Homilía para el Domingo Vigésimo Quinto del ciclo litúrgico (A)
20 Septiembre 2020
Lectura: Is 55,6-9
Evangelio: Mt 20,1-16
Autor: P. Heribert Graab, S.J.
Propuestas de Felix Thome en  “Pueblo de Dios” 7/2014
Seguramente sería atractivo
admitir la cuestión de la justicia salarial entonces y hoy.
En todo caso es de interés ver
como muchos problemas permanecen casi iguales a través de los siglos:
Pensemos en las discusiones actuales  sobre el tema del “trabajador interino”,
por ejemplo en la agricultura y en la industria cárnica.

La parábola de los trabajadores en la viña
habla del nivel de lo que Jesús dice  sobre la justicia del salario;
del nivel de aquello que Jesús con esta historia quiere decir,
se trata de la justicia de Dios,
que sobrepasa con mucho la justicia humana.

Silencio

Esta parábola sigue inmediatamente a las palabras de Jesús:
“Muchos, que ahora son los primeros,
serán después (en el Reino de los Cielos)
los últimos,
y los últimos serán los primeros.”
Y después sigue como aclaración esta frase
de la parábola:
“Pues en el Reino de los cielos sucede como con
el propietario de una finca…”
Detrás de este propietario está finalmente el propio Dios:
Pero Dios es diferente,
Su justicia es chocante de modo distinto
a como esperamos a causa de nuestras experiencias en este mundo.

Silencio

Los fariseos de la época de Jesús creían:
Si cumplo los mandamientos y las leyes
recibo como contrapartida natural
el salario equivalente.
El cielo tiene que merecerse por el estricto cumplimiento de la Ley.
Sólo quien se afana especialmente,
quien trabaja desde la primera hora tiene asegurado el cielo que ha merecido honradamente.

¿Nosotros como cristianos no hemos desarrollado continuamente una actitud fundamental orientada hacia el rendimiento?
¿No creemos nosotros también a menudo que Dios, como contrapartida por nuestras buenas obras, debiera cumplir ya aquí en la tierra nuestras peticiones,
y sobre todo asegurarnos un lugar en el cielo?
¿Y si a otros, que, según parece, no toman la fe tan correctamente e incluso les va mejor que a mí, entonces la envidia roe mi fe?

Silencio

El mensaje de la Biblia se opone este modo de pensar:
“Así como el cielo está sobre la tierra
así están por encima los caminos de Dios sobre los nuestros y Sus pensamientos sobre los nuestros.”
Dios no pregunta por los méritos sino por las necesidades.
Ante Dios estamos siempre con las manos vacías;
pero debemos confiar porque Él obsequia de forma generosa y gratuita.
La gracia, el amor de Dios y Su Cielo
-ya aquí en la tierra y tanto más en la plenitud de la vida-
todo esto es inmerecido, gratuito, de forma totalmente sencilla un regalo.
Dios no regala alguna cosa, Él regala la vida.
El regala la plenitud de la vida, ¡Él mismo se regala!
¡Más imposible!

El Evangelio es una invitación,
a no mirar envidiosamente a los trabajadores de la hora undécima,
sino más bien a nosotros para alegrarnos con ellos:
porque también ellos reciben el salario completo.
Alegrémonos con ellos porque Dios es tan generoso y Él también nos deja participar en Su Bondad,
debiéramos mirar con buenos ojos
para descubrir esta generosa Bondad de Dios
también en nuestra vida.

Silencio

¡Así es nuestro Dios!
¡Bondad, Amor y Justicia en Él forman una unidad!
¡Él siempre es inimaginablemente más grande que nosotros!
En este sentido habla Ignacio de Loyola del “Magis” de Dios, al que nos debemos orientar como imágenes de Dios.
Nos podemos orientar al Díos siempre más grande.
Esto da como resultado casi de forma natural también en nuestra vida un “Magis”, un “Más”
en bondad, amor y justicia misericordiosa no como algo “merecido” sino como respuesta agradecida a lo que Dios nos ha regalado también a nosotros de bondad, amor y justicia misericordiosa.

Amén.
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