Homilía para el Segundo Domingo,
ciclo litúrgico ‘A’

15 Enero 2023
Lectura: Is 49,3.5-6
Evangelio: Jn 1,29-34
Autor: P. Heribert Graab, S.J.
“¿Quién es este Jesús de Nazareth?”
Hace dos mil años que esta pregunta se la han hecho muchos seres humanos.
Bien mirado, la mayor parte de los que se han confrontado con esta pregunta, están de acuerdo
en que Él fue una de las grandes personalidades
de la historia de la humanidad:
Admiran Su compromiso con los seres humanos en necesidad:
con los débiles, los pobres, los apartados, y también los enfermos y todos los impedidos de cualquier forma.

Ciertamente por otra parte están también los que
Le consideran un gran charlatán –
para los que aspira a un espectáculo,
que tiene capacidades excepcionales
para ganarse a las personas con hechos y palabras
e incluso para curar a los enfermos
y eso lo utiliza incluso para ganar influjo y poder
y para manipular a las masas.
Finalmente puede haber sido para alguno
el fundador de una gran religión.

Y también hoy hay muchos
que Le admiran como un ser humano
del que se puede aprender lo que significa
verdaderamente ser persona,
que nos señala como también nosotros podemos
realizar una aportación
para hacer este mundo más humano y
también más pacífico:
Por tanto. muchos ven en Él a uno de los grandes humanistas.
Y, sin embargo, la gran mayoría se defiende contra
el núcleo del mensaje de Juan en el Evangelio de hoy:
“Yo lo he visto y doy testimonio: ¡Éste es el Hijo de Dios!”
Sobre Él bajó del cielo el Espíritu de Dios como una paloma.
Él es el que bautiza con el Espíritu Santo,
el cual, por tanto, quiere y puede llenar este mundo y a cada persona con el Espíritu de Dios,
que construye un puente entre nuestro mundo,
con frecuencia tan belicista, terrible e inhumano
y el mundo de Dios portador de salvación.
Más aún: En Él el propio Dios se convierte en un ser humano como nosotros, en uno de nosotros,
en nuestro hermano.
Exactamente esto se convirtió en el centro de nuestra confesión de fe cristiana.
Exactamente con esto tienen hoy también los cristianos sus dificultades
probablemente porque todos nosotros estamos marcados por el pensamiento científico de nuestra época.
Nosotros preguntamos por demostraciones (científicas).
Pero ¡no las hay!
Juan, por el contrario, se deja guiar por los encuentros y experiencias personales  con este Jesús.
En estas experiencias se demuestra para él
la presencia y la actuación de Dios.

Por una parte Juan señala al ser humano Jesús de Nazareth,
con el que hasta este momento nadie le une de alguna manera.
Pero de este desconocido dice sin paliativos:
“¡Ved al Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!”
Aquí ya queda en el aire la pregunta:
“¿Quien puede perdonar los pecados que no sea el único Dios?” (Mc 2,7)
Y Juan refuerza su testimonio:
“Yo vi que el Espíritu de Dios bajaba del cielo como una paloma y permanecía sobre Él….
Yo doy testimonio de que es el Hijo de Dios.”
Con ello Juan subraya el testimonio de Isaías:
Él es la Luz de las naciones
y la salvación para todo lo que vive en la tierra.

A cada uno de nosotros se nos plantea la pregunta:
¿Qué papel juega este Jesús – y con Él y por medio de Él, Dios-
en mi vida y en mi cotidianeidad?
O preguntado de otra forma:
¿Quién o qué marca mi vida?
¿De quién he recibido mis valores y actitudes fundamentales?
¿A quién tengo que agradecer que vea un sentido a mi vida?

Todos los encuentros que me quedan grabados y
que han influido decisivamente en mi desarrollo,
¿fueron nada más que frutos del azar?
¿Una concatenación de afortunadas circunstancias?
O no debiera decir de forma más justa:
¿lo decisivo tengo que agradecérselo a Dios?
¿No es a Él al que, en último término, yo tengo que agradecer todos estos encuentros?
¿No es Él el que me ha acompañado todos estos años en los altibajos de la vida
y también me ha protegido mucho?

Plantearme estas preguntas realmente y seguir su recorrido,
probablemente me aportan cada vez más conocimiento:
Dios me ha marcado más de lo que yo hasta ahora había pensado.
Y mi encuentro con Jesús
-desde la temprana infancia o en los años posteriores ha dejado huellas claras -¡gracias a Dios!

Estos exámenes tienen consecuencias:
 ¡Yo puedo comenzar mi vida con más tranquilidad!
Porque puedo esperar que Dios me acompañará también de ahora en adelante de forma fiable.
 Él regala sentido a mi vida,
aunque a veces parezca sin sentido.
Más aún. ¡Él mismo es el sentido de mi vida!
 Con este conocimiento adquiero una increíble libertad.
 Todo esto me permite respirar y percibir alegría en la propia vida – ¡alegría de la mano de Dios!

Amén
www.heribert-graab.de
www.vacarparacon-siderar.es