Homilía para el Domingo Trigésimo Primero
del ciclo litúrgico B

31 Octubre 2021
Lectura: Dt 6,1-6
Evangelio: Mc 12, 28b-34
Autor: P. Heribert Graab, S.J.
Los textos de la Escritura de los domingos pasados
nos llevan completamente a la consecuencia de nuestra fe
en el triple mandamiento del amor del Evangelio de hoy.
En Su servicio a los enfermos, a los pobres y a los venidos a menos vive el propio Jesús las instrucciones de Dios transmitidas al pueblo de Israel.

Algunas veces ya he desarrollado en mis homilías
hasta que punto el amor a Dios, el amor al prójimo y también el amor a uno mismo forman una unidad indisoluble:

Sólo si yo mismo sé que soy amado por Dios,
y por eso lleno de confianza puedo decir SÍ a mismo,
puedo vivir libre de temor.
Y sólo así puedo también amar a mis prójimos y sobre todo a los pobres,
sin sentirme empujado por el temor,
incluso sin salir perdiendo.

Pero el amor de Dios es decisivo.
Con él está en pie y se refuerza la imagen cristiana del ser humano.
Pues esto afecta al ser humano,
    que es creado por Dios a Su imagen y semejanza,
    que es llamado por Dios por su nombre – de forma totalmente personal y única e irrepetible;
    que tiene un destino, que llega más allá de la muerte y abarca la esperanza de la vida eterna e indestructible;
    que él es amado por Dios en primer lugar y esto es independiente de su inteligencia, de su rendimiento y de su “utilidad” para la sociedad.

Por tanto, el amor al prójimo es la consecuencia inevitable del amor de Dios,
y naturalmente también a la inversa:
Yo puedo no amar verdaderamente a mis prójimos
cuando yo no amo a Dios, el Señor:
Pues Dios es la primigenia imagen del ser humano
¡creado a imagen y semejanza de Dios!

Naturalmente encontramos personas que no creen en Dios, pero con frecuencia tienen un ejemplar amor al prójimo.
A veces puede su compromiso amoroso por los pobres ponernos colorados a nosotros los cristianos.
Pero también el amor al prójimo de personas no creyentes abarca por los motivos indicados el amor a Dios, aún cuando el afectado naturalmente no es consciente.
El gran teólogo Karl Rahner denomina a estas personas por ello “cristianos anónimos”.

La indisoluble unidad del triple mandamiento del amor forma también el segundo plano para la conexión interior de “Comunión” y “Comunicación”.
Por tanto, no es ningún “azar” y de ningún modo sólo algo fundado de forma organizativa,
que muchos de los que están en inmediata conexión con la celebración de la Eucaristía “celebren” en una comunidad una comida conjunta.
Ya en la Cena de Jesús con Sus discípulos se trató de esta unidad de la comida eucarística y de la cena.
Y también en las domus ecclesiae de las primeras comunidades cristianas pertenecían ambas al mismo grupo de forma totalmente natural.

En la comunidad de mi propia niñez estaban arrendadas en grandes comunidades de vecinos varios espacios como restaurantes.
Allí se encontraban unos con otros después de la santa Misa y, por tanto, después de la “Comunión”-
por ejemplo con un vaso de cerveza o a veces también en una comida.
También en muchos lugares de Baviera y en otros lugares se halla la fonda “Zum Kirchenwirt”

El ajetreo de nuestra época y también el anonimato de nuestra sociedad conducen hoy con frecuencia a que después de la Misa dominical cada uno se vaya por separado y con frecuencia no se tenga tiempo para un diálogo en grupo.
Muchos concurrentes a la Misa no se conocen en general personalmente;
pero ¡celebran juntos la Eucaristía! ¡Un sinsentido!
El final de la “Iglesia popular” podría conducir quizás a que algo cambie para positivo.
Sin embargo a esto se contrapone la puesta en común de muchas parroquias de enormes
“espacios pastorales”, en los que es difícil ¨la Comunión Eucarística”, como una “Comunicación” marcada por el amor vinculante.

Hacer esto posible en las actuales condiciones sociales y eclesiales, seguramente está en primer lugar en la responsabilidad de nuestros Obispos,
en un intenso contacto con la dirección de la Iglesia mundial.
Pero también a nosotros se nos exige como individuos y como comunidad acercarnos unos a otros y poner de nuevo más en contacto. “Comunión” y “Comunicación” .

Amén.
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