Homilía para el Domingo Décimo Octavo del ciclo litúrgico B
5 Agosto 2012
Lectura. Ex 16,2-4 y 12-15
Evangelio: Jn 6,24-35
Autor: P. Heribert Graab S.J.
El domingo pasado se trató de hambre muy prosaica de todos aquellos que habían seguido a Jesús
todo el día y Le habían escuchado hasta muy entrada la tarde.
Jesús aplacó su hambre ‘multiplicando’
de algún modo los pocos panes que un muchacho llevaba consigo y así se llenaron doce cestos con restos de pan.
El relato del Evangelio nos sirvió como motivo
para reflexionar un poco sobre el hambre en el mundo hoy y sobre la cuestión de cómo se podría resolver la catástrofe del hambre políticamente
en el sentido de Jesús.

Con el Evangelio de hoy comienza una disputa verbal altamente  teológica de Jesús con ‘los judíos’ sobre el hambre de los seres  humanos en un sentido figurado.
El mensaje de Jesús dice así:
“Yo soy el Pan de Vida;
quien venga a Mí ya no tendrá nunca hambre, y quien crea en Mí no tendrá ya nunca sed.”

Pero hoy yo también quisiera dirigir de nuevo
la mirada de ustedes a la realidad del mundo interior y al mensaje, que nos proporciona la Lectura y
el Evangelio.
No se preocupen porque los domingos próximos tendremos aún ocasión de hablar de nuestra fe en Jesús como el “Pan Vivo del Cielo”
y con ello del tema de la dimensión sobrenatural del sexto capítulo del Evangelio de Juan.

Una fe totalmente orientada al fundamento del Evangelio nunca podrá resignarse a que los seres humanos pasen hambre.
De ello se trató el domingo pasado.
Una fe totalmente orientada al fundamento del Evangelio tampoco asentirá a que las personas en particular y tanto más la política humana vean
en las “ollas de carne de Egipto” la auténtica meta de la vida.
De esto se trata hoy.

La Lectura del Evangelio habla hoy de que toda
la comunidad de los israelitas había ‘murmurado’
en el desierto contra Moisés y Aarón.
La traducción es bastante suave.
Hoy hablaríamos de una ‘protesta’ enérgica,
cuando no era si no una revuelta en toda regla.
Una ‘murmuración’ inofensiva quizás hubiera sido comprensible.
De todos modos esta peregrinación por el desierto
en libertad exigía algo a los seres humanos:
Aparentemente esfuerzos sin fin, renuncia a alguna comodidad y precisamente también hambre y sed.
Entonces se convierte la exigua manutención de los esclavos de la servidumbre en las “ollas de carne
de Egipto” por un recuerdo transfigurado.
Y, simultáneamente, cae en el olvido la mísera existencia de los esclavos en Egipto y los propios gemidos bajo los látigos de los opresores.
También se olvida la oración suplicante por la situación de esclavos y la petición de ayuda a Dios.
Se olvida la alegría de que Dios escuchó
 sus gemidos y recordó Su Alianza con Abraham, Isaac y Moisés. (Cf. Ex 2,23 s)

En primer término la ‘murmuración’ de Israel se concentra contra Moisés y Aaron.
Pero en realidad se trata de una sublevación contra
el propio Dios, que había escuchado su llanto y
los había conducido a la libertad.
Ahora Le retiraron su confianza.
Por una fantasía sobre las “ollas de carne” traicionaron sus ideales de libertad y de un futuro regalado por Dios como pueblo.
Traicionaron la Alianza de Dios con Su pueblo.

Ansiar las ollas de carne de Egipto,
se ha convertido hasta el día de hoy en un modo de hablar corriente.
Se trata de pensar en el bienestar, en el materialismo práctico y en el oportunismo político.
Valores ideales como la libertad, la justicia o incluso la dignidad humana están subordinados al bienestar material, de valores religiosos como la confianza
en Dios ni siquiera se habla.

¡Con esto hemos llegado de nuevo al presente!
Concediendo prioridad a las “ollas de carne de Egipto” frente a un orden de valores que se desmorona cada vez más,
Corremos el peligro -como entonces Israel- de hundirnos en un desierto intransitable.
Desde esta consideración, reflexionen sobre la crisis actual.
Pregúntense por los intereses que dirigen a los diferentes actores.
Pregúntense por los valores, que juegan un papel,
en referencia a los que son arrojados por la borda.
Al mismo tiempo, pregúntense también por
los criterios, según los cuales ustedes mismos juzgan la actual crisis política.

Finalmente también debiéramos reflexionar sobre aquel orden de valores que determina nuestra vida privada y preguntarnos qué papel juegan las “ollas de carne de Egipto”, en general con referencia predominante a los puntos de vista materiales.

Además el Evangelio de hoy en primer lugar apunta a la misma dirección:
Jesús cala a Sus “fans”.
Ellos no Le buscan en absoluto,
porque hayan comprendido Su mensaje
o el signo de la multiplicación de los panes
para saber interpretarlo en su propia vida.
Le buscan porque han olido las “ollas de carne de Egipto”.
Han reconocido muy rápidamente las ventajas,
que les podría traer para la seguridad fundamental de sus vidas enganchar a este Jesús y hacerle Rey.

Dar de comer al hambriento,
dar de beber al sediento,
vestir al desnudo,
esto es una cosa. (Cf. Mt 25,35 ss.).
Pero algo muy diferente es,
disfrutar en la abundancia y colocar los bienes materiales sobre todo lo demás.

“No es preocupéis del alimento que se corrompe,
sino del alimento que permanece para la vida eterna y que el Hijo del Hombre os dará.”
Estas palabras críticas de Jesús no están en absoluto en contra del discurso de Jesús sobre la justicia,
en el cual se trata de los valores materiales de primera necesidad;
aquí se trata contra la situación de que
estos bienes materiales sean colocados
como un absoluto;
aquí se trata de que el orden de valores se invierta;
aquí se trata de que precisamente sean dejados
de lado aquellos valores, que conservan un valor imperecedero en las muchas cosas cambiantes del mundo y de la vida humana.

Concretamente en un “mundo al revés”,
en el que el materialismo práctico determina la vida,
se pone “bajo las ruedas”
lo que hace humanos a los seres humanos:
  •  la preocupación por la justicia y por la paz,
  • la preocupación por la dignidad humana de cada uno,
  • el cuidado mutuo,
  • la asistencia a los más débiles,
  • el esfuerzo por el amor en las relaciones mutuas.
En este sentido, el mensaje de las Lecturas de este domingo interpela a cada ser humano de buena voluntad.
Y tanto más, nosotros como cristianos debiéramos dejarnos interpelar por los aspectos humanos del Evangelio de Jesucristo, porque, en primer lugar,  estos aspectos en absoluto son lógicos para nosotros.
Por el contrario:
Con frecuencia estamos tentados de infravalorarlos y de desplazarlos a las sombras de los valores sobrenaturales.
En segundo lugar, necesitamos urgentemente
para la supervivencia de la humanidad
actos solidarios y una intensa cooperación
con todos los que se preocupan por lo humano
en otras religiones y en nuestro entorno secularizado.

Cuando esto está claro, nos podemos dedicar
con toda tranquilidad y abandono a la cuestión religiosa en sentido estricto,
de lo que significa para nosotros y también
para los seres humanos de nuestro alrededor,
que el propio Jesús sea el verdadero Pan de Vida,
que el Padre del Cielo nos quiere obsequiar a todos nosotros.
Amén.