Homilía para el Domingo Vigésimo Sexto (C)
26 Septiembre 2010
Lectura: Am 6, 1a. 4-7
Evangelio: Lc 16, 19-31
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Ya el domingo pasado se trato en la Lectura veterotestamentaria y en el Evangelio
de la justicia social y del problema de la riqueza y de la pobreza.
El profeta Amós es, de entre los profetas,
el que pone el dedo en las llagas sociales
de su época de una forma especialmente enérgica.
Y el Evangelio de Lucas es señalado justamente como el Evangelio de los pobres.

El domingo pasado se trató en la Lectura
de Amós del abuso de lucro desenfrenado.
Hoy se trata de una vida de lujo excéntrica de los ricos a costa de los pobres.

El Evangelio del domingo pasado
tematizaba el problema del endeudamiento de las gentes humildes.
Hoy se trata de los que son pobres como ratas, que, entonces como hoy, yacen a la puerta de los adinerados y revuelven en los cubos de basura para encontrar algo comestible.

En la comunidad de Lucas, para la que él escribe su Evangelio, hay por primera vez
en los tiempos primeros del cristianismo también pudientes e incluso ricos.
Por consiguiente, Lucas está confrontado personalmente –y en la Iglesia de Jesucristo-
con las tensiones sociales entre ricos y pobres.
Esto se refleja en su Evangelio:

* Lucas nos transmite el Magnificat de María:
El Señor “dispersa a los soberbios de corazón; derriba a los poderosos de sus tronos y enaltece a los humildes;
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos”.
(Lc 1,51-53).

* Lucas también menciona la renuncia a la “riqueza” como condición previa para un auténtico seguimiento de Jesús:
“¡Qué difícil es para las personas que poseen muchos bienes entrar en el Reino de Dios!
Es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el Reino de Dios.” (Lc 18,24 s)

* Lucas tampoco entiende, lo mismo que Mateo, las Bienaventuranzas de los pobres
y de los hambrientos en sentido figurado, sino al pie de la letra y muy directamente.
Además complementa las Bienaventuranzas
por medio de las correspondientes malaventuranzas:
“Ay de vosotros, los que sois ricos, porque ya no tenéis ningún consuelo más que esperar.
Ay de vosotros, los que estáis hartos,
porque tendréis hambre.” (Lc 6,24 s)

* También en el sentido de las Bienaventuranzas y Malaventuranzas,
interpreta Lucas las palabras de Jesús:
“Algunos de los últimos serán primeros
y algunos de los primeros serán últimos.”
(Lc 13,30)

En este contexto de una crítica social dura, está también el Evangelio de hoy del hombre rico y del pobre Lázaro.
Este relato pertenece a la más antigua tradición de Jesús y fue originalmente expresión de una esperanza en la radical transformación de las cuestiones sociales según el Reino de Dios.
Este relato original no representa de ningún modo una mala conducta del rico,
que, por ejemplo, no le da ninguna limosna a Lázaro;
más bien se trata en este relato de las consecuencias de su buena vida:
“Hijo mío, recuerda que ya recibiste tus bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario sólo males.
Ahora aquí él es consolado, pero tú tienes que padecer.” (Lc 16,25)

Conforme a esto se agudiza la esperanza en una radical transformación de las cuestiones sociales a causa del “profundo e invencible abismo” en el más allá entre Lázaro y el rico.
Después el destino futuro de ambos es irrevocable.

Lucas le da a este relato tan radical un nuevo sentido, complementándolo con la referencia a Abraham:
Tus hermanos “tienen a Moisés y a los profetas, a los que deben escuchar.”
(Lc 16,29).
Con ello el Evangelio adquiere un nuevo dato:
Lucas también trata de que en el Reino de Dios habrá una compensación para la miseria de los pobres, pero trata también aquí de la conversión de los ricos.
Ciertamente Lucas se ha situado en una conversión así porque no quiere ni puede predicar una condenación definitiva.

Pero en nuestra opinión, Lucas también se pronuncia radicalmente en sus exigencias a los ricos.
Él no espera de ellos sólo el “diezmo” o incluso el 0,8% del impuesto sobre la renta;
él espera más bien que se equiparen al recaudador de impuestos Zaqueo y que den la mitad de sus bienes a los pobres.
Este rico jefe de los recaudadores de impuestos no es llamado al total seguimiento de los discípulos de Jesús;
de los cuales Él espera la total renuncia a sus bienes.
Por consiguiente, la renuncia a la “mitad”
es -en todo caso a los ojos de Lucas- una exigencia a los cristianos muy “normales” de la comunidad.
Se trata de una compensación interna en la comunidad entre cristianos adinerados y necesitados.
¡Además! Lucas espera de los adinerados generosas limosnas para los hambrientos y los que son más pobres que las ratas, que no pertenecen a la comunidad y, por consiguiente, no son cristianos,
sino sencillamente gentes muy menesterosas.
Lucas incluso comprende el mandamiento del amor a los enemigos a la vista de la conducta social con las personas que han caído en necesidad.
Incluso si tales personas te odian debes ser caritativo y hacer el bien, sin esperar contrapartida alguna.
Tu orientación debe ser la de la misericordia del Padre celestial.
Pues Él es bueno también con los desagradecidos y con los malos.
(Lc 6,27-36).

Aún un pensamiento final sobre el Evangelio de hoy:
Esta historia está totalmente orientada hacia el contraste.
El lujo del rico está en contraste con su sufrimiento en el más allá y ambas cosas deben sentirse como extremas.
También la necesidad del pobre es pintada
de forma penetrante
y su dicha en el más allá se presenta claramente.
El abismo entre el hades y el “seno de Abraham” agudiza el contraste una vez más.
La agudeza del contraste “en el más allá”
refleja la agudeza del contraste entre el rico y el pobre “en el más acá”.
Más que nunca en la historia de la humanidad están hoy estos contrastes diariamente ante nuestros ojos.
El Evangelio nos advierte:
No podéis conformaros ni con ámbito cercano ni mundial.
En eso, las metas para el milenio de la ONU,
por ejemplo, están muy en línea con el Evangelio de hoy.

Amén.