Homilía para el Domingo Décimo Séptimo del ciclo litúrgico B - 29 Julio 2012
Evangelio: Jn 6,1-15
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Muchos teólogos son y continúan siendo teólogos.
Aunque no tengan ninguna mirada para las realidades de la vida diaria de las personas;
pero son muy rápidos
-por no decir precipitados-
con lo que se halla “detrás” de estas realidades,
por tanto, para lo ‘meta-físico’ o
para lo ‘sobrenatural’.
La cuestión de lo que oprime a las personas
en su vida cotidiana, aparece fácilmente 
como ‘superficial’.

El evangelista Juan es uno de los más grandes teólogos de la cristiandad.
A diferencia de todos los demás evangelistas,
desde el principio eleva el relato de la Multiplicación de los panes a un nivel ‘más alto’.
Sobre todo lo utiliza como motivo para una representación del misterio de la Eucaristía altamente teológica y absolutamente fascinante.
Por este motivo en el orden litúrgico de las Lecturas, elaborado también por teólogos, se interrumpe desde hoy el Evangelio de Marcos.
Por tanto, a lo largo de cinco domingos escucharemos en pasajes, el capítulo sexto completo del Evangelio de Juan sobre la Eucaristía.

Con seguridad celebramos y experimentamos
en la Eucaristía domingo tras domingo,
el núcleo de nuestra fe.
Naturalmente es indispensable reflexionar continuamente sobre este núcleo de nuestra fe y profundizar en nuestra comprensión de la misma.
Pero la fe tiene mucho que ver con el ser humano
en su totalidad.
Quizás esto se halla algo más claro en los llamados Evangelios Sinópticos que en el de Juan.
Pero, sobre todo para Jesús es condición previa natural para el anuncio del Reino de Dios.
En primer lugar, Jesús tiene siempre una mirada
para los seres humanos concretos y para sus necesidades.
Hoy trata de forma muy contundente el hambre de todas las personas que Le habían seguido todo el día y Le habían escuchado hasta bien entrada la tarde.

Recuerden el tiempo de preparación de Jesús
en el retiro del desierto, previo a Su vida pública.
Entonces ‘el gran tentador’ le presentó a Jesús
la exigencia de convertir las piedras en pan.
La respuesta de Jesús sonó así:
“No sólo de pan vive el ser humano,
sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4,4).
¿Pueden ustedes imaginarse que Jesús hubiera dicho aquella tarde que todas las personas habían perseverado en estar con Él sin pensar en general
en la comida?
¡Seguro que no!

Y, sin embargo, algunos teólogos de forma bastante irreflexiva han recurrido a esta palabra de Jesús también en el contexto de este relato de la Multiplicación de los panes.
Incluso aquí y allí se ha echado una reprimenda a Felipe y a Andrés.
De forma habitual sencillamente habían preguntado:
¿dónde y cómo podemos comprar tanto pan?
¡Ni siquiera doscientos denarios serían suficientes!
Y los cinco panes y los dos peces que tiene un niño serían tanto como nada.
Esta evaluación realista de la situación
conduce a más de un teólogo a un al reproche de que no tenían nada pero tampoco han captado nada.
¡Pero lo han captado muy bien!
¡Han captado el problema!
Pero, gracia a Dios, tampoco se les ocurrió decir:
“No sólo de pan vive el ser humano…”

La solución del apuro era asunto de Jesús.
Con detalle no sabemos cómo pareció esta solución.
Pero, en todo caso, fue un ‘milagro’
-sobre todo tuvo éxito en motivar a todas aquellas personas para desempaquetar sus últimas reservas y compartir;
por tanto, a hacer lo mismo que este niño
con sus panes y sus peces.
      (Wilhelm Wilms ha relatado de nuevo en este sentido de forma emocionante el relato de la   
      Multiplicación de los panes).

Entonces se trató a lo sumo de unos pocos miles de personas, que fueron saciadas en la tarde de un largo día.
Si nosotros hoy nos proponemos el problema del hambre en el mundo, entonces se trata, según se dice y se escribe, de mil millones de personas.
Esto significa: De cada siete personas, una pasa hambre en la tierra.
Y esto, aunque los profesionales dicen que la tierra podría alimentar incluso a diez mil millones de personas.
Entonces, en la situación que el Evangelio describe,
el problema se resuelve mediante un ‘milagro’ del compartir individual.
Pero hoy sería necesario un ‘milagro’ político,
más exactamente de política económica.

Para no desaprovechar ningún camino, lo aclaran tres términos con los que yo he tropezado en estos días:

01.    Una de las principales causas del hambre es el calentamiento climático con tendencia ascendente. Lo poco que esto se toma en consideración, lo demuestra una y otra vez cada conferencia sobre el clima mundial.
02.    La falta de energía mundial conduce de forma creciente a la producción de biogas y de biossprit. En consecuencia se retrocede, por ejemplo, en la ampliación del trigo para alimento de los seres humanos.

03.    La especulación con los alimentos y sobre todo la especulación con el trigo en las bolsas además eleva los precios. Este modo de especulación es con menos frecuencia tema de los medios que la especulación financiera, pero es una de los motivos del hambre en el mundo.

El problema seguramente tiene muchas capas y es complicado y supone un difícil desafío para la política.
Pero precisamente con la política tienen un problema algunos teólogos, desde los días de la teología de la liberación.
Entonces, por ejemplo, se reprocha a Felipe la ignorancia porque él con el factor del coste del pan pone sobre la mesa el punto de mira económico.

Naturalmente es necesario y justo que los teólogos en nuestra época hablen continuamente del ‘hambre’ de sentido y orientación de las personas,
del hambre de justicia y de paz,
del hambre de una vida acertada.
¡Pero no se puede jugar con el hambre de pan,
que amenaza la supervivencia!
La praxis de Jesús, en todo caso, fue otra:
Él trataba del mensaje del Reino de Dios.
Pero más exactamente sonaba así este mensaje:
El Reino de Dios ha despuntado ya aquí y ahora;
y es ya experimentable –muy concretamente allí donde Jesús cura a los enfermos, expulsa demonios, se vuelve hacia los extranjeros y los marginados o precisamente también sacia a los hambrientos.

¡Y a esto envía a Sus discípulos y también nos envía a nosotros!
Comencemos en Su seguimiento ya a leer el periódico con Sus ojos y a reflexionar sobre ello,
donde hoy suceda algo comparable,
donde ya hoy sucedan ‘milagros’ del Reino de Dios que llega,
y donde también nosotros –como los discípulos de entonces- podamos colaborar en tales ‘milagros’ y recojamos “los trozos de pan sobrantes” “para que no se pierda nada”.

Amén.