Predigt Homilía para el Domingo
Vigésimo Cuarto del ciclo litúrgico A

17 Septiembre 2017
Lectura: Eclo 27,30-28,7
Evangelio: Mt 18,21-35
Autor: P. Heribert Graab S.J.
En este momento escuchamos en los Evangelios dominicales fragmentos de la llamada “regla de comunidad” de Jesús, según Mateo.
El domingo pasado se trató de la ‘corrección fraterna’.
Por tanto se trata de ayudar mutuamente
a comprender verdaderamente y a corregir las faltas.
Hoy se trata en el Evangelio y también en la Lectura veterotestamentaria de la disposición para el perdón-
no sólo siete veces sino setenta veces siete,
por tanto, siempre, continuamente y de forma ilimitada,
según la medida de la infinita misericordia  de Dios.
También suena de forma inverosímil lo que Mateo nos transmite en la Montaña de las Bienaventuranzas de Jesús, cuya exigencia es: “Por tanto, debéis ser perfectos, como también lo es vuestro Padre celestial.” (Mt 5,48)

Muy en la línea con esta enorme exigencia de Jesús, el Papa Francisco en su viaje a Colombia, de forma continua y muy penetrante, ha hecho campaña sobre el perdón de las víctimas de ambas partes de
una guerra civil que duró alrededor de cincuent años,
sobre el inimaginable sufrimiento y miseria,
sobre la muerte de alrededor de 250 000 personas,
sobre miles de secuestrados o sencillamente ‘desaparecidos’,
sobre el desalojamiento de alrededor de cinco millones de personas.

A continuación sólo quisiera citar las palabras del Papa Francisco en su homilía en Colombia sobre la reconciliación.
Los ejemplos de los que Francisco habla, nos sonrojan;
porque si en nuestra vida diaria se exige reconciliación,
en comparación con las personas de Colombia
se trata de ocasiones insignificantes.

Francisco dice:
“Nos hemos reunido a los pies del Crucifijo de Bojayá, que, el 2 de mayo e 2002 tuvo que experimentar y sufrir la masacre de decenas de personas que habían recibido asilo en la Iglesia.
Cuando lo miramos,
no contemplamos sólo lo que sucedió aquel día,
sino también el mucho dolor y mucha muerte,
las muchas vidas truncadas y la mucha sangre derramada en Colombia en las últimas décadas.
Ver a Cristo así, enmudecido y herido
es una señal de alarma para nosotros.
Ya no tiene brazos y Su cuerpo se halla descompuesto, pero conserva Su rostro y con él
nos mira y nos ama.
El Cristo quebrantado y amputado nos enseña,
que el odio no tiene la última palabra,
que el amor es más fuerte que la muerte y
la violencia.
Con Él y de Él podemos aprender la fuerza del perdón y la grandeza del amor.

Silencio

En esta Misa de Reconciliación algunas personas han dado un testimonio totalmente personal:
personas, que han infligido dolor y piden perdón
y personas que tuvieron que sufrir de modo injusto y perdonan.

Francisco aborda directamente a una madre:
“Querida Pastora Mira, tienes razón:
la violencia produce más violencia, el odio genera más odio y la muerte conduce a otra muerte.
Tenemos que romper este aparentemente inevitable ciclo y esto sólo es posible por medio del perdón y de la reconciliación concreta.

Y tú, querida Pastora, y muchos otros como tú,
habéis demostrado que esto es posible.
Con la ayuda de Cristo es posible vencer el odio,
es posible vencer la muerte, es posible comenzar de nuevo y ofrecer a Colombia una nueva vida.
¡Gracias, querida Pastora!
El Crucificado de Bojayá te ha dado la fuerza para perdonas y amar.
Te ha ayudado a ver en una camisa, que tu hija Sandra Paola había regalado a tu hijo Jorge Aníbal,
no sólo el recuerdo de la muerte de ambos sino también la esperanza de que la paz pueda triunfar definitivamente en Colombia. ¡Gracias, gracias”

Silencio

También ‘autores’ hablaron en la Misa con su testimonio:
Francisco en su homilía habla de ello:
“También quiero agradecer el testimonio expresado de Deisy y Juan Carlos.
Ellos nos han hecho comprender
que a fin de cuentas todos somos víctimas de un modo o de otro,
culpables o inocentes, pero todos somos víctimas.
Los de un lado y los del otro lados, todos son víctimas.
Todos están unidos en esta pérdida de humanidad,
que llevan consigo la violencia y la muerte.
Deisy ha dicho esto claramente:
Has comprendido que tú mismo fuiste víctima
y que tienes necesidad de que se te conceda una nueva oportunidad.
Has comenzado a estudiar y ahora trabajas
para ayudar a las víctimas
y con ello a los jóvenes para que no caigan en la red de la violencia y de las drogas.
Jesús nos da este mensaje:
También hay esperanza para los que han hecho el mal.
Seguramente en este proceso de regeneración moral y espiritual el autor también tiene que cumplir con la justicia.
Como Deisy ha dicho, se tiene que contribuir de forma positiva a curar de nuevo a la sociedad desgarrada por la violencia.”

Silencio

“Es difícil aceptar el cambio de los que
han empleado la cruel violencia
para llevar adelante sus propias metas…
Ciertamente es para todos nosotros un reto
confiar en aquellos que han hecho sufrir a todas las comunidades y a todo un país.

Aunque conflictos, violencia y sentimientos de venganza persistan, no debemos impedir
que la justicia y la misericordia se abracen
y así amortigüen la historia de sufrimientos de Colombia.
Curemos este dolor y aceptemos a cada persona
que ha cometido delitos, los confiesa y se arrepiente
y se obliga a la reparación,
colaborando en la construcción de un nuevo orden,
en el que puedan resplandecer justicia y paz.”

Silencio

“En este largo y difícil proceso,
que es, al mismo tiempo, rico en la esperanza de la reconciliación,
la aceptación de la verdad es irrenunciable.
La verdad es la compañera inseparable
de la justicia y de la misericordia.
Las tres juntas son esenciales para construir la paz
y, por otra parte, cada una de ellas en particular impide que las otras sean falseadas
o se conviertan en instrumentos de venganza.
La verdad no puede conducir a la venganza
sino más bien a la reconciliación y al perdón.
Verdad significa que informar a las familias rotas por el dolor de lo que ha sucedido con sus parientes no encontrados.
Verdad significa confesar lo que ha pasado con los menores de edad reclutados por los violentos.
Verdad significa reconocer el dolor de las mujeres
que fueron víctimas de la violencia y del abuso.

No tengáis miedo de concederles y de pedir el perdón y la reconciliación…
Es tiempo de curar heridas, de construir puentes y de allanar diferencias.
Es tiempo de extinguir el odio, de renunciar a la venganza para abrirse a la comunidad…
Pedimos al Señor ser instrumentos de paz,
para que allí donde reine el odio y el rencor,
pongamos amor y misericordia.

Silencio

Para terminar, unas palabras muy personales de Francisco:

Si Dios me concede la gracia –porque es una gracia–
quiero llorar con vosotros;
quisiera que orásemos y nos perdonásemos en comunidad
-también yo tengo que pedir perdón-
y que así todos nosotros podamos mirar y caminar hacia delante juntos en fe y esperanza.”

Amén.
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