Homilía para el Domingo Décimo Tercero
del ciclo litúrgico B

27 Junio 2021
Lectura: Sab 1,13-15; 2,23-24
Evangelio: Mc 5,21-43
Autor: P. Heribert Graab, S.J.
¡Dios es un Dios de vida!
“Él no ha creado la muerte:
y a Él no le da ninguna alegría
el hundimiento de los vivos”
El mensaje es bueno para escuchar,
¡pero no es fácil la verdadera fe en él!

Escuchemos otra vez las casi increíbles palabras
de la Lectura:
“Él todo lo creó para que subsistiera
y las criaturas del mundo son saludables.
No hay en ellas veneno de muerte
y el Reino de la muerte no tiene ningún poder
en la tierra…”

Una mirada a los medios de comunicación parece demostrar exactamente lo contrario.
Casi 4 millones de personas muertas por Corona en el mundo.
De forma espontánea recordamos también las muchas personas que mueren a consecuencia del hambre:
¡Son diariamente (¡!) casi 25.000!
Ciertamente 80 años después del asalto del nazismo en Alemania recordamos que sólo los Estados seguidores de la Unión Soviética deploraron los 27 millones de muertos de guerra y víctimas  de los crímenes nacional-socialistas, de los cuales 15 millones eran civiles.

Para nosotros hoy es una aclaración de la alarmante realidad de nuestro mundo dominado por la muerte con la “envidia del demonio” ya no comprensible.
Un importante versículo, que desgraciadamente se ha omitido en la Lectura:
Pero ¿cómo es posible algo así cuando el ser humano es creado a imagen de Dios, que es la vida por antonomasia?
Quizás una respuesta la dan los conocimientos de los teólogos que describen el relato de Creación de la Biblia como un proceso de formación,
que tampoco hoy está terminado ni mucho menos.

También la humanidad y cada persona se halla en un proceso de encarnación continuamente impuesto por el propio ser humano, que aspira a ser igual a Dios.
Activar un impulso decisivo, el proceso de la Encarnación lo ha dado el propio Dios por medio de Su Encarnación:
En Jesucristo se ha hecho realidad el “prototipo”, que el Creador tiene del ser humano.
Entonces la palabra “Redención” significa también:
El Creador deshace la “retención” en el desarrollo del ser humano y ¡le da una nueva dinámica!

Este Jesús de Nazareth da al verdadero ser humano ahora ya  y en este mundo aún en gran parte inhumano una voz inequívoca;
Él da a este ser humano verdadero manos y pies;
Él vive lo que significa ser humano según la voluntad de Dios;
y Él envía a Sus discípulas y discípulos
a todo el mundo y en todas las épocas
para que ellos y, por tanto, también nosotros Le sigamos por el camino hacia la plenitud de una nueva Creación del ser humano.

Entre la abundancia de ejemplos concretos de este alegre mensaje, el Evangelio de este domingo relata dos encuentros fascinantes que dan fundamento a la vida: en primer lugar se trata de una mujer que padece flujos de sangre, que se oculta entre la multitud por vergüenza y posiblemente toca al Maestro de forma inadvertida,
Pero este roce la cura.
Y después el jefe de la sinagoga Jairo, que cae implorando a los pies de Jesús y pide ayuda para su hija, que ya está para morir.
Pero aunque su hija muere entretanto,
Jesús va con él a su casa,
donde ya todo el vecindario lamenta llorando a la muerta.
Jesús coge la mano de la muchacha muerta,
por tanto, la toca
y, en el mismo momento se levanta y anda.

Seguramente también los padres y médicos habían hecho antes sólo lo que ellos podían hacer.
Pero, por medio del roce, Jesús da nueva vida a esta niña.
Aquí hay una referencia actual.
En la pandemia del Corona virólogos, autoridades y médicos y también todos nosotros hemos hecho muchísimo y esto incluso con un éxito cierto.
Pero al mismo tiempo se han muerto los mayores en residencias en soledad y mantenidos alejados de sus seres queridos, sin el roce amoroso, sin abrazos y sin palabras consoladoras que curan el alma.

El Evangelio de hoy y nuestras experiencias del Corona nos enseñan:
¡La cercanía y el roce humano regalan vida!
En este segundo plano entendemos también
la palabra de Jesús de forma nueva:
“Yo soy la Resurrección y la Vida.
El que crea en Mí vivirá, aunque muera,
Y todo el que vive y cree en Mí no morirá eternamente. ¿Crees tú esto?”
Aquí se halla un mensaje revolucionario:
¡Vosotros no tenéis que esperar la Resurrección hasta el último día!
Sucede más bien ya ahora en la fe de Jesús.
La alegría de vivir, que suena en estas palabras
¡ciertamente no sólo una dimensión del otro lado!

“¡Yo soy la Resurrección y la vida!”
Jesús también nos dirige a nosotros la Pregunta:
¿Crees esto?
Ciertamente en la faz de la muerte muchos de nosotros llegamos al límite de nuestra fe.
Nuestra experiencia nos dice: ¡El muerto muerto está!
Pero la palabra de Jesús se contrapone de forma irrefutable:
“¡Yo soy la Resurrección y la vida!”

Como cristianos apostamos también por la vida contra la muerte en todas sus formas de aparición.
Sólo así llevamos con razón el nombre de Jesucristo.
Toda Su vida terrena es un único ‘¡resistirse contra la muerte!
* Él lucha por la supervivencia de los enfermos y los débiles, curándolos.
* Incluso va a sacar a Lázaro, a la hija de Jairo y
al hijo de la viuda de Naín, de la muerte a la vida.
* Y Él lucha por una vida digna para todos aquellos que, por la exclusión, están condenados a una muerte social.

A esto corresponde también nuestra llamada y misión:
¡Responder por la vida en palabra y acción!
¡Tanto en pequeños como en grandes!
¡Y sobre todo en toda la vida diaria normal!
¡Así se demuestra que la vida es más fuerte que la muerte y todos los poderes mortales e influjos!
¡Para que en una “nueva Creación”
también el proceso de la Encarnación del “nuevo ser humano” llegue a la plenitud!

Amén.
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