Homilía para el Tercer Domingo
Ciclo litúrgico (A) - 26 Enero 2020
Lectura: 1 Cor 1,10-13.17
Autor: P. Heribert Graab, S.J.
La Lectura veterotestamentaria y el Evangelio de
un domingo están en referencia mutua por regla general.
Durante los primeros domingos del ciclo litúrgico
se desarrolla aún el misterio de la fiesta de la Epifanía,
por tanto, el misterio festivo de la aparición de Dios en este mundo,
la luz de Su gloria en la obscuridad de la tierra.

La segunda Lectura neotestamentaria es independiente de esto.
Hoy y en los siguientes domingos escuchamos Lecturas continuadamente de la Primera Epístola
de los Corintios del Apóstol Pablo.
Esta Epístola nos da una idea bastante instructiva
de la vida y también de los problemas internos
de esta comunidad de los primeros tiempos del cristianismo de Corinto.
Y aquí se hallan algunos paralelismos muy actuales entre las personas entonces como hoy de forma “humana” y a veces también desgraciadamente “demasiado humana”.

En la Comunidad de Corinto hay diferentes modos de comprender e interpretar la fe cristiana;
diferentes ‘orientaciones’, por tanto, grupos y grupúsculos, que se denominan con el nombre
de un determinado garante.
Pablo da nombres:
Algunos le dan su nombre, Pablo, por tanto, la comunidad que fundó hace años.
Otros se llaman de Apolo:
que según Pablo había asumido la dirección de la comunidad y evidentemente – de forma diferente a Pablo- era un orador muy dotado.
Para otros tiene un eminente significado sobre todo Cefas- por tanto, Pedro, que incluso pudiera no haber estado nunca en Corintio.

Hoy se denominaría algo así como “culto a la personalidad”.
En todo caso Pablo ve sobre todo en este desarrollo el peligro amenazante de una escisión.
Con ello él teme que Cristo sea “partido” y
se destruya el centro del Evangelio.
La comunidad no vive por el carisma personal
de un predicador, por su encanto y talento,
sino por la fuerza de la Cruz de Cristo.

En todas las épocas de la historia de la Iglesia
los cristianos se han denominado en su diferente comprensión de la fe por distintas personalidades,
que los impresionaron o que restituyeron su propia comprensión de la fe de la mejor forma:
En los tiempos de la Reforma, por ejemplo, se dijo:
Yo tomo partido por Lutero.
Otros conocidos por Juan Calvino, por Ulrich Zwingli, por Tomás Müntzer o también por el Papa
de Roma.

Pero ¡no contemplemos sólo el pasado!
Hoy encontramos algo comparable en la Iglesia católica:
Por ejemplo el Papa Emérito Benedicto XVI juega contra el Papa Francisco;
o un Obispo ‘conservador’ contra uno ‘progresista’
e incluso diferentes párrocos de Colonia entre sí,
por no hablar incluso de los laicos…

De esto resultan preguntas:
¿Hasta dónde puede llegar la diversidad en la Iglesia?
Y ¿dónde comienza como mínimo en parte la escisión?

¡Pablo no pone sus miras en la pluralidad de expresiones de la fe en la comunidad!
Para él no se trata de la uniformidad sino de aquella unidad que finalmente se garantiza por medio del centro unificado en el Señor Jesucristo Crucificado.
Sólo en Él somos bautizados.

Pablo pone esto de relieve por medio de dos preguntas provocadoras y retóricas:
¿Está dividido Jesús?
¿Fue crucificado Pablo por vosotros?
O ¿fuisteis bautizados en el nombre de Pablo?
¡Naturalmente no!
Sólo Cristo es el fundamento de todos los grupos y confesiones cristianas en el pasado y en el presente.
Sólo a Él entonces está comprometida la comunidad de Corinto.
¡Sólo a Él también estamos comprometidos hoy como cristianos!

El Bautismo une a Cristo, y no a ningún otro que no sea Él.
El Bautismo, por tanto, requiere la unidad de la Iglesia de Jesucristo.
Sin embargo, Pablo seguramente no quiere ninguna uniformidad de la comunidad o hacer propaganda de la Iglesia en total.
 
Por el contrario:
Ciertamente en la Primer Epístola a los Corintios habla detalladamente de la variedad en la comunidad y en la Iglesia (cf. 1 Cor12-14):

* Pablo enumera los diferentes dones, capacidades y conocimientos que son obsequiados por medio del Espíritu de Dios a los miembros de la comunidad.
¡Este Espíritu sólo consigue unidad en la diversidad!

* Después Pablo aclara esta ‘unidad en la diversidad’
por medio de la imagen de los muchos miembros,
que forman un único cuerpo.
¡El cuerpo necesita todos estos miembros en su diversidad para la unidad del cuerpo!
¡Un único cuerpo funciona sólo por medio de la diversidad de sus muchos miembros!

* Pablo dirige para esto a uno de los más bellos textos no sólo de su Epístola sino de todo el Nuevo Testamento:
A la “elevada canción de amor” del capítulo XIII de la Epístola.
Finalmente pasemos revista meditativa al menos a algunos versículos de esta “canción”:

*  “Aunque yo conociera todos los misterios y toda la ciencia,
aunque mi fe fuese tan grande
como para trasladar montañas,
si no tengo amor nada soy.”

* “El amor es paciente y bondadoso;
no tiene envidia, ni orgullo, ni jactancia”
¡Ni hablar del culto a las personas ni de tener derechos en las cuestiones de fe!

*  “El amor no pasa nunca…
Pasa el conocimiento. Porque la chapuza es nuestro conocer…
Ahora vemos por medio de un espejo
y vemos sólo obscuramente,
pero después veremos cara a cara.
Ahora conozco imperfectamente,
pero después conoceré del todo…
Ahora permanecen Fe, Esperanza y Amor, las tres;
pero la más excelsa entre ellas es el amor.”

* Pablo sitúa con su Epístola a la comunidad de Corinto, pero también a nosotros y a nuestros obispos y naturalmente a todos los que se ocupan estos días en el ‘camino sinodal’, ante la pregunta
según nuestra aportación sobre la unidad y variedad en nuestras comunidades y en la Iglesia- lejos de toda auto-presentación.

Amén.
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