Sí” que adora y, al mismo tiempo, es alegre y nuestra culpa en un nuevo comienzo reconciliado.

Sin embargo, yo soy consciente de que la fuerza transformadora del amor de Dios en la muerte
también puede ser una experiencia muy dolorosa
ya que aún tienen que ser transformados el egoísmo y la falta de amor de mi vida aquí por medio del “fuego” del amor divino.
Amén.