Homilía para el Segundo Domingo
del ciclo litúrgico C
17 Enero 2010
Evangelio: Jn 2,1-11
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Tema: “Hacer visible lo invisible”
Contexto: Exposición del grupo artístico
Lab[au] en el Centro de Arte de Sankt Peter.
Juan habla de un “primer signo”,
que Jesús realizó en las bodas de Canáa.
Por medio de este “signo”,
Jesús manifestó Su gloria divina.

Por consiguiente, lo que sucedió en Canáa,
hizo visible y experimentable para los que celebraban la boda,
lo que, según su esencia, es invisible para
los seres humanos.

Esta pretensión
de hacer visible lo invisible
tiene también ahora la exposición actual
de instalaciones del grupo artístico Lab[au]
aquí, en Sankt Peter.

Indudablemente aquí sucede algo fascinante:
En el baptisterio están instalados cuatro acuarios
uno contra otro.
Los peces vivos de estos acuarios
tienen una cosa en común:
Son ciegos y se comunican entre ellos
por medio de impulsos eléctricos.
Del mismo modo, perciben el espacio
que los rodea por medio de estos impulsos.

Es un mundo misterioso,
que nosotros no podemos percibir normalmente.
Por medio de sensores e instalaciones dirigidas
por ordenadores,
ahora las señales de los peces se hacen visibles y audibles.

También sucede algo comparable
por medio de la gran estructura de luz y sonido
en la nave principal de nuestra iglesia:

 

Lo que pasa en el mundo virtual de los ordenadores modernos, es para la mayoría de nosotros
un “libro con siete sellos”.
Los profesionales comprenden lo que sucede
y pueden programar la totalidad.
Pero sensorialmente no es perceptible.
En primer lugar, este módulo de pared
controlado digitalmente,
con su armazón luminoso portátil
y con diferentes colores hace visible lo que sucede “dentro” y por medio del acoplamiento con el órgano, también audible.
Además los sensores pueden registrar movimientos en el espacio y después hacerlos perceptibles óptica y acústicamente.

Hacer visible lo invisible,
fue siempre la pretensión de los artistas,
también en la época del Renacimiento,
cuando se construyeron las ventanas de nuestra iglesia y en el tiempo de la creación de nuestras antiguas pinturas y esculturas.

Pedro Pablo Rubens, por ejemplo, con su cuadro
no sólo ha querido contar la historia del martirio
de Pedro.
Más bien, al mismo tiempo, ha hecho lo invisible
visible:
los rostros de los verdugos reflejan no sólo la brutalidad de su oficio,
sino también la inhumana maldad de todo el sistema.
Las nubes obscuras indican
cuan destructivamente se halla esta inhumanidad
de forma total en la sociedad.
Al mismo tiempo el pequeño ángel con la corona
de la victoria expresa la “invisible” certeza de la fe,
de que el mártir sigue a Cristo crucificado
no sólo en la Pasión y Muerte,
sino que también toma parte en la victoria pascual
de la Vida.


 
¿En qué consiste la diferencia, por ejemplo, entre
Rubens y el grupo artístico Lab[au]?
Lab[au] hace muy bien con medios artísticos
visible lo invisible,
quizás incluso “misterios” de la naturaleza
y de la técnica,
ante los cuales la mayoría de nosotros estamos asombrados.
Pero todo esto se mueve en el ámbito de una realidad finita y contingente.
Rubens, por el contrario, y todos los artistas
de la tradición artística cristiana intentan
hacer visible desde su fe algo de la realidad eterna
y transcendente del ámbito divino,
aunque ellos en este intento forzosamente
no parten de un lenguaje simbólico análogo,
es decir: hacen visible la realidad divina sólo aproximativamente – poco más o menos como en una metáfora.
Pero el último secreto de esta realidad supera con amplitud nuestro horizonte de comprensión
y, por ello, no es representable en principio.

¿Qué sentido puede tener con este fondo
una exposición de Lab[au] en una iglesia católica?

Un filósofo griego (Thales) dijo una vez
que el asombro es el comienzo de la sabiduría.
¡El asombro es también el comienzo y
el elixir existencial de la fe!
Las instalaciones de esta exposición
despiertan probablemente en muchas personas
-creyentes y no creyentes-
el asombro, quizás incluso un asombro admirativo
ante el “milagro” de la naturaleza
y ante las inesperadas posibilidades de la técnica.

Como creyente cristiano puedo asombrado hacer coro con el magnífico canto de alabanza de los tres “jóvenes en el horno” del Libro de Daniel:

Alabad al Señor todos los misterios de su creación.
Alabad al Señor todas las criaturas,
a las que Él ha regalado el don
de descifrar estos misterios.
Alabad al Señor, todas las obras maravillosas de la técnica.
Alabad al Señor todos los impulsos eléctricos y señales digitales.
Alabad al Señor todos los espacios cibernéticos y virtuales.

Amén.