Homilía para el Domingo Décimo Séptimo del ciclo litúrgico B
26 Julio 2015
Lectura: 2 Re 4,42-44
Evangelio: Jn 6,1-15
Autor: P. Heribert Graab S.J.
“¡Hay suficiente para todos!”
Esto lo hemos escuchado de niños con bastante frecuencia cuando estábamos sentados a la mesa.
Probablemente algunas madres que se hallan entre nosotros han dicho también esto mismo a sus hijos,
cuando pedían que les llenase el plato por si al final quedaba muy poco.

Este miedo a que no pueda llegar para todos
parece hallarse en lo profundo de nosotros los seres humanos.
Esta precaución invade también a los servidores de Elías y precisamente a los discípulos de Jesús:
¡¿Cómo puede llegar tan poco para tantos?!

Sin embargo, el mensaje de la Biblia suena así:
¡Hay suficiente para todos!
Pero nosotros tenemos la impresión de que
la Biblia pone esto muy fácil;
en tales situaciones la Biblia está relatando milagros-
    por ejemplo el del milagro del maná en la peregrinación por el desierto de Israel,
    del agua clara que Moisés hace brotar precisamente en el desierto, golpeando la roca con su bastón,
    del milagro del pan de Elías en la Lectura de hoy
    también de la multiplicación de los panes de Jesús en el Evangelio.

Desgraciadamente no experimentaremos nunca lo que sucedió entonces y cómo sucedieron estos relatos.
Pero podemos (¡y debemos!) abrir nuestros ojos
a los ‘milagros’ que pasan también hoy.
Esto ya empieza con el milagro de la Creación:
Por ejemplo en la primavera ¿no nos hemos “maravillado” nunca por la plenitud floral de un árbol frutal?
Bajo su peso se quiebra a veces una gruesa rama del árbol.
¡Continuamente milagros de plenitud!
Hay suficiente para todos – nos dice incluso la ciencia.
¡No hay ningún problema para los siete mil millones de seres humanos, que viven hoy!
Incluso diez mil millones puede alimentar la tierra sin problema, según el nivel actual de la ciencia.

En una bendición de la Iglesia se dice:
“Que Dios acompañe vuestro trabajo,
para que uséis con gratitud y alegría,
lo que ha crecido mediante las fuerzas de la naturaleza y el esfuerzo de los seres humanos.”

Un ‘milagro’ es lo que las fuerzas de la naturaleza llevan a cabo.
Pero un ‘milagro’ son también las capacidades,
que el Creador ha puesto en nosotros los seres humanos y que se desarrollan continuamente y de forma permanente.
El ser humano puede multiplicar por medio de sus capacidades el potencial de la naturaleza al servicio de la humanidad-
a condición de que comprenda su compromiso con la investigación y la técnica
como colaborador en la Creación de Dios
y no precisamente como satisfacción de su propia ambición, de su avidez de poder y dinero.

“¡Hay suficiente para todos!”
Esto es válido para todo lo que los seres humanos necesitan materialmente.
Pero también es válido para todos los valores inmateriales, que hacen la vida digna de ser vivida y humana:
¡Justicia y paz son básicamente posibles para todos!
¡Justicia y paz debían ser realidad para todos!
Que no lo sean, sólo tiene una causa:
Demasiados seres humanos contrarían los planes de los demás como enemigos del orden de la Creación de Dios.
Pero también el egoísmo y el desprecio parecen dominar mucho este mundo,
aunque, sin embargo, continuamente sucede este milagro de la justicia y de la paz a veces contra toda esperanza.

¡Contemplemos otra vez el Evangelio de la multiplicación de los panes!
¿Qué es lo que convierte este relato en un relato milagroso?
Aquí hay mucho más que saciar a cinco mil personas con cinco panes de cebada y dos peces y al final aún quedan doce cestos llenos del pan sobrante.
¿Es esto el milagro?

O ¿no constituye el mayor milagro por el contrario que un ser humano solo, un niño, ponga a disposición de los demás sus provisiones “privadas” y comience a compartir y que esto parece que provoca una gran ola de compartir?
¡Esto es ciertamente un milagro!
¡Y milagros de este tipo son tan necesarios como el pan cotidiano!
A que sucedan también hoy milagros de esta clase podemos contribuir cada uno de nosotros,
para que finalmente el mensaje del Evangelio sea verdad para todos:
“¡Hay suficiente para todos!”

Amén.
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