Homilía para el Domingo Décimo Octavo del ciclo litúrgico C
1 Agosto de 2010
Lectura: Ecl 1,2; 2,21-23
Evangelio: Lc 12,13-21
Autor: P. Heribert Graab S.J.
¿Por qué construye un agricultor un almacén y grandes silos para su grano?
Naturalmente para con ello conseguir en el invierno un precio más alto que inmediatamente después
del tiempo de cosecha.
Pero quizás también ¿para mantener constante la oferta de grano en el mercado?

¿Por qué hay en la Bolsa operaciones a plazo de grano?
Naturalmente también para conseguir un precio bueno y seguro al máximo posible.
Pero precisamente también para mantener
los precios estables en cierto modo y para que sean calculables.

También se podrían atribuir semejantes intenciones al rico agricultor del Evangelio.
En el propio Evangelio se dice expresamente,
que se trata de la seguridad de su propia y buena vida “por muchos años”.

Esta indicación en el propio Evangelio nos puede recordar el Sermón de la Montaña de Jesús:
“No os preocupéis por vuestra vida y
de si tendréis algo para comer…
Ved los pájaros del cielo:
no siembran ni cosechan y no reúnen pequeñas provisiones en graneros;
pero vuestro Padre celestial los alimenta.
¿No sois vosotros más que ellos?” (Mt 6,25 s)

Pero ciertamente esta referencia no aclara la dureza con la que Jesús juzga al rico labrador.
Jesús más bien sitúa Su relato ejemplar
en el contexto de Su dura crítica al egoísmo
de juntar y atesorar y en la codicia de los seres humanos.

Ahora sabemos por otros textos evangélicos
que a Jesús le era muy familiar la situación social
de Su época y que Él en Su predicación hacía referencia continua a la ella.
Por la moderna investigación socio-histórica moderna de los Evangelios,
sabemos además algo sobre el fondo de la historia contemporánea del relato del rico agricultor.

Naturalmente, lo mismo que hoy, había años de buenas cosechas.
Por el contrario: a causa de una agricultura poco desarrollada, había con mucho, una mayoría de años malos.
La consecuencia eran, de ordinario, años de hambre
e incluso hambrunas, en las que los precios del grano se disparaban por las nubes.

Al presuponerse esto,
el agricultor trataba muy sencillamente de especular el próximo año de hambre,
para aumentar sus propios “tesoros”.
Esto hace muy evidente el duro juicio de Jesús sobre estos especuladores
y sobre sus ganancias a costa de los muertos de hambre.

Pero, al mismo tiempo, este relato es también de rabiosa actualidad:
Piensen en las especulaciones de las finanzas
y de las inmobiliarias, que hubieran llevado
casi a la ruina a la economía mundial.
En esta crisis los pobres se han hecho aún más pobres,
y no pocos ricos, claramente más ricos
y, finalmente, los culpables han quedado
“sin esquilar”.
Economía y política no han aprendido  verdaderamente de esto,
sino que, bajo la presión del mundo de las finanzas, se han dado por contentas con operaciones de maquillaje.

Naturalmente es más que oportuno
poner muy enérgicamente ante los ojos
de los responsables el Evangelio de hoy
y sacar de él consecuencias políticas
con toda energía.
Pero naturalmente también es fácil,
señalar con el dedo a los grandes especuladores
de nuestro tiempo e insultarlos a voz en grito.

Pero además pasamos por alto con demasiada rapidez como nosotros mismos estamos enredados en esta sociedad a costa de otros.
* ¿No compramos incluso con gusto más barato en las grandes superficies que en el panadero, en el pequeño tendero de ultramarinos, en el carnicero o incluso en una tienda al por menor de la vecindad?
Con ello en los últimos cincuenta años hemos destruido innumerables puestos de trabajo
y hemos hecho añicos muchas vidas.
* ¿No aprovechamos con demasiada frecuencia la posibilidad de llegar a la otra punta del mundo
con una aerolínea barata por un precio irrisorio?
Poco nos importa que destruyamos el medio ambiente y hagamos este mundo inhóspito
para las futuras generaciones.
* Y el atractivo de especular un poco con un rédito, el mejor posible, probablemente no nos deja muy fríos a alguno de nosotros, si se tiene la posibilidad de disponer de algún dinero.
¿Quién se pregunta cómo se ha conseguido este rédito verdaderamente?

“Vanidad de vanidades, todo es vanidad”, dice Kohelet en la Lectura.
Por lo general y tanto más a la vista de nuestro afán de lucro dice Kohelet:
Todo lo que trabajamos con nuestras manos,
nuestro espíritu y nuestro entendimiento,
todo aquello en lo que nos afanamos
es finalmente vanidad.
No se saca ningún provecho bajo el sol.

Y, sin embargo, esto no lo dice ningún ser humano frustrado, que ha arrancado las velas
en vista de la inutilidad de todos nuestros esfuerzos, planes e intenciones.
Kohelet fue un ser humano profundamente creyente.
Para él sólo había una solución:
La felicidad no se funda en el ser humano,
sino sólo y únicamente en Dios.

Ciertamente ésta es también la quintaesencia de Jesús:
“Necio. Esta noche te van a exigir la vida.
Lo que has acumulado ¿de quién será?
Así será el que amasa riquezas para sí,
pero no es rico ante Dios.”

Amén