Homilía para el Domingo Trigésimo Cuarto
del ciclo litúrgico A

26 Noviembre 2017
Lectura: Ez 34,2-17 (abreviado)
Evangelio: Mt 25,31-46
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Las tres dimensiones de que se trata en esta fiesta:
1. La dimensión política,
2. la dimensión personal
3. y la escatológica (= dimensión del tiempo final).

1. La dimensión política:

Como tema de una fiesta propia es la de Cristo Rey de fecha muy reciente: Pio XI instituyó esta fiesta en 1925.
En una sociedad ya entonces secularizada,
Pío XI quiso anunciar un mensaje constructivo-crítico:
Cristo es el auténtico Señor del mundo.
Sólo Él pone criterio de orientación,
para que las relaciones sociales de las personas
en familia, sociedad y estado puedan tener éxito.

Ya pocos años después de la institución de la fiesta de Cristo Rey cobra un valor muy alto experiencial y testimonial sobre todo para la juventud católica
como negativa decidida a la pretensión de poder del fascismo y del nacional socialismo.

Por tanto, aunque la fiesta de Cristo Rey se celebra desde 1925, tiene un muy dilatado fundamento bíblico:
En el Nuevo Testamento se habla innumerables veces de Jesucristo como Rey del mundo.
En último caso este discurso sobre Cristo, el Rey, trata de retroceder a la experiencia histórica de Israel con la monarquía davídica.

David es como Rey, el elegido de Yahwe.
En el nombre de Yahwe es el mediador de la paz,
En el nombre de Yahwe es mediador de la paz,
es decir, del derecho y de la justicia en el interior,
y de la paz en las relaciones exteriores.

A esta comprensión de la dinastía davídica
se orienta la crítica profética de la Lectura actual:
“Los pastores de Israel sólo se deleitan en sí mismos…”
Y después dice el propio Dios:
“Yo procedo contra estos pastores.
Yo los destituyo…
Los pastores no deben deleitarse en ellos largo tiempo;
Yo mismo quiero ser su (de las ovejas) Pastor y preocuparme por ellas, como es justo.”

En el fondo de esta Lectura están las relaciones políticas, que finalmente condujeron al exilio babilónico.
Jesús parte de lo que es también en Su tiempo y en todas las épocas ocasión de una tal crítica del poder:
Él dice globalmente:
“Vosotros sabéis que los gobernantes oprimen a sus pueblos y los poderosos abusan de su poder sobre las personas.
De forma constructiva pone el mensaje del “poder de Dios” frente a esto y exigen de Sus discípulos:
“Entre vosotros no será así,
sino que entre vosotros quien quiera ser grande,
debe ser vuestro servidor.”Jerusalem

Simbólicamente Jesús mismo no entra en Su ciudad montando un caballo  real
sino cabalgando un burro
y alude a la profecía mesiánica de Zacarías:
“Destruiré los carros de guerra de Efraín
y los caballos de Jerusalem, quebraré el arco de guerra.
El Mesías Rey anunciará la paz a los pueblos.” (Zac 9,9 ss).

No podría resultarles a todos ustedes difícil improvisando, por así decirlo, establecer con estas palabras de Jesús y con la Lectura referencias actuales.

2. La dimensión personal total

Aquí se me pone ante la vista naturalmente la ‘famosa’ contemplación del “Llamamiento del Rey” de los Ejercicios de Ignacio.
Se trata de mí, de mi vida y de mi vocación totalmente personal.
Ignacio invita a los ejercitantes por medio del “llamamiento del Rey” a
“poner delante de mí un rey humano,
elegido de mano de Dios nuestro Señor,
a quien hacen reverencia y obedecen
todos los príncipes y todos los hombres cristianos.”
Con su ojo interior el ejercitante debe ver como este Rey habla a todos los Suyos y llama a Su seguimiento y después dice:
“quien quisiere venir conmigo
ha de ser contento de comer como yo
y así de beber y vestir, etc.;
asimismo de trabajar conmigo en el día y vigilar en la noche, etc.;
porque así después tenga parte conmigo en la victoria, como la ha tenido en los trabajos.”

De esto se sigue para Ignacio:
“Si tal vocación consideramos del Rey temporal a sus súbditos,
cuánto es cosa más digna de consideración ver a Cristo nuestro Señor, Rey Eterno, y delante de él
todo el universo mundo,
al cual y a cada uno en particular llama a Su seguimiento.”
Para Ignacio es totalmente natural que nosotros
como cristianos bautizados y ungidos con el crisma real sigamos a este Rey sin reservas.
Todo lo demás sería perverso a sus ojos.
Y por eso cierra su contemplación con una oración de entrega.

Ciertamente hoy más de uno ya no se siente interpelado por el discurso de Cristo, el Rey.
Por otra parte, expresiones como “¡Tú eres el Rey!”
son totalmente modernas.
Por tanto, ¿cómo quisieran ustedes –cómo quisiéramos todos nosotros- como cristianos hoy
expresar el deseo totalmente actual de este llamamiento del Rey?
¿Quién o qué determina mi vida?
¿Quién o qué da sentido a mi vida?
¿Por quién me dejo llamar/designar?

3. Finalmente la dimensión escatológica del reinado de Cristo:

Ciertamente los domingos últimos del ciclo litúrgico
y también el comienzo del Adviento abren nuestra mirada a que Jesucristo marca el verdadero fin del tiempo, porque con Él ha despuntado la plenitud de los tiempos.
La fiesta de Cristo Rey en el último domingo del ciclo litúrgico marca, por así decirlo, la cumbre
de aquel mensaje de esperanza escatológico,
que Jesucristo nos ha anunciado.

Y el núcleo de este mensaje de esperanza es:
El poder real de Dios, que ya ha despuntado,
ha conseguido la plenitud escatológicamente.
Dios “ha llevado la historia a su plenitud,
al constituir a Cristo en cabeza de todas las cosas,
las del cielo y las de la tierra.”  (Ef 1,10)

“Él es quien nos arrancó del poder de las tinieblas
y quien nos ha trasladado al Reino de Su Hijo amado…
en Él quiso Dios con toda Su plenitud habitar,
para, por medio de Él, reconciliar todo.
Todo en el cielo y en la tierra,
lo quiso conducir a Cristo,
trayendo la paz por medio de Su Sangre derramada en la Cruz.” (Col 1,12-20)

Un texto de la Apocalipsis de Juan debe hallarse al final de estas reflexiones:
“Digno es el Cordero degollado de recibir
el poder, la riqueza, la sabiduría,
la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza…
A Él que está sentado en el trono y al Cordero,
alabanza, honor, gloria y poder
en toda la eternidad.” (Ap 5,12 s.)

Amén.
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