Homilía para el Domingo Décimo Séptimo del ciclo litúrgico C
25 Julio 2010
Lectura: Gn 18,20-32
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Quizás les llame la atención que yo en la oración
y en la bendición me refiera con frecuencia
a Dios con las palabras
“Dios de bondad y misericordia”.
Ciertamente ante la inmisericorde violencia
de nuestras calles, incluso en las escuelas y en no pocas familias y tanto más en vista de la desbordante violencia mundial,
es importante para mí mismo recordar continuamente la bondad y la misericordia de Dios.

La Lectura de hoy es un testimonio de esta bondad y misericordia de Dios.
Más aún:
Para este Abraham, al que nosotros llamamos con Pablo el “Padre de nuestra fe”, la bondad y misericordia de Dios es tan irrenunciable,
que él normalmente en la oración forcejea
con Su bondad y misericordia.
Forcejea con la bondad y misericordia de Dios
•    precisamente para una ciudad extranjera;
•    para esta ciudad de Sodoma, que ya entonces era una esencia de injusticia y violencia;
•    para una ciudad, en la que los extranjeros están fuera de la ley;
•    por consiguiente, para una ciudad, en la que no se respeta el derecho de hospitalidad;
•    para una ciudad, en la que la violencia está sexualizada,
•    en la que, por consiguiente, los seres humanos son heridos violentamente en lo más íntimo de sí mismos.

El diálogo, compuesto de forma ingeniosa,
comienza con la voluntad de aniquilamiento por parte de Dios de esta ciudad a causa de su maldad sin fondo.
El autor del texto supone a un Dios muy antropomórfico
y aparecen, como en todas las épocas, los usuales pensamientos de revancha:
el mal y lo que nosotros consideramos como tal,
y finalmente todo contrincante, todo el que piense
de forma diferente a la nuestra tiene que ser borrado del mapa.
En los campos de fútbol y en los ring de boxeo,
parece que es un juego el lenguaje:
“¡ Dale fuerte!” “¡Enséñale lo que es bueno!”
Pero según la clase de juego,
los llamados fans caen realmente unos sobre otros,
fluye la sangre y los contrarios se caen al suelo.

Es alarmante, en cuantas relaciones,
en cuantos matrimonios y familias,
e incluso en muchas instituciones eclesiales
reinan violencia y temor –
violencia contra niños y jóvenes,
violencia también contra las mujeres;
violencia, que continuamente engendra nueva violencia.
Cuantos niños y jóvenes que son violentos,
han experimentado ellos mismos de pequeños violencia y ¡con frecuencia violencia sexual!

Entonces la reacción populachera primitiva en público con frecuencia es:
¡Que los encierren! ¡Encerrarlos el mayor tiempo posible!
Y en no pocas sociedades de esta tierra se dice también muy rápidamente: ¡”Que les corten la cabeza”!

El mismo círculo de violencia:
•    entre pueblos y grupos populares,
•    entre partidarios de las diferentes religiones y grupos religiosos,
•    entre mayorías y minorías.

En el diálogo antropomórfico a la altura del ojo humano entre Abraham y Dios, normalmente Abraham provoca Su bondad y misericordia también ante esta perdición de toda una ciudad:
“¡Tú no puedes hacer que mueran juntos los justos con los desalmados!”
¡Qué clase de justicia es la que pone fin a la injusticia, sacrificando a los justos!
Incluso el que un único justo se convirtiera
en víctima, sería indigno de Dios.
Dios se negaría a sí mismo y sería injusto.
Un castigo global, como es frecuente hasta el día actual en casi todas las guerras, no corresponde
a la esencia del Dios de Abraham,
ni tampoco a la esencia del Dios de Jesucristo.
Más bien por el contrario es echar balones fuera:
La minoría de los justos puede tener consideración de los ateos y quizás incluso moverlos a la conversión y salvarlos.

Esta Lectura muestra hoy de forma vigorosa
rasgos fundamentales de la imagen bíblica de Dios.
También hacia ellos debiéramos orientarnos nosotros y esto ¡ya en nuestro pensamiento!
Jesús afina el mensaje de la Lectura veterotestamentaria en Su sermón de la Montaña
de un modo apenas comprensible para muchos de nosotros:

•    “Pero Yo os digo: Todo el que esté enojado con su hermano, será reo de juicio.”
•    “Si tú pones tu ofrenda en el altar y se te ocurre que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda delante del altar;
vete y reconcíliate con tu hermano lo primero,
después vuelve y presenta tu ofrenda.”
•    “Vosotros habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente.
Pero Yo os digo: no resistáis al mal; antes bien, al que te dé una bofetada en la mejilla derecha,
ofrécele también la otra.”
(Mt 5,21-39, selección)

Lo que a primera impresión suena muy radical,
se corrobora totalmente mediante la moderna investigación en la solución pacífica de los conflictos.
En todo caso, una solución del problema de la violencia en este mundo sólo puede ir en esta dirección.
Y tenemos que comenzar por nosotros mismos.
Merece la pena enteramente indagar de forma crítica las propias reacciones de maldad y violencia.
¿Con cuánta frecuencia me sorprendo a mí mismo –cuando leo el periódico– con el pensamiento: ¡Habría que golpear a alguien!?
Y merece la pena de reflexionar sobre ello con toda tranquilidad:
¿No hay en el pensamiento de Jesús y
en el del Dios bondadoso y misericordioso
otras alternativas ayudadoras que no sean “golpear”?
¡Y si nosotros contribuyésemos a tales alternativas en nuestros diálogos con amigos y vecinos o también en la mesa del café,
ya haríamos una buena obra!

Amén