Homilia para el Domingo Vigésimo Noveno  del ciclo litúrgico (A)
18 Octubre 2020
Lectura: Is 4,1.4-6
Evangelio: Mt 22,15-21
Autor: P. Heribert Graab, S.J.
Israel, el pueblo de Dios, tuvo que vivir casi medio siglo en el destierro, en el exilio babilónico,
deportado por el ejército de uno de los grandes poderosos de esta época.
Jerusalem y el Templo fueron destruidos.
Y, sin embargo, Israel conservó también en el extranjero su fe en Dios y su confianza en Él.
Más aún: en el exilio la fe en Dios de Israel ganó
una nueva y universal dimensión::
JHWE es el uno y único Dios.
ÉL lo ha creado todo; ÉL lo conserva todo;
ÉL dirige la historia y la historia de todos
los pueblos y de todos los seres humanos;
¡ÉL es el Señor de todos los señores!

Con este fondo de una comprensión de Dios totalmente abarcante se abre camino un pensamiento audaz:
¿Cómo podría ser que precisamente Ciro,
el gran Rey persa,
el que se ha adueñado del poderoso reino de Babilonia,
cómo podría ser que este caudillo pagano,
que no conoce a JHWE,
pudiera ser el enviado, incluso el ungido (¡Christos!) del Señor?
¿Cómo Ciro un extranjero, un pagano es elegido por Dios como salvador de Su pueblo, como liberador de Israel?

En todo caso, Ciro fue verdaderamente,
el que permitió que Israel regresase a su Patria,
a Jerusalem.
Y fue Ciro, el que no sólo permitió al pueblo de Israel reconstruir el Templo de su Señor,
sino que además se lo encomendó ¡como misión!

Israel aprendió en la necesidad del exilio:
¡Dios es el Señor de todos los señores!
Él elige no sólo ‘Insider’ para renovar a Su Pueblo
sino que toma a este extranjero, a este ‘pagano’
a Su servicio.

Esto dirige mi pensamiento a la necesidad de la Iglesia hoy.
¿No podría ser que nosotros también giramos demasiado a nuestro alrededor y sólo esperamos de nosotros mismos una renovación de la Iglesia y de nuestras tradiciones conservadas en el pasado?
¿No podría ser que Dios nos provocase la necesidad en nuestros días de ensanchar nuestra mirada hacía lo lejos y de descubrir que el único y universal Dios quiere renovar Su Iglesia por muy nuevos caminos y también eventualmente por medio de personas,
que la Iglesia y también nosotros pensamos que no son adecuadas?

Esto comienza ya en el rol de una tradición patriarcal y eclesial que hasta hoy “clavaba”
a las mujeres.
Cuando el Papa Francisco pide ahora también para las mujeres competencia de decisiones en la Iglesia
y cuando otros incluso empujan para conseguir para las mujeres el sacerdocio o el episcopado,
entonces se están arrojando las tradiciones consagradas.
Pero Dios no se deja obstaculizar por las tradiciones humanas.
Entonces exige de Israel en el exilio una conversión claramente más radical, eligiendo a Ciro como salvador de Su pueblo, incluso como Su ungido.
¡Los caminos de Dios no son nuestros caminos!

Ampliación del horizonte – de ello se trata p.e. en los encuentros del Papa Francisco con el gran imán de la mezquita de al-Azhar,
por tanto, la más alta autoridad religiosa del Islam sunnita.
Ampliación del horizonte – también esto es un aspecto esencial de todos los muchos encuentros y diálogos no sólo en las confesiones cristianas sino también entre diferentes religiones,
sobre todo de aquellas que confiesan un único Dios:
judíos, cristianos y musulmanes.
Naturalmente cambia y renueva una comunidad así
no sólo la relación de las religiones entre sí,
sino al mismo tiempo a cada una de estas religiones en sí mismas.

Por tanto ¿no podría ser que la Iglesia de Jesucristo no se renovase verdaderamente por un repliegue sobre sí misma y sobre las propias tradiciones;
sino que esta Iglesia hallase caminos transitables para el futuro,
si se acordase por una parte del núcleo del mensaje de Jesucristo,
pero por otra parte se abriese al mismo tiempo a la actuación de Dios más allá de las propias fronteras?

Dios regala a Su pueblo  después de los años del exilio babilónico un nuevo comienzo en libertad por medio del gran rey persa Ciro.
Por tanto, Ciro es para Israel “un regalo del cielo”.
Merece la pena reflexionar sobre cómo  menudo en la historia de la Iglesia acontecimientos inesperados
y también personas totalmente “del borde” o incluso “de fuera” se convirtieron en un “regalo del cielo”.

Finalmente podríamos proponernos la Lectura de Isaías también para descubrir en nuestra propia vida
a aquellas personas concretas que para nosotros en situaciones difíciles o aparentemente sin salida se convirtieron en un “regalo del cielo”.
Quizás se les ocurra en el transcurso de esta semana una percepción de huellas en la propia vida:
¿En qué acontecimientos y situaciones de mi vida recuerdo que parecían aparentemente sin salida y sin embargo se abrieron caminos inesperados?
¿Quién fue para mí en esos momentos un “regalo del cielo?
Quién me ha transmitido la experiencia de que Dios ¡está aquí y actúa en mi vida!
¡Muy inesperadamente!

Amén.
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