Homilía para el Domingo Vigésimo Séptimo del ciclo litúrgico (A)
Gratitud por la cosecha
4 octubre 2020
Lectura: Dtn 8,7-18
Evangelio: Lc 12,15-21
Autor: P. Heribert Graab, S.J.
“¡Muchas gracias!” “¡Gracias!” ¡Esto se dice rápidamente!
¡Agradecer es verdaderamente más que fugaces palabras!
¡La verdadera gratitud quiere ser vivida!

Yo mismo día tras día –incluso a mi edad-
doy gracias a Dios por la vida que me ha regalado
y esto no sólo en una mirada retrospectiva al pasado
sino más aún en una mirada sobre la vida que me regala hoy.
Siempre se me hace consciente de nuevo que agradecer un regalo y sobre todo un regalo tan valioso significa:
Estimar mucho este regalo y en consecuencia cuidarlo.
Por tanto, en todo regalo se esconde una tarea.
Y por tanto agradecer significa también: cumplir esta tarea.

Para mí esto significa concretamente por ejemplo:
Seguir la vocación que Dios me regala con mi vida
y, en consecuencia, preguntarme día tras día:
¿A qué me llama Dios hoy? “Señor ¿qué quieres que haga?- ¿Hoy y aquí? ¿A mi edad y en mi situación?
Y ¿con mis fuerzas y capacidades que Tú me has regalado?

Después está siempre en el espacio la pregunta:
¿Cómo puedo cuidar de forma adecuada el regalo de mi vida, pero también el regalo de mis capacidades?
En cada edad se dará a esta pregunta respuestas diferentes.
Pero en toda época permanece igual:
De acuerdo con mis posibilidades aprender continuamente
para que mi vida pueda desarrollarse
y corresponder a su vocación.

Las respuestas serán diferentes según la edad,
si se trata del cuidado de mi salud.
Cuidar mi vida y mi salud significa por ejemplo
a mi edad: permanecer ágil corporal y mentalmente,
por tanto estar mentalmente despierto e interesado por las nuevas evoluciones,
así como practicar deporte y entrenar los músculos.
En el momento en que me retire por ejemplo sobre el sofá y ante el televisor he renunciado a cuidar mi vida y a la corta o a la larga tendré que devolver esta vida a mi Creador prematuramente.

Todo esto presupone: Amar esta vida de aquí
con la confianza de que se realizará en aquella vida nueva y pascual.

Pero no sólo para cada uno de nosotros decir gracias significa también llenar con la vida esta gratitud.
¡Celebramos en nuestra comunidad y en toda la sociedad conjuntamente la gratitud por la cosecha!
En una compra en el supermercado ¿hemos establecido una conexión agradecida con la fiesta de la cosecha?
Las estanterías de nuestros supermercados se doblan bajo el peso de la abundancia de alimentos de todo tipo.
Se amontonan los frutos de la tierra
y no sólo los de nuestra región.
Se consiguen en los países más pobres de la tierra
no sólo para que nosotros estemos hartos
sino verdaderamente para que podamos vivir y gozar en la abundancia.

“Agradecer” viene en alemán de “pensar”.
¡¿Cuantas veces compramos de forma irreflexiva y
en consecuencia también de forma ingrata?!
¡No basta con una oración de agradecimiento!
¡Por no hablar de un ‘agradecimiento vivido’!
No es por casualidad que en nuestra Iglesia el domingo de gratitud por la cosecha es al mismo tiempo el domingo-Misereor:
¡Aquí se equipara agradecer con compartir!
¿¿¿Cómo se nos puede ocurrir
que la riqueza de esta tierra y sus frutos hayan sido creados por Dios sólo para la parte adinerada de la humanidad- por tanto, para nosotros???
En este contexto habría que reflexionar sobre las palabras de Jesús:
“Es más fácil para un camello entrar por el ojo de una aguja, que para un rico entrar en el Reino de Dios.” (Mt 19,24)

A este contexto corresponde también la siempre actual discusión sobre la cuestión de los refugiados:
la Creación de Dios es maravillosa y fabulosamente diversa.
Como turistas podemos experimentar esta variedad multicolor.
Viajamos por todo el mundo.
Pero ¿quien dice que la belleza y riqueza de este mundo están reservadas para nosotros?
¡Dios ha creado este maravilloso mundo para todos nosotros!
¡Y nosotros estamos llamados por Él para cuidar este mundo, para continuar desarrollando la Creación – precisamente para todos nosotros!
¡Esto sería gratitud vivida!
Pero nosotros hemos explotado la Creación de Dios durante siglos y siglos de forma egoísta.
Incluso a los seres humanos, a nuestras hermanas y hermanos los explotamos y los empobrecemos!
¡Hay que añadir que no es el Dios Creador sino nosotros los seres humanos los que obscurecemos este mundo también con violencia y muerte!
Y si entonces seres humanos ‘como tú y yo’
ante pobreza, necesidad y violencia rehuimos
y buscamos refugio en nosotros,
después los dejamos ahogarse en el mar mediterráneo y los dejamos morir en campamentos indignos y abarrotados.
Pero celebramos le gratitud por la cosecha, estamos orgullosos por las tradiciones cristianas y humanísticas en nuestro “mundo civilizado”,
juramos por la dignidad humana!
¡No se puede ser más mentiroso!

¡Celebramos hoy la “Eucaristía” –también esto significa agradecimiento!
¡Celebramos la ‘redención’ de todos los seres humanos por medio de Jesucristo!
Y ¡no nos damos cuenta de que también esto es mentira!
Consideremos esta celebración finalmente y por desgracia como una tarea pendiente de agradecimiento vivido!

Amén.
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