Homilía para la fiesta de la Transfiguración del Señor, Ciclo litúrgico “A”
6 Agosto 2023
Evangelio: Mt Jn 14,1-12
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Homilía 2006, abreviada y revisada
¿Se puede traer el sol del cielo?
Los niños han respondido a esta pregunta:
“¡No!” ¡Naturalmente, no!¡Es demasiado grande!”
Pero se pueden capturar los rayos del sol
con los llamados colectores del sol
para convertir la energía solar, por ejemplo,
en corriente eléctrica.

Nosotros “capturábamos” ya los rayos solares cuando éramos niños:
Con un pequeño espejo irritábamos a nuestro profesor en clase.

Desde la antigüedad tiene el sol algo divino:
“Sol invicto” era entre los romanos el “Dios Sol invencible”.
Desde la antigüedad los cristianos aceptaron que
el sol era para ellos no sólo el propio Dios
sino una imagen de la Luz divina, generadora de vida y el benéfico calor, que sale de él.
Ya temprano los cristianos orientaron sus iglesias hacia Oriente, teniendo a la vista el sol naciente.

Jesús camina con algunos de Sus discípulos
hacia una alta montaña “con el sol en contra”.
Y allí arriba es captado y transformado por la Luz divina del sol, de modo que todos Le podían ver.
Incluso “Sus vestidos presentaban un blanco resplandeciente, que en la tierra no lo puede lograr ningún batanero.”

Canciones y oraciones celebran al Cristo Resucitado
como “Sol de justicia y amor”,
como “Luz de verdad y de paz”.

Pablo dice de Cristo,
que se le apareció en el camino hacia Damasco:
“Vi en el camino al mediodía, una luz más brillante que la del sol, que me envolvió a mí y a mis acompañantes.” Hch 26,13

Y el Apocalipsis de Juan dice del Hijo del Hombre,
que Su rostro “resplandecía como el poderoso sol
radiante.” (Ap 1,16)

Un presentimiento de esto lo recibieron los tres discípulos,
que estaban juntos con Jesús arriba en la montaña.
Esto fue para ellos una experiencia grandiosa,
tanto que en el momento hubieran dicho con gusto:
“¡Permanece aquí! ¡Estás tan hermoso!”

Jesús, sin embargo, se niega a ello para “construir chozas”.
Esta experiencia de la luz divina en Él mismo,
en su maestro, debe darles fuerza y consolación en su vida diaria
y sobre todo en las horas oscuras,
que pasarán con Él.

Más aún: Esta experiencia deben transmitirla
como alegre mensaje a todos los seres humanos – hasta el día de hoy.

- Jesucristo es la Luz
que ilumina a todos en las tinieblas de este mundo.

- Jesucristo es la Luz,
que nos puede ofrecer a nosotros también hoy orientación en la desconcertante diversidad de nuestra vida.

- Jesucristo es la Luz
que continuamente ofrece el calor y
la seguridad del amor de Dios a todos
y a cada uno de nosotros.

Volvamos de nuevo al pequeño juego
de manos de los niños:
Este juego captura los rayos de sol
no para conservarlos para ellos
sino para enviarlos.
El ser humano Jesús de Nazareth recibe
la Luz Él mismo de Dios, al que llama Su Padre, que le atraviesa con Su Luz divina
y Le revela como “Su Hijo amado”,
al cual también nosotros podemos y debemos escuchar.

Por consiguiente Jesús continúa dando esta Luz divina, no sólo a aquellos discípulos,
que son testigos inmediatos de Su transfiguración,
sino que durante toda Su vida anuncia continuamente a los seres humanos
“una Luz que brota”.

Esta Luz divina surge continuamente a través de todo lo que Él hace:
sobre todo por medio de Su actuación curativa y reconciliadora con los pobres,
los enfermos y los excluidos.

Incluso a los poderosos “que oprimen a sus pueblos y abusan de su poder sobre los seres humanos”, intenta Él iluminar con Su Luz divina, en la mayor parte de los casos desgraciadamente en vano:
Porque su sucio cálculo con poder y riqueza
sólo puede abrirse a la oscuridad.

Mediante el Bautismo y la Confirmación también nosotros somos llamados a transmitir
como un espejo la Luz de Jesucristo resplandeciente y gozosa a todas las personas que nos encontremos:
En primer lugar y sobre todo naturalmente a aquellos sobre los que tenemos inmediata responsabilidad,
a nuestros hijos en especial.
Pero después también a nuestros vecinos, amigos y compañeros.

Es un grave error de nuestra época creer que la religión es un asunto privado.
Por el contrario:
En la fe tenemos responsabilidad unos con otros y no en último lugar con aquellos que
están en busca de la Luz verdadera en las oscuridades y en el caos de esta época.
Por consiguiente vivamos nuestro Bautismo y Confirmación siendo Luz unos para otros
en medio de la vida diaria de este mundo.

Amén.
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