Homilía con imagen para el Domingo Vigésimo Tercero (C)
5 Septiembre 2010
Lectura: Sab 9,13-19
Autor: P. Heribert Graab S.J.
 

El ser humano de los tiempos modernos explora con curiosidad
este mundo y todo el cosmos.
Sabemos hoy que lo hace con gran éxito:
Para bendición de la humanidad,
pero también para maldición de la misma.
El saber de la humanidad es admirable hoy;
pero desgraciadamente no en igual medida
su sabiduría.

Stephen Hawkin, por ejemplo,
quiere ser un pozo imponente del saber.
Si su expresa negación de un Dios creador
es la última conclusión de la sabiduría
por el contrario parece más que problemática.
A él y a muchos otros puede aplicarse la palabra de la Lectura:
“¿Quién ha conocido tu plan,
si Tú no le has dado sabiduría
y no has enviado tu Santo Espíritu desde lo alto?”

En cambio, no debíamos perder de vista a aquellos científicos en ciencias naturales que contemplan su ciencia y su fe como fuentes de conocimientos que se complementan.

Max Planck, el iniciador de la teoría cuántica, dice, por ejemplo:
“El ser humano necesita las ciencias naturales para conocer,
la fe para actuar.
Religión y ciencias naturales no se excluyen,
como hoy creen y temen muchos,
sino que se complementan y se necesitan recíprocamente.
Para el ser humano creyente, Dios está al principio, para el científico al final de todas las reflexiones.”

Precisamente de Max Planck procede la frase:
“En toda aspiración e investigación, busco respetuosamente detrás del misterio del rayo de luz, el misterio del Espíritu divino.”

Y Werner Heisenberg opina:
“El primer trago del vaso de las ciencias naturales hace ateísta,
pero en el fondo del vaso espera Dios.”

Probablemente hoy más que nunca es necesario el diálogo entre ciencias naturales y fe, cuando a la larga el bendecir el conocimiento científico no puede estar sujeto a maldición.
Sólo entonces hallará su plenitud,
aquella esperanza que se expresa en el libro de la Sabiduría:
“Sólo así se enderezaron los caminos de los moradores de la tierra,
así aprendieron los seres humanos lo que a ti te agrada;
y mediante la sabiduría se salvaron.”
Amén.