Homilía para el Domingo Trigésimo Cuarto
y último del ciclo litúrgico (A)

22 Noviembre 2020
Lectura: Ez 34,11-12.15_17a
Evangelio: Mt 25,31-46
Autor: P. Heribert Graab SJ
La fiesta de Cristo Rey es una fiesta muy reciente en la Iglesia católica.
Fue incorporada en 1925 por el Papa Pío XI.
La fiesta señala la verdadera soberanía de Cristo
tras las revoluciones a consecuencia de la Primera Guerra mundial y tras el fin de las grandes monarquías.
La propia guerra y todos sus cambios radicales mentales y políticos dejaron un vacío interior y
una falta de orientación.
Activaron enormemente la secularización.
En esta situación sale de la Iglesia con la fiesta de Cristo Rey un impulso orientativo (literalmente) necesario.

También tras el fin de la guerra competencias, celos y egoísmos entre los pueblos dificultaron una reconciliación pacífica.
La fiesta de Cristo Rey opone a esto la visión de un reino de paz que se orienta al espíritu del amor, de la justicia y de la misericordia del Evangelio de Jesucristo.

En la república de Weimar y en la época del nacional socialismo fue importante la veneración
de Cristo Rey en la juventud católica.
Frente al culto al Führer en los años treinta
ponían los jóvenes católicos con procesiones y celebraciones un signo contra la ideología del nacional socialismo y confesaban su pertenencia a Jesucristo.
De esta época también procede el estandarte de la juventud católica con el monograma de Cristo.
Entonces estaba en el polo opuesto a la esvástica de las juventudes hitlerianas.
Y la fiesta de Cristo Rey como “día de la confesión de la juventud” era simultáneamente en tiempos difíciles una fiesta que daba ánimo.

Por tanto, la fiesta de Cristo Rey tiene además una dimensión política.
Pero a esto no se limita esta fiesta.
El reinado de Jesucristo no se enlaza en último término con la Pasión de Cristo y la imagen del Rey sufriente: “Pilatos le preguntó: ¿Eres Tú el Rey de los judíos? Él le respondió: Tú lo dices” (Lc 23,3).
Jesús reivindica ante Pilatos verdaderamente la soberanía de Rey, pero después se deja poner una corona de espinas en lugar de una corona de soberano y también deja que los soldados se mofen de Él.

Mofa y sarcasmo, pero también sufrimiento e incluso muerte tuvieron que soportar no pocos, también jóvenes, en los tiempos del nazismo.
En muchos lugares también hoy son perseguidos hasta la muerte los creyentes cristianos.
Para todos nosotros, pero sobre todo para ellos la fiesta de Cristo Rey tiene un mensaje de esperanza:
Del mismo modo que lo malo también llega a la tierra,
la confianza en la soberanía venidera y que a pesar de todo ya despunta del Rey del amor y de la paz puede alentar a los seres humanos.
El año litúrgico termina hoy con este toque de alegre esperanza.

A estas reflexiones fundamentales sobre el reinado de Jesucristo, quisiera añadir aún dos breves impulsos sobre la Lectura del Antiguo Testamento y sobre el Evangelio de esta fiesta de Cristo Rey.

Ante eL fracaso de los señores terrenales
y también de los reyes del pueblo de Dios, Israel,
Dios anuncia por medio de Sus profetas:
Ved ahora, después de todo el desastre
yo mismo quiero tomar en la mano el bastón
del pastor y preocuparme de mi pueblo,
como un pastor se preocupa de su rebaño y le dirige con cautela.
Aunque la imagen del pastor y de su rebaño hoy en una sociedad urbana no es muy actual,
sin embargo muestra el desarrollo de esta imagen
lo que en la idea de Dios hace un buen rey
y lo que según esta idea también hoy
es la tarea nuclear de los responsables políticos, es decir:
•    Buscar a los perdidos.
•    Traer a casa a los expulsados.
•    Vendar a los heridos.
•    Fortalecer a los débiles.
•    Guardar a los fuertes.
•    Y “cuidar el derecho entre oveja y oveja”.

El Evangelio que hemos escuchado ahora mismo
desgraciadamente llena de temor a muchos cristianos.
El fundamento de esto es una comprensión del “Juicio Final”, según la cual el juez abre la puerta del cielo a “los buenos”,
pero a “los malos” los manda al infierno.
Innumerables pinturas han representado así el “Juicio Final”.
E innumerables homilías han tomado al pie de la letra estas representaciones- a menudo hasta en pormenores marciales:
¡Pedagógicamente con el látigo del temor!

Ya hace dos semanas hemos reflexionado sobre Cristo, del que se dice que volverá como “Juez” de este mundo.
Pero esto significa sobre todo: Él volverá como aquel que ajusta nuevamente todo lo creado:
“Ved que Yo todo lo hago nuevo.” (Ap 21,5)
También hoy en el Evangelio se trata de este nuevo posicionamiento:
¿Qué regulaciones y qué principios son decisivos?
En contraste con todo aquello que en el mundo antiguo, desaparecido era decisivo,
Jesús presenta los nuevos criterios como sigue:

•    Yo estaba hambriento y me distéis de comer,
•    Yo estaba sediento y me distéis de beber,
•    Yo era extranjero y me recogisteis,
•    Yo estaba desnudo y me vestisteis,
•    Yo estaba enfermo o en la cárcel y me visitasteis.

Madre Teresa ha completado estos criterios para su comunidad de hermanas totalmente en el sentido del Evangelio:
•    Yo estaba sin techo y me abristeis vuestra puerta.
•    Yo estaba cansado y me habéis ayudado para hallar descanso.
•    Yo estaba atemorizado y tomasteis mi temor.
•    Cuando era pequeño me enseñasteis a leer.
•    Cuando estaba sin trabajo, hallasteis un trabajo para mí.
•    Cuando yo anhelaba bondad, tomasteis mi mano.
•    Como yo era negro y se mofaban de mí y me insultaban, tomasteis mi cruz.
•    Como yo estaba sucio de sangre y sudor, me reconocisteis.
•    Cuando se reían de mí, os pusisteis de mi parte.
•    Cuando yo era feliz, compartisteis mi alegría.

A estas y a otras semejantes actitudes fundamentales de un trato humano y también fraternal nos invita hoy Cristo,
el Rey.

Amén.
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