Homilía para el Domingo de la Santísima Trinidad
del ciclo litúrgico (B)
31 Mayo 2015
Lectura: Dt 4,32-34.39-40
Evangelio: Mt 28,16-20
Autor: P. Heribert Graab, S.J.
La mayor parte de las fiestas del año litúrgico
están unidas a uno o simultáneamente a varios relatos.
Esto significa: nos podemos al menos hacer una representación.
Por ejemplo, hemos celebrado Pentecostés.
Hechos de los Apóstoles relata detenidamente
como en aquel Pentecostés las discípulas y los discípulos experimentaron el descenso del Espíritu Santo.
En sentido exacto, sólo informan de que este Espíritu actuó y que Él en ellos mismos y en su comunidad y en una gran muchedumbre verdaderamente ‘puso del revés’ la propia vida.

Sobre todo estas consecuencias en cierto modo las podemos imaginar e incluso fijar en imágenes.
Yo pienso que incluso comprendemos algo de lo que ocurrió aunque incluso a los propios afectados les faltaban palabras para expresarlo de forma adecuada.
Para ello recurrieron a imágenes y comparaciones.
Para describir al menos aproximadamente
lo que habían experimentado
hablaron de una estrepitosa tormenta
y de lenguas de fuego, que se posaron sobre cada uno de ellos.

Pero tras estas imágenes se oculta un misterio inefable – el misterio del propio Dios,
el misterio de Su Espíritu,
que puede cambiar y ‘volver del revés’ de forma misteriosa este mundo y a nosotros mismos.

Así se unen también Navidad y Pascua,
relatos que podemos imaginar, comprender y seguir,
con el inimaginable e inefable misterio de Dios.

Hoy celebramos este inimaginable misterio divino. En cierto modo aquí se da un atrevimiento,
Porque hoy no hay ni relatos concretos,
ni historias, ni imágenes,
que pudieran alumbrar para nosotros el acceso
al misterio de esta fiesta.

Esto es una ‘exigencia desconsiderada’,
porque nosotros los seres humanos somos creados
con espíritu, entendimiento y razón,
ciertamente para penetrar, comprender y ‘captar’ nuestro mundo y todo lo que nos salga al encuentro.
Pero ciertamente a este ‘captar’ se sustrae
¡el misterio divino!

Esto es incluso lógico:
pues lo que ‘captamos’, naturalmente también podemos ‘manipularlo’,
por tanto dominarlo.
Pero si ‘captásemos’ a Dios
y así se hiciese manipulable,
ya no sería ‘Dios’.
Por le contrario: Nosotros mismos nos pondríamos en Su lugar;
Nosotros mismos nos haríamos como ‘dioses’.

Por otra parte, nos resultaría difícil
valorar un misterio – y éste es el misterio de Dios mismo –
como tal, para aceptarlo o incluso arrodillarse delante de Él adorándolo.
Sencillamente estar en pie y admitir un misterio,
que hiere nuestro orgullo.
Por eso muchas personas ignoran o incluso niegan
que exista este misterio,
en realidad que exista Dios.

Pero otros dedican toda su masa gris a penetrar el misterio divino – entre ellos muchísimos teólogos de todos los tiempos.

Por ejemplo ‘Trinidad’ es una idea teológica,
que tiene su origen en estos esfuerzos.
La Sagrada Escritura no conoce esta palabra.
La Sagrada Escritura habla muy concretamente:
Denomina a Dios – como Jesús mismo lo hizo –
el ‘Padre’.
El Dios encarnado es denominado ‘Hijo’,
y el Dios que actúa en este mundo ‘Espíritu de Dios’.
Pero siempre se trata de uno y del mismo Dios.

El discurso del Dios uno y, al mismo tiempo, trino en la Iglesia es totalmente ayudador y en este sentido
pone de relieve las diferentes formas de ayuda de Dios para el mundo y para los seres humanos-
pero sin airear el ‘misterio’ de Dios.

Ciertamente esta plenitud múltiple y universal en la unidad de Dios que para nosotros se refleja en la múltiple donación de Dios, constituye quizás el motivo más profundo del misterio divino.

Podría ser muy estimulante desde esta comprensión de Dios de la ‘multiplicidad en la unidad’ contemplar la Iglesia de Jesucristo:
Ya antes de la desintegración en confesiones,
se entendió esta Iglesia como ‘católica’
en el sentido de universal, por tanto, ‘ecuménica’.
Por consiguiente, como Iglesia de Jesucristo, como Iglesia de Dios en este mundo debiera reflejar de nuevo la diversidad y la plenitud en la unidad.

Hasta un cierto grado lo ha hecho siempre.
También la actual Iglesia (confesión) católica
es un manifiesto ‘montón colorista’.
Y en la actualidad esto da buen resultado
por regla general, para mantener unida esta Iglesia
contra todas las fuerzas centrífugas como una comunidad en variedad multicolor o para reunirla continuamente de nuevo.
Aquí actúan con frecuencia conjuntamente la unidad fundante del Espíritu de Dios y la inteligencia comunicativa de los seres humanos.
Desgraciadamente faltó y falta también hoy por nuestra parte con demasiada frecuencia esta sabiduría conducida por el Espíritu en personas –también en personas de la Iglesia de Jesucristo-
que se colocan con frecuencia escépticamente frente a la diversidad.
A consecuencia de esto se entremezclan en la política continuamente ‘partidos únicos’.

En nuestra Iglesia se da la misma tendencia:
    Las afirmaciones de fe tienen que ser lo más claras posible.
    Las direcciones tienen que ser estructuradas de arriba abajo lo más claras y uniformes posibles.
    En las normas litúrgicas para la celebración del servicio divino eclesial no pueden darse divergencias.

Toda variedad, ambigüedad o libre configuración conduce como mínimo a la ‘confusión’ de los creyentes,
Pero también muy rápidamente a la ‘herejía’, a la escisión y en realidad al caos.

En las iglesias evangélicas no parece que ocurra nada diferente,
aunque a menudo con signos de inversión:
Estas iglesias se comprenden como amparos de la libertad y de la variedad, pero tienen dificultades con la moneda de la unidad.

En segundo plano de nuestras experiencias humanas aparece como un verdadero milagro,
que la Trinidad de Dios en toda su variedad
aún no se haya roto sin esperanza.

¡Bromas aparte!
Aprendamos de Dios uno y múltiple, al que confesamos junto con otras muchas confesiones
y esto incluso en el único y conjunto fundamento de la confesión de fe apostólica.

Aprendamos de Dios uno y múltiple:
    La variedad puede ser expresión de una plenitud viva y debía ser considerada como enriquecimiento.
    Unidad en el sentido de la expresión militar “¡preparados! ¡mirada al frente!” es una muestra de incapacidad.
    Un Sí a la variedad y también a la ambigüedad abre los ojos a tesoros ocultos – también en la fe.
    La verdadera catolicidad es ecuménica y transforma el mundo entero no sólo geográficamente sino también culturalmente y no en último lugar ‘eclesialmente’, en el sentido de una ‘Iglesia de Jesucristo’ una y diversa.

    El ecumenismo procede de la oración de Jesús por la unidad, también como un reto y una exigencia para nosotros.
Además esto se sigue de la más íntima esencia del Dios Uno y Trinitario y de nuestra confesión común de Él.

Amén.
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