Homilía para el Domingo Décimo Sexto del ciclo litúrgico C
18 Julio 2010
Lectura: Gn 18,1-10a
Evangelio: Lc 10,38-42
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Para casi todos nosotros este Evangelio nos resulta familiar.
También conocemos alguna interpretación:
Así, por ejemplo, se recurre a este Evangelio continuamente para discutir la relación de vida activa y vida contemplativa.
También los “tipos de mujeres” de Marta y María
se han usado o (abusado de ellos) para determinar los roles de la mujer en la Iglesia.
Con frecuencia tales interpretaciones condujeron
a un callejón sin salida.

La Iglesia hoy sugiere mediante su orden de Lectura una interpretación del Evangelio sobre el tema
de la “hospitalidad”.
Hospitalidad es una palabra bíblica clave.
Hasta en el Nuevo Testamento repercute la hospitalidad de Abraham y Sara:
Un versículo de la Carta a los Hebreos
hace referencia inmediata a esto:
“No os olvidéis de la hospitalidad;
gracias a ella hospedaron algunos , sin saberlo,
a ángeles.” (Heb 13,2)
Las primeras comunidades cristianas vivieron y crecieron mediante la atención a la hospitalidad.

Jesús mismo fue acogido con frecuencia hospitalariamente y supo apreciar esta hospitalidad –
Así también la hospitalidad de María y de Marta.
Naturalmente Él era consciente de que
la hospitalidad tiene un precio,
que cuesta algunas molestias.
En eso, Él dista mucho de criticar a Marta,
a consecuencia de este esfuerzo que ella carga
sobre sí por la hospitalidad.

Sin embargo, Jesús lo que critica es que
estas preocupaciones y esfuerzos aprisionen totalmente a una persona y la dejen ciega para otros aspectos esenciales de la hospitalidad.
A Sus ojos también María se preocupa por la hospitalidad:
Se toma tiempo para el huésped,
Le escucha con toda tranquilidad y muy atenta
y cuida el dialogo como un elemento esencial
de la hospitalidad.

Finalmente Jesús no enfrenta a María y a Marta.
Más bien señala lo que es decisivo para ambas mujeres y también para nosotros:
En el centro de la hospitalidad está el ser humano,
que es el huésped.
Éste debe sentirse bien.
Naturalmente también se trata de comer y beber.
Pero, sobre todo, se trata del encuentro personal,
de un diálogo que escucha y, por eso, el huésped encuentra oídos receptivos a lo que está en su corazón.
Y ciertamente este aspecto de total importancia
de la hospitalidad, también nosotros lo debiéramos tomar más en serio,
cuando en los días veraniegos celebramos muchas fiestas con invitados y barbacoas:
No se trata en primer lugar de comer y beber
y ni siquiera de colocarnos nosotros mismos en el mejor lugar con selectos manjares y caros vinos;
más bien se trata también hoy de aprecio
y de oídos receptivos para el huésped.
Se trata de que le dejemos hablar,
le tomemos en serio y
de que también nos enriquezcamos nosotros mediante sugestivos diálogos con él.

Amén