Predigt Homilía para el Domingo Vigésimo Noveno
del ciclo litúrgico B

18 Octubre 2015
Lectura: Is 53,10-11
Evangelio: Mc 10,35-45
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Vamos ya hacia el final del año litúrgico.
En las Lecturas se trata cada vez más
* de las llamadas ‘predicciones de la Pasión’ de Jesús,
* del ‘cáliz’ de la Pasión y de la muerte,
que Él beberá hasta el fondo
* del ‘sacrificio expiatorio’, que Él ofrecerá en la Cruz.

Sinceramente yo tengo considerables dificultades con esta idea de sacrificio y también con el discurso natural en nuestra fe sobre el ‘sacrificio de la Cruz’ de Jesucristo.
Ciertamente esta idea de sacrificio está totalmente arraigada de forma religiosa y, por así decirlo, en todas las religiones.

En el diccionario se dice que con el sacrificio del hombre probado, mediante la ofrenda de un bien o de un trabajo se puede influir positivamente en la acción de Dios sobre este mundo.
Ni con la mejor voluntad me puedo imaginar
que Jesús con su muerte en Cruz persiguiese
esta intención.
Más bien estoy convencido de que Pasión y Muerte están en fundamental oposición con el ser de Dios, que es sencillamente la vida.
Dios no quiere la muerte del pecador, se dice en la Escritura, ¡cómo va a querer la muerte de Su Mesías!.
Por consiguiente ¿qué significado tiene la Cruz de Jesucristo para Su misión?
Jesús acentúa continuamente:
No he venido al mundo en mi propio nombre
sino en el nombre de aquel, que me ha enviado,
en el nombre del Padre.
En su gran discurso del Buen Pastor, Jesús dice:
“He venido para que tengan Vida
y la tengan en abundancia.” (Jn 10,10)
Y dice también: “No he venido para juzgar al mundo, sino para que se salve.” (Jn 12,47)

Su esperanza en el mensaje que funda y que salva
se extiende como un hilo rojo a través de toda Su vida:
es el mensaje del Reino de Dios venidero y que ya despunta,
el mensaje de una Creación nueva de este mundo,
el mensaje de una nueva y filantrópica realidad.
Pablo resume la misión de Jesucristo en la Segunda Carta a los Corintios:
“Por tanto, el que está en Cristo es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo.
Y todo proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por Cristo y nos confió el ministerio de la reconciliación.” (2 Cor 5,17-18)

De esta nueva realidad y, sobre todo,
de la conversión interior, de una nueva forma de ser hombre, se trata también en el Evangelio de hoy:
Santiago y Juan están aún totalmente captados por la vieja realidad, por el modo de pensar del hombre viejo.
Aspiran a los primeros y honrosos puestos y no
en último término al poder y a la influencia.
Con esto provocan, según la lógica del ‘mundo viejo’, enojo, envidia y discordia entre los otros discípulos, que no son menos hijos de este mundo viejo.

Jesús percibe esta situación y les aclara otra vez y con toda paciencia, de que se trata en Su nuevo mundo:
Él dice:
“Vosotros sabéis que los soberanos oprimen a los pueblos y los poderosos usan mal su poder con los seres humanos.
No será así entre vosotros,
sino que el que quiera ser importante entre vosotros, debe ser vuestro servidor,
y quien quiera ser el primero, debe ser el esclavo de todos.
Pues tampoco el Hijo del Hombre ha venido para que le sirvan, sino para servir y entregar Su vida como rescate por muchos.”

Por tanto, Él mismo habla aquí con el presentimiento,
de lo que le esperará,
de la ‘entrega’ de Su vida como ‘rescate’ por muchos.

En estas palabras se halla un punto de partida
para nuestro discurso sobre el ‘sacrificio de la Cruz’ de Cristo.
Pero la entrega de Su vida está en una conexión indisoluble con Su mensaje del Reino de Dios.
Lo que nos redime a nosotros, seres humanos, y a este mundo de nuestras implicaciones en la falta de humanidad y en la maldad es en primer término y sobre todo el regalo del Reino de Dios venidero.
A esto y sólo a esto se dirige la misión de Jesucristo.

Pero este regalo de Dios empuja a los discípulos de Jesús a la incomprensión y a los dirigentes de todas las épocas al rechazo radical y finalmente mortal para Jesús.
Jesús se traicionaría a sí mismo y a Su misión divina,
Si Él ante la enemistad contra Su mensaje del Reino de Dios se pusiese a salvo.
Finalmente Él dice ‘Sí’ a la inevitable consecuencia de Su propia muerte en Cruz,
no porque Él aspire a esta muerte terrible,
sino porque personas concretas y todo un ‘sistema’ de la realidad vieja y pecadora oponen una resistencia violenta y portadora de muerte contra el plan de Dios de renovación del mundo.

Aún hoy también, 2000 años después de la muerte en Cruz de Jesús, se defienden los viejos poderes,
en parte de forma violenta, contra la iniciativa de Dios de una renovación de la humanidad.
Sólo un único ejemplo de esto:

El presidente alemán dijo hoy de aquellos más de 900 comedores sociales alemanes, que diariamente proveen a innumerables personas necesitadas con lo más imprescindible en alimentación:
“Nos golpea una rabia creciente.
Somos injuriados e insultados
porque abogamos por las personas necesitadas.”
Una ocasión concreta para estos ataques rabiosos
contra el compromiso de los comedores sociales es el hecho de que estos comedores sociales también proporcionan alimentos a unos 150.000 refugiados.

Con razón esta noticia nos sacude a muchos de nosotros.
Sin embargo, no debiéramos olvidar,
el mirarnos a nosotros también en el espejo:
¿Cuánto del ‘hombre viejo’ hay todavía en cada uno de nosotros?
Una mirada así al espejo nos debía avergonzar;
porque todos nosotros nos hemos convertido por el Bautismo ya en nuevas personas,
si le diéramos de verdad espacio en nosotros a esta persona nueva.

Amén.