Homilía para el Domingo Trigésimo Segundo del ciclo litúrgico (A)
8 Noviembre 2020
Evangelio: Mt 25,1-13
Autor: P. Heribert Graab, S.J.
La nueva y definitiva configuración de la parábola de
Lothar Zenetti está sacada de su libro “El maravilloso incremento del tiempo –  Variaciones sobre el Evangelio” (editorial J. Pfeiffer, Munich).
Se acerca el final del año litúrgico.
Los textos de la Escritura de este último domingo del año antiguo, toman el final del año como ocasión para recordarnos que no sólo este año llega a su fin.
Más bien se trata de que el tiempo de nuestra vida
es limitado y antes o después se termina.
Además, en general el tiempo transcurre comocae
la arena en el reloj de arena:
No conocemos ni el día ni la hora del fin del mundo
y del “Juicio Final”.
El Evangelio nos exhorta a estar atentos.

La vigilancia puede significar
mostrar signos de fatiga:
También las “vírgenes sensatas” estaban cansadas y se dormían.
Estar atento más bien significa en el sentido de la parábola tomar en serio que el Reino de los cielos aún no está acabado y que, al mismo tiempo,
ya se hace presente
y también tiene un futuro en la segunda venida del “Novio” Cristo.

El propio Jesús pone de relieve: el Reino de Dios es ya realidad allí donde Él, por ejemplo, cura enfermos y expulsa “demonios”.
Pero también hoy está presente el Reino de Dios
en todos los lugares  en donde Jesucristo en nuestra época actúa curando y liberando-
con frecuencia por medio de seres humanos y de nosotros mismos.
Al mismo tiempo confiamos en que el Reino de Dios en el sentido de Jesucristo llegue a su plenitud, cuando Él vuelva al final de los tiempos
como “Juez” de este mundo,
es decir, como aquel que orienta de nuevo todo lo creado:”Ved que Yo lo hago todo nuevo.” (Ap 21,5)

Estar atento significa por tanto:
percibirLe ya ahora con ojos despiertos en esta época y en nuestra realidad,
experimentarLe con el corazón despierto,
ir a su encuentro y tener el oído abierto
para lo que Él hoy tiene que decirnos,
adonde nos envía en medio de nuestra vida cotidiana.

Estar atento significa además:
No resignarse ante todo lo malo e inhumano de esta época.
no perder la esperanza de la plenitud de la Creación como Reino de Dios y cooperar en ello según nuestras fuerzas.

Estar atento significa finalmente:
contar en todo momento con la venida de Jesucristo
en mi vida personal
y abrirme a un encuentro personal con Él-
en todo momento de mi vida aquí,
pero también exactamente si Él viene
para llamarme en la muerte a
Su Reino de amor y de paz.

Las lámparas próximas a extinguirse de las “vírgenes necias” no son suficientes,
como tampoco es suficiente la pertenencia formal, vacía y en vías de extinción a una iglesia cristiana.
No ayuda a las “vírgenes necias” y tampoco a nosotros en situaciones críticas gritar “Señor, Señor”.
En el lenguaje visual de la parábola
lo que ayuda es el aceite para que las lámparas alumbren,
mediante una fe vivida, mediante una esperanza convincente y mediante una comunidad amorosa y mutua de unos para otros
Esta comunidad recibe manos y pies en una nueva configuración llena de fantasía y creatividad de la parábola de Lothar Zenetti y totalmente en el
sentido de Jesús.
Por eso para terminar el Evangelio quisiera exponer estos pensamientos:

Aquella boda de la que Jesús habla,
salió bien a este respecto y fue inolvidable para todos los participantes,
pero no recordaron con gusto a las cinco señoras,
aunque ellas desde entonces tuvieron éxito como las cinco vírgenes prudentes.
Pero tuvieron el sentimiento de que ellas habían cometido una falta porque habían tratado como prudentes todo lo demás.
Naturalmente la historia ya no se cambió.
Pero ellas pidieron al autor, que con libertad poética había hecho una nueva configuración del relato,
con lágrimas en sus hermosos ojos,
aceptar que en la siguiente representación,
se contase en realidad de forma algo diferente.
El autor no se pudo resistir:
Escuchen ustedes mismos:

Un día, así dijo Jesús,
y probablemente unió un acontecimiento,
del que se hablaba en todas partes:
“Yo os digo: En  el Reino de los cielos
pasa lo mismo que con diez jóvenes que fueron invitadas a una boda como damas de la novia.
Ellas debían con sus lámparas
ir al encuentro del novio y de la novia.

Había entre ellas cinco prudentes y, como decimos ahora amablemente, otras cinco algo menos prudentes.
Estas tomaron sus lámparas,
pero no habían pensado en el aceite para rellenarlas,
caso de que la espera se prolongase.
Pero las prudentes tomaron además de sus lámparas
algo de aceite en pequeñas jarras de forma previsora.
Cuando llegó el novío largamente esperado,
ellas estaban cansadas por la espera y dormitaban.
Pero en medio de la noche se despertaron por los altos gritos:
“¡Llega el novio, salid a su encuentro!”
Ellas se pusieron en pie rápidamente y
quisieron preparar sus lámparas,
pero constataron con espanto
que no habían pensado en el aceite:
“¡Dadnos un poco de vuestro aceite!”
dijeron dirigiéndose a las otras cinco,
“¡nuestras lámparas se están apagando!”

“Aún más hermoso”, replicó la primera,
“¡debierais haber pensado antes en ello!”
“Esto no está en cuestión” dijo la segunda
“¡no sería suficiente ni para nosotras ni para vosotras!”
“De que habláis tanto” gritó la tercera
“¡en el mismo tiempo hubierais podido ir a comprar el aceite!”
“¡Pero entonces hubiéramos perdido la llegada del novio y llegado demasiado tarde a la boda!”
Las cinco comenzaron a llorar.
“Ahora no os pongáis a gritar“ dijo la cuarta
Y echó serenamente aceite en su lámpara,
“nosotras os disculparemos con el novio y le diremos, que algunas de las damas de la novia
llegarán más tarde.”

“Yo encuentro” dijo ahora la última de las vírgenes prudentes “que todas nosotras debemos permanecer juntas y compartir nuestro escaso aceite.
Puede ser bueno, que alcance para todas nuestras lámparas.
Y caso de no ser así y en último caso también podemos celebrar en la obscuridad!”
Por tanto, habló la virgen prudente, que era entre las prudentes, la más prudente.
En todo caso sucedió como se había propuesto.
Y todas pensaron después
que verdaderamente había sido una hermosa celebración nupcial.

Amén.
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