Homilía para el Domingo Quinto
del ciclo litúrgico “A”
5 Febrero 2023
Lectura: 1Cor 2,1-5
Evangelio: Mt 5,13-16
Autor: P. Heribert Graab S.J
Pablo llegó a Corinto con el firme propósito de
“no saber nada a excepción de Jesucristo
y éste como crucificado”
Por tanto se trataba del comienzo del núcleo esencial de la fe.
Y también ahora, cuando escribe esta Epístola a los Corintios, está firmemente convencido de ello:
Todas las riñas en la comunidad son trivialidades y vanidades que sólo se pueden superar por medio del retorno a lo esencial, es decir, a la Cruz de Cristo
porque sólo en ella se fija “la fuerza y la sabiduría
de Dios”.

Al mismo tiempo Pablo tiene claro
que toda conversación sobre la Cruz
ahuyenta todos los pensamientos mundanos.
Y él sabe demasiado bien que los cristianos de Corinto viven en medio del mundo de esta gran ciudad.
Naturalmente están bajo el influjo, de lo que “se” piensa,
naturalmente esta ciudad es su mundo,
en el que viven, en el que se sienten en casa.
Aquí quisieran ser aceptados.
Aquí quisieran poder tener voz.
Aquí no quisieran que se les marcase como “idiotas”.

Pero ciertamente esto no acaba en lo que Pablo les exige:
embarcaos en la sabiduría de Dios
que se ilumina en la Cruz de Jesucristo.
Desenmascarad el sensato parloteo de vuestro entorno,
que en realidad es como necedad.

Todas las cabezas sensatas de este mundo no están ni siquiera en situación de reconocer al Creador y Señor de todo esto
detrás de la realidad superficial,
detrás de lo que ellos pueden agarrar con las manos.
Y aún mucho menos reconocen al Dios encarnado.
Su muerte en la Cruz es una vergüenza a sus ojos.
No reconocen el amor de Dios en ello
y ni siquiera la victoria del Crucificado sobre
el aparentemente inevitable poder de la muerte.

Sobre este bloqueo del entendimiento chocó Pablo entonces en Corinto.
Sobre la misma incapacidad para comprender la palabra de la Cruz, se encontraría Pablo también hoy en nuestras comunidades y tanto más en una sociedad moderna.
Con mucha frecuencia he dirigido coloquios a personas que se interesaban por la fe cristiana.
Pero tan pronto como se hablaba del Cristo Crucificado se cancelaba el coloquio:
Un Dios, que se deja colgar en la Cruz como un malhechor, fue y es considerado como una exigencia excesiva.

Pablo, por el contrario está firmemente convencido
de que en la Cruz , la sabiduría y la fuerza de Dios se hacen evidentes,
Intentemos descubrir un poco el misterio de la Cruz:

La Cruz es uno de los instrumentos más crueles
para torturar a los seres humanos y para matarlos
atrozmente:
Por eso es simbólico para todo modo de sufrimiento insoportable, que se hacen los seres humanos mutuamente.
Por eso representa toda violencia inhumana
con los seres humanos sin tener en cuenta su vida..
Por ello es al mismo tiempo la esencia del pecado, de la culpa y del crimen contra la dignidad humana.
En este sentido estamos día tras día confrontados con la Cruz.
Alguno que otro desea cerrar los ojos ante la espantosa realidad de la Cruz,
pero nadie la negará seriamente.
Y todo
el que conserve aunque sólo sea un hálito de humanidad dirá:
¡Si existe un Dios debiera salvarnos del azote de la Cruz.!
Y si no hay ningún Dios,
entonces es nuestro propio deber y obligación,
apartar la cruz del mundo.

Y ahora observen ustedes el traicionero lenguaje,
con el que tales expectativas son formuladas:
    Aquí habría que repartir golpes.
    Para algo así se tendría que inventar de nuevo la pena de muerte.
    Estos regímenes terroristas tienen que ser erradicados de cuajo.
    Aquí Dios debiera dejar que lloviese fuego y azufre.

En todas estas formulaciones Pablo diagnosticaría un aspecto de la “sabiduría de este mundo”.
Por el contrario la sabiduría de Dios se decide
por un camino, por el que no iría ningún ser humano con sentido:
Cristo toma él mismo la Cruz sobre sí.
Él se rebajó como un esclavo
y semejante a todos los seres humanos bajo la cruz.
Se hizo obediente a la ley del amor divino
hasta la muerte, hasta la muerte en la Cruz.
(cf Filp 2,6 ss)

Expresado de otra forma:
El Dios encarnado
dirige hacia todos los que sufren bajo la Cruz,
no sólo Su amor,
curándolos y consolándolos,
liberándolos de todas las presiones interiores y exteriores.
Más bien Su amor va tan lejos
que no cede ante la resistencia de los poderosos,
sino incluso en el propio fracaso
permanece solidario con los indigentes
y con ellos hace el camino hacia la oscuridad de la muerte.

¡Ciertamente en este punto se pone en juego no solamente la sabiduría de Dios sino también la fuerza de Dios!
La fuerza del amor sobrepasa incluso el poder de la muerte, yendo con los condenados a través de los más oscuros abismos incluso de la penosa muerte
en Cruz.
La fuerza del amor crea la luz de nuevo en medio de la tiniebla,
crea la vida de nuevo fuera de la destrucción de la muerte.

De esta forma la Cruz gana una nueva e insospechada dimensión:
Se transforma de un signo de fracaso y vergüenza
en un símbolo poderoso de Resurrección, nueva Vida y nueva Creación,
Este núcleo misterioso de la fe es lo que Pablo quisiera comunicar a sus corintios no sólo de forma teórica y ni siquiera “con palabras sensatas y hábiles” o por medio de “un discurso radiante y palabras eruditas”.
Por tres veces y brevemente una tras otra destaca esto.
(¡Aquí se oculta también una puntada pequeña pero inequívoca contra Apolo, su intelectual y elocuente  seguidor!)

Pablo quisiera no sólo en su predicación,
sino en el modo de conducirse
y por medio de su vida en general ser digno de crédito.
De este modo él habla abiertamente de sus deficiencias:
“Yo llegué en debilidad y temor
tiritando y temblando ante vosotros”
El mensaje no debiera en ningún caso
estar en la sombra del propio esplendor y de la retórica agradable.

No sólo párrocos y predicadores podrían aprender mucho de Pablo.
Esto en nuestra época sería tan importante como entonces:
    porque todos nosotros vivimos de forma creíble
      también y ciertamente en nuestra vida diaria;
    porque nuestra fe en la Cruz y en la Resurrección
actúa en nuestro entorno de forma  convincente;
    y porque también en toda nuestra vida la sabiduría y la fuerza de Dios es perceptible.

Amén.
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