Homilía para el Domingo Décimo Octavo
del ciclo litúrgico “A”

2 de Agosto de 2020
Lectura: Is 55,1-3
Evangelio: Mt 14,13-21
Autor: P. Heribert Graab S.J.
“¡Vosotros sedientos, venid todos por agua
También, quien no tenga dinero puede venir.
Comprad cereales y comed, venid y comprad sin dinero,
comprad vino y leche sin pagar!”
Esta invitación de Dios, que transmite Isaías en la Lectura, suena a “jauja”.

Para la mayoría de nosotros el hambre es una palabra extraña, más bien un problema teórico.
Pero en el mundo del año 2020 el hambre es
una realidad catastrófica:
“Cada diez segundos muere un niño de menos de cinco años, como consecuencia del hambre.
690 millones de personas pasan hambre,
dos mil millones sufren de mala nutrición”
(Ayuda del hambre del mundo)

Esta mala realidad cambiaría fácilmente.
Tendríamos que hacer nuestra la invitación de Dios:
“¡Vosotros sedientos, venid todos por agua”
También, quien no tenga dinero puede venir.
Comprad cereales y comed, venid y comprad sin dinero,
comprad vino y leche sin pagar!”

¡Por favor no se rían ustedes!
Más bien debiéramos leer hasta el final el mensaje de Dios de Isaías:
“¿Por qué pagáis con dinero lo que no os alimenta y
con el salario de vuestro esfuerzo, lo que a vosotros no os sacia?
Escuchadme entonces recibid lo mejor para comer
y podéis deleitaros con alimentos grasientos.”
Por tanto, el propio Dios ayuda:
Vosotros mismos estáis exclusivamente ante la tarea de transmitir el texto de Isaías a la actual situación de hambre del mundo y ponerlo en práctica:

“¿Por qué pagáis con dinero lo que no os alimenta?”
Yo me he tomado la molestia de calcular
lo que han gastado los 15 países con las más altas tareas militares en total en el año 2019 para equipamiento.
Puede resultar inimaginable la suma de 1.553 $ miles de millones.
¡No se trata de ningún número abstracto!
Más bien este dinero es –cada dólar individualmente considerado-  conseguido con el esfuerzo duro de personas concretas:
¡Este dinero es el salario del esfuerzo y el sudor de innumerables seres humanos!
De una forma lógica se impone la pregunta de Dios:
“¿Por qué pagáis con dinero lo que no os alimenta y
con el salario de vuestro esfuerzo, lo que a vosotros no os sacia?

Los políticos en todas las partes del mundo
juegan ahora la carta a favor de la seguridad de sus pueblos frente al problema del hambre:
¡La seguridad cuesta ahora dinero!
Pero verdaderamente ¿podríamos comprar nuestra seguridad poniéndola en armas millonarias que causan la muerte?
¿No es perversamente alarmante jugarse
los innumerables muertos de guerra frente
a los innumerables muertos de hambre?
Hasta aquí nadie podría refutar la tesis
de que la no violencia hace claramente más segura
la paz que ¡la amenaza con violencia y uso de la violencia!
Pero ¡nadie hasta aquí ha emprendido el intento de emplear, al menos una parte de lo que cuesta el equipamiento armado, para la investigación de la paz!
Y esto ¡aunque resultaría claramente más barato
¡crear paz y seguridad sin armas!
De esta forma habría mucho dinero sobrante
para superar el hambre en este mundo.
Y como esto puede suceder de forma realista
Jesús lo hace en el Evangelio de hoy de forma claramente irrevocable.
¡Su recomendación es pronunciada de forma sencilla:
¡Compartid lo que tenéis!
Veréis que queda aún una cantidad sobrante.
La Creación de Dios refleja la riqueza del Creador:
Su Creación alimenta a todas las criaturas, a las que él regaló la vida.
Este mundo verdaderamente podría ser una forma de ‘jauja’ – si colaborásemos.
O mejor dicho:
Si admitiésemos el mensaje de Isaías y el Evangelio de Jesús verdaderamente, se podría experimentar el Reino de Dios cada vez más en este mundo.

Amén.
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