Homilía para el Domingo Vigésimo Tercero
del ciclo litúrgico B

6 Septiembre de 2015
Lectura: Is 35, 4-7a
Evangelio: Mc 7,31-37
Autor: P. Heribert Graab, S.J.
Véase también la homilía del Domingo XXIII del año 2000.
En el ruido de una gran ciudad americana estaba de camino un americano blanco junto con un indio norteamericano.
De repente se paró el indio:
“¿No oyes el chirriar de un grillo en medio de esta ciudad?”
El blanco americano no había oído nada:
“¡Vosotros los indios tenéis un oído más fino!”
Poco después el indio dejó caer al suelo a propósito una pequeña moneda.
El americano blanco escucha atentamente y busca la moneda.
“Tu oído no es peor que el mío.
Sólo que cada uno oye lo que es importante para él:
Yo oigo el grillo.
Tú oyes el dinero.”

En esta historia se halla una sabiduría profunda,
que nos enseña:
Posiblemente todos somos parcialmente sordos.
Quizás todos necesitamos el toque sanante
que nos describe el Evangelio.
En primer lugar desearía invitarles a una reflexión.
Tomémonos un momento para la siguiente pregunta:
¿Qué oigo? ¿Qué no oigo?
¿En qué soy quizás parcialmente sordo?

Breve silencio

Continuamente oigo en diálogos sobre la oración la siguiente queja:
“Dios no me responde.
Mi oración no es más que un monólogo.”
¿No será esta queja posiblemente un indicio de una sordera parcial?
En el Bautismo se da el rito Effata:
“El Señor te abra, como al sordomudo,
oídos y boca,
para que tú percibas su Palabra
y confieses la fe!”
Pero esto no actúa – como todo sacramental –
de forma mágica.
Quien no cuida su oído para la voz de Dios,
lo perderá, como también perdemos capacidades naturales,
que no se entrenan ni se cuidan.

Por ejemplo, María, la Madre de Jesús, pudo acoger como una antena la palabra de Dios,
porque su relación con Dios también determinaba su cotidianeidad,
porque la oración era un firme componente de su vida y
porque ella en la oración estaba en silencio,
en lugar de charlar y a hablarle a Dios sin ton ni son,
como diríamos en la jerga de hoy.

Por tanto, para curarnos de nuestra sordera ante Dios,
debiéramos poner coto a los ensordecedores ruidos que hay a nuestro alrededor
y con frecuencia retirarnos a espacios de silencio.
Entonces podríamos poco a poco aprender a orar –
de un modo muy personal,
que sobre todo “escucha” y no habla mucho.

En una moderna canción espiritual se dice:
“Cuando escuchas, no escuchas sólo,
otros se contagian, “escuchar” puede formar círculos.
Cuando escuchas, escuchas no sólo para ti,
escuchas para mí…”
Mudez y sordera están en íntima relación.

Cuando el Evangelio nos sugiere
reflexionar sobre nuestra sordera y mudez parcial,
entonces podemos advertir,
que nosotros también en el trato mutuo
estamos sordos para alguna necesidad
y con frecuencia con la parcial mudez
no hallamos la palabra conveniente.
También esto se expresa en una nueva canción espiritual:
“Callo cuando debería hablar
y cuando debería escuchar
entonces de repente no puedo.”

En particular nuestros oídos están anquilosados
por regla general cuando se trata de oír el grito silencioso de los pobres,
el grito de los oprimidos,
el grito de los obligados a callar.
Porque no tienen voz propia,
porque son dependientes
les debemos prestar nuestra voz.

Breve silencio

Cuando comparezcamos ante Jesús
para pedirle, como los amigos del sordomudo:
“Señor, tócanos”,
este ruego tiene que ser concreto:
Señor, abre nuestros oídos anquilosados
para las necesidades de nuestro alrededor –
para las necesidades de muchos refugiados;
y libéranos de las cadenas, que paralizan nuestras lenguas,
para que podamos hablar por los que no tienen voz,
del mismo modo que los amigos del sordomudo hablaron por él,
ya que él mismo no estaba en situación de hacerlo.

Breve silencio

Con lo que podemos contribuir es
¡con que nos reunamos!
Muchos escuchan más que uno solo.
Y muchos también han escuchado antes más que uno solo.
Muchas iniciativas y las llamadas ONG
practican con creciente éxito
este conjunto mirar y escuchar,
así como el hablar por los que no lo pueden hacer.
Desde hace tiempo hay muchos grupos de este tipo en Colonia.
Y ciertamente en estos días surgen casi día tras día
nuevos grupos e iniciativas de personas,
que se comprometen con los refugiados de forma honoraria.
Y sólo este hecho contribuye también a la curación
de los “oídos sordos” en la política.

Breve silencio

Si esta noche vayamos a casa
con el conocimiento o al menos con el presentimiento,
de que nosotros mismos somos sordos y mudos parcialmente,
no hemos escuchado en vano el Evangelio.
Entonces se ha creado una condición previa esencial
para que podamos esperar la curación:
Porque lo que los seres humanos dijeron entonces de Jesús, es válido también hoy sin ninguna restricción:
“Él lo ha hecho todo bien:
Él hace que los sordos oigan
y los mudos hablen.”
¡Dejémonos también nosotros curar por Él!

Amén